Conversación

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Caminaba cabizbaja por en medio de la multitud, avanzando por inercia entre la gente, ensimismada en sus pensamientos. Las últimas semanas cada vez soñaba menos con Darien y eso le dejaba un vacío en el corazón. Además, las pocas veces que lo veía, se esfumaba en sus brazos antes de siquiera disfrutar de su compañía. ¿Por qué?, se preguntaba y había llegado a la dolorosa conclusión de que en verdad el quería que avanzara, que siguiera adelante con su vida y que le diera una oportunidad a Seiya. ¿Quien habría imaginado una situación como la suya?

Recordaba al ex cantante con cariño, de aquellos años en que desafiaba a los malvados siendo Sailor Moon. Gracias a él, no había sentido tanto la ausencia de Darien, sin embargo, siempre lo vio como un amigo, alguien que le alegraba el día y que podía ser una excelente compañía.

Su corazón tenía un eterno dueño, uno desde más allá del tiempo y que ahora le había sido arrebatado. ¿Cómo olvidarlo? Fue su primer novio, el primero que la besó, el único al que se entregó en cuerpo y alma, más encima, era el padre de su hija. Esas cosas eran muy difíciles de olvidar y de superar, mas cuando la niña hablaba de él todo el tiempo.

Había llegado a la conclusión de que si quería avanzar, debía aceptar la conversación que Seiya había querido tener desde el comienzo, esa donde le explicaría todas las circunstancias que lo hicieron regresar a ella.

Había terminado su horario de trabajo y se dirigía al lugar donde concordaron en reunirse para poder hablar tranquilos en un restaurante con vista a la Torre de Tokio. Apenas había tenido tiempo de arreglarse un poco, pero de algún modo se sentía cómoda con Seiya, como en confianza, esa que se tiene con la familia. Su corazón latía sosegado cuando estaba a su lado y sabía que si mantenían esa cercanía, tarde o temprano podría enamorarse sin darse cuenta.

Lo vio a lo lejos, con sus gafas de sol y su cabello largo ondeando suave ante la brisa de la tarde. Era apuesto, todo un galán y siempre sus ojos parecían mirarla sólo a ella, lo que agradecía en lo profundo de su alma. Sus amigas, que antaño se habían molestado por su excesiva cercanía, ahora la animaban a aceptarlo, recordándole a todo minuto que él nunca había olvidado sus sentimientos hacia ella, algo que debía valorar con todo su corazón, pues hombres así ya eran muy difíciles de encontrar.

—¡Bombón! —la llamó a la distancia, agitando su mano en el aire en señal de saludo.

Ese sobrenombre con el que siempre la llamaba le agradaba mucho, se sentía como si fuera propio de ella, una palabra que la representaba ante él con cariño... con amor...

Suspiró. Era difícil abrir el corazón otra vez, más aún cuando el primer amor había sido tan intenso.

—Seiya. ¿Esperaste mucho? —preguntó a medida que se acercaba.
—No, llegué recién también —aseguró con una sonrisa.

Esa sonrisa derretiría el corazón de cualquiera, pues era hermosa y transparente, tan jovial y agradable.

—¿Entramos? —consultó un tanto nerviosa por la conversación que se avecinaba. No podía seguir aplazando aquello, debía enfrentarlo con valentía.

Después de pedir cada uno su cena, se quedaron en silencio, presas de sus temores y pensamientos. Si hubiesen sabido que eran los mismos, quizás la tortura habría durado un poco menos.

—Que lindo lugar —acotó Serena para aligerar el ambiente—. ¿Vienes seguido?
—He venido algunas veces y pensé que te gustaría la vista —reconoció, señalando la ventana que daba a la Torre que comenzaba a iluminarse, adornada con la puesta de sol de fondo.
—¡Es hermoso! —exclamó, fijando su mirada en el paisaje.

A Seiya le pareció que ella en ese breve momento fue feliz, una alegría que sus ojos celestes le reflejaron al iluminarse con el anaranjado de la luz solar. Deseó ser el causante de aquella dicha y que esa mirada lo recibiera cada mañana al despertar.

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