4.Rose

257 13 0
                                    

Fui a recoger a Angeline, Christian me prestó su camioneta era un CR-V blanco con las ventanas polarizadas, los moroi tenían que usar las ventanas asi  para que en el día no les lastimara la luz del sol.
Entonces mi celular sonó; era Angeline, decía que el vuelo se retrasó y vendría como a las seis de la tarde horario moroi. Fue cuando se me ocurrió una idea, ya que iba de camino al aeropuerto un desvío a San Vladimir no vendría mal.
Además quería preguntarle a Alberta si ayudaría con la guardia en Rusiai, ya que Los das no quería que yo lo estuviera.
Consideraba a Alberta  como una madre, ella siempre me apoyó y cuando regresé a Rusia se ofreció a ser mi mentora para ponerme al corriente en mi entrenamiento.
Llegué al instituto los guardianes me reconocieron en seguida y me dejaron entrar. Esa era una de las ventajas de ser uña guardián muy reconocida en todo el mundo moroi.
Llegue al estacionamiento, baje del auto y lo más gracioso es ver todas esas camionetas negras de la escuela estacionadas y la única blanca era la mía. Veía como estaba el instituto cubierto de nieve, estábamos a inicios de diciembre. Me recordaba mucho a Mason esta época siempre me ponía nostálgica el único que lo sabía era Dimitri.
Entré al instituto, camine de largo por todo el pasillo principal para ir a la oficina de Alberta. Casi nada había cambiado solo que ahora también el gimnasio lo ocupaban los moroi gracias a la ley de hace algunos años que Lissa creó en el que a los moroi se les enseñaba ahora a luchar y magia ofensiva.
Llegue a la oficina de Alberta, la puerta están abierta, estaban hablando ella y la directora Kirova, aunque más bien parecía pelea aunque guardaban un tono normal.
Estaba a punto de tocar, cuando Albeta me vio.
– Rose– dijo en tono sorpresivo.
–Si este... iba a tocar pero–
Kirova volteó a verme.
–Bueno yo las dejo sola, mucho gusto en verte Rose.–dijo en tono amable.
–Igual– le dije.
Y se fue.
—Pasa, Rose–me dijo Alberta.
No iba a preguntar obviamente de que estaban hablando, la verdad no se me hacía raro, ya que cuando estudiaba aquí peleaban casi  todo el tiempo . La verdad Kirova se veía un poco más vieja de lo que ya se veía. Alberta en cambio se veía igual a como la recordaba.
Se levanto Alberta dándome un abrazo el cual yo correspondí.
–Y esta sorpresa a que vienes– dijo mientras nos sentábamos.
–Solo quería venir a saludar – sonreí
–Bueno, pues aquí estoy–
–Si, antes que nada quería decirte algo muy importante–
Volví a tomar aire.
–Se que es demasiado imprevisto y tal vez, estés ocupada pero que digo obvio que lo estás, solo quería preguntarte si ayudarías con la guardia al viaje de la reina a Rusia–dije apresuradamente.
La vi pensativa.
–Algo de tomar– dijo levantándose hacia una mesa donde había una cafetera y cosas para preparar chocolate caliente, la verdad en este momento solo se me antojaba el café.
–Café estaría bien gracias – dije
pensando en qué no aceptaría.e dio el café en una taza grande, sí que como vía mis gustos.
Se sentó y después de un minuto de silencio, habló y lo que esperaba que fuera un no en cambio:
–Por supuesto, ahí estaré—
–Ahora cuéntame sobre tu matrimonio con Dimitri.— dijo sonriendo.
Sonreí.

Linaje restauradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora