El agua caía en silencio, el vendaval era cálido,
se acercaba, era un hombre calato;
cerré mis ojos y él preguntó.
-- ¿Qué hora tienes?...
Eché un vistazo a mi reloj que apretaba mi muñeca y contesté
--Lo lamento, no logro distinguir el tiempo
-- Es porque ya no lo tienes, respondió con su mano en mi antebrazo
rasgando mi carpo
Seguí andando, la lluvia no paraba y mi tiempo ¿Se agotaba?...
Mis gafas empañadas, reflejando una luz a lo largo, y ahí estaba, muerte en vida
esperando mi llegada.
La media noche nunca acaba.