La hoja de mi escritura es la pared, la tinta de mi bolígrafo es mi mente,
mi inspiración es el guardia durmiendo en la silla que al rechinar con el suelo
lo despierta sólo para asegurar las llaves de mi celda.
Soy más que libre aquí, las llamas del infierno podrían ser peor,
las puertas del cielo podrían estar cerradas, el desdoblamiento de mi cuerpo es mi única salida,
he encontrado todo ahí,
aveces pienso que mi cama es el piso, aveces piso el cielorraso como superficie...
Sería inútil pensar en salir, la comida aquí es buena, la atención es plena,
pero es una larga condena.
La cuestión es ¿Quién es tan malditamente libre para expresar libertad fuera de su lugar?...
Hace años vivía al borde de ser cómplice, vivía con un arma inocente en mi bolso,
cómplice de mi seguridad; andaba vagando, hasta que me enamoré de un hombre mentalmente inestable,
ahora lo comprendo, le fui infiel en repetidas ocasiones,
cuando él lo hizo por venganza, pensé en lo libre que es el amor, pero la rabia me ganó.
Recuerdo como suplicaba quedándose sin voz, hincado y sin aliento, me doy cuenta de la dependencia emocional que tenía hacia él, de mi inseguridad, una combinación perfecta entre la inocencia, mi bolso y mi prometido...