El día 29 de Octubre es el Día Mundial contra el Accidente Cerebrovacular... y a mi familia nos tocó (nos toca) vivirlo de cerca.
El año 2016 fue el peor de mi vida:
A partir de abril comencé a tener anginas y placas en la garganta con mucha frecuencia, que llevaron a una operación de amigdalitis en diciembre.
El día 27 de julio al mediodía me robaron el celular en la puerta de mi casa, mientras mi cuerpo estaba paralizado, mi mente gritaba "¡CORRÉ!" y uno de los ladrones le decía al otro "Dale un tiro, ya fue, dale un tiro".
Pero el 9 de octubre fue el peor.
El sábado 8 me había reunido a la noche con unas amistades me recuerdo que comimos hamburguesas, y nos quedamos hasta tarde en la madrugada haciendo karaoke y riéndonos a carcajadas. ¿Quién iba a decir que menos de 12 horas después mi vida iba a cambiar para siempre?
Lógicamente, el domingo estaba de mal humor porque había dormido alrededor de 3 horas antes de que mis viejos nos despertarán para preparar el almuerzo. Creo que fue pollo asado... Fuimos a comer a la casa de mi hermano, que no estaba.
Mi abuela llegó con su buen humor de siempre, pero yo le contesté mal un par de veces y después me alejé, porque no me gusta contestarle mal a la gente que quiero. Ella quiso que le sacara unas fotos posando con un sombrero, pero yo le di mi celular a mi hermana y me fui a acostar al sillón esperando la comida.
Alrededor de las 13:30 se sirvió el asado, como cada domingo. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran las actitudes extrañas. Mi mamá notó que mi abuela (su madre) tenía la vista perdidas, que miraba a la nada. Cómo yo estaba de costado, no lo noté. Y de todas formas estaba pensando en que hubiera preferido dormir más tiempo porque a la tarde íbamos a salir como siempre en familia y no iba a poder recuperar el sueño perdido la noche anterior.
Mi abuela se levantó para ir al baño y se sintió un poco mareada. Se agarró a la mesa, y después fue al baño. Inmediatamente mi mamá fue a buscar a su casa los papeles para llamar a la ambulancia, quién se demoró más de media hora en llegar. Para ese entonces, mi abuela había perdido todos los síntomas: no tenía la presión alta, veía bien, se levantaba de la silla sin problemas. Solo acotaron antes de subirse a la unidad que no hubieran cambiado cierto medicamento (creo que uno del corazón, pero nunca supe).
Sin acabar de comer, mi mamá fue urgente a llamar a su hermano, que vive en Buenos Aires. No sé bien qué se dijwrln, solo sé que mi madre le aseguró que al terminar de comer la iba a llevar al hospital porque no le había convencido el trato de la gente de la ambulancia. Pero ni siquiera terminamos de comer. A los poco minutos, mi abuela quiso ir nuevamente al baño (no era extraño, ya que ella solía ir cada dos horas), pero al salir, tenía la ropa mal acomodada y le costó llegar a la silla, que estaba como a tres metros de la puerta del baño.
Ahí mi mamá se preocupó, y le dijo a mi papá que iba a llamar inmediatamente a la ambulancia para que smfueran a revisar a mi abuela. Pero no hubo tiempo. A cada segundo ella perdía la movilidad de su cuerpo. Quiso ponerle la tapa a su botella de agua y no podía, porque no veía ni la botella ni sentía la tapa en su mano izquierda.
Mi mamá fue a buscar los papeles de la obra social para llevarla al hospital. Casualmente cuando la cruzábamos a su casa, prácticamente arrastrándola entre tres personas, llegaron mis tíos de su viaje. Con ellos no había muy buena relación, pero en pocas palabras se les dijo lo que ocurría y él fue a buscar la silla de ruedas que tiene de emergencia en la casa. Casualidades de la visa: mi tío hacia alrededor de un año había comenzado a trabajar en una empresa de transporte de personas discapacitadas motrices, y siempre tenía una silla de ruedas de repuesto.
Mi abuela estaba en el baño. Claro, su cuerpo se había aflojado todo y había orinado de nuevo. Cómo pudieron, la subieron en la silla y salieron los 4 para el hospital.
Pero en el camino los agarró la manifestación feminista de Ni una menos, que se lleva a cabo una vez al año, cada vez en una ciudad distinta del país. Casualmente, el 9 de octubre de 2016 tocó en Rosario. Y el hospital está a dos cuadras de donde se estaba llevando a cabo la manifestación. Lograron llegar al hospital a tiempo para salvarla, pero mi abuela perdió la movilidad de su parte izquierda del cuerpo.
Hoy, dos años después, mi abuela no puede caminar. Ni siquiera puede levantarse sola, ni mantenerse parada por su cuenta, a pesar de que está con Kinesiólogos y Terapista ocupacionales especializados en estos casos.
Hoy, mi abuela quiere morirse. Se siente una inútil porque no puede siquiera servirse un plato de sopa sola. Necesita cuidado y acompañamiento las 24 horas del día. Y yo me arrepiento de haberle contestado mal el 9 de oxtubre, porque pensé que la perdía para siempre.
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Poemas y divagaciones
CasualeAlgunos poemas y divagaciones de madrugada. Puede que algunos escritos sean nuevas ediciones de cosas viejas.