Sueños

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La casa de dos pisos era muy parecida a la que había vivido Serena con anterioridad, junto a sus padres, cuando aún era una estudiante. Sin embargo, ahora esa casa era el recuerdo de su matrimonio y vida junto a Darien, aunque apenas hubiesen vivido en ella seis meses de casados. Sus paredes se lo gritaban a cada segundo que avanzaba por los pasillos, ya que un sin fin de fotos de ellos adornaban los espacios vacíos de aquel hogar roto. Ella aún lo amaba, a pesar de que ya habían pasado más de dos años. Claro, como podía olvidarlo si la pequeña escondida tras las piernas de su Bombón era su hija, su sangre, el recuerdo vivo de su amor.

—Vamos, Rini, saluda a Seiya —la invitó su madre, ya que la niña no salía de detrás suyo.

Sin embargo, la pequeña se limitó a asomar sus ojos para inspeccionar al sujeto del que su mamá había estado hablando los últimos días, mientras apretaba fuerte contra su pecho aquel peluche de Tuxedo Mask que era su favorito. Sólo tenía dos años, pero en esa casa nunca había entrado un hombre, nunca. Por eso, ese tal Seiya debía pasar por su aprobación primero, le gustara o no.

—No le insistas, Bombón —dijo condescendiente. No apresuraría las cosas en lo más mínimo; ya había esperado ocho años para acercarse a su amada, unos minutos u horas más no le amargarían el día.
—Perdona, es que no está acostumbrada a ver varones en casa. Aquí sólo vienen las chicas —explicó, para que entendiera la situación, con cierta tristeza.
—Hola Rini... soy Seiya, amigo de tu mamá —le dijo al fin, haciendo acopio de toda su valentía, aganchándose para estar a la altura de la niña. Estiró su mano para acariciarle la cabeza con ternura, mientras la niña lo seguía examinando con seriedad.
—Pasemos a la mesa mejor. Ya tengo servido —lo invitó Serena.

La tarde pasó tranquila entre bromas, conversaciones sin sentido y algunas películas infantiles del gusto de la pequeña, hasta que ella cayó rendida por el sueño. Con dedicación su madre la llevó hasta su habitación, dejando la puerta entreabierta por si despertaba o sucedía algo.

Al regresar a la sala, soltó un suspiro pesado al ver a Seiya sentado en el sofá, pues de un momento a otro se había quedado sola con él y no sabía bien qué hacer en esa situación. ¿Debería decirle que se fuera o debería ofrecerle algo más? ¿Seguir conversando, quizás? Un nudo se le formó en el estómago, presa de unos nervios que ya había olvidado como se sentían. Tragó grueso y luego avanzó.

—Bombón, volviste —dijo el ex cantante.
—Si, Rini se quedó profundamente dormida.
—Es linda. Es la mezcla perfecta de ustedes dos —asumió sincero. La joven lo miró confundida por sus palabras y prefirió cambiar el tema. No era bueno hablar de Darien ese día.
—Sí, puede ser. ¿Te sirves un café?
—Está bien. Pero, te acompaño a la cocina.

Mientras esperaban que el agua hirviera, un silencio incómodo se formó entre los dos, cada uno sumergido en sus propios temores. Seiya esperaba romper aquella barrera de alguna forma, pero no lograba encontrar la manera apropiada, pues se notaba que ella no quería hablar del pasado.

—¿Azúcar? —escuchó que le preguntaba, sacándolo de sus pensamientos.
—Sí, por favor —respondió mecánicamente.
—Gracias por venir, Seiya —dijo Serena cuando estuvo sentada frente a él en la mesa.
—No me agradezcas. Volví por ti, Bombón —habló más animado.
—¿Cómo es eso posible? Después de todos estos años, debiste hacer tu vida... en tu planeta —consultó cabizbaja. Su dedicación la sofocaba un poco, ya que la obligaba a pensar en cosas que aún no deseaba.
—Nunca pude olvidarte. Te lo dije esa vez, me enamoré de ti como nunca imaginé, Bombón —reveló sin temor, pues esas palabras ya las había pronunciado mucho tiempo atrás.
—Pero yo...
—No te preocupes, Bombón. No te presioné en ese tiempo, tampoco lo haré ahora.
—Seiya... —susurró con tristeza.
—Pero, sonríe, por favor. No quiero pensar que mi presencia te incomoda —dijo, bromeando para aligerar el ambiente.
—Para nada. Al contrario, pienso que llegaste justo a tiempo —reconoció con sinceridad.
—¿Por qué dices eso? —preguntó curioso.
—Cada día de mi vida es más difícil que el anterior... un amigo como tú alivia mi corazón —reveló, mirándolo a los ojos.

Dame una oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora