Todo estaba tranquilo, tan así que se podía escuchar a los grillos cantar su curiosa melodía. En unos callejones no tan lejanos se encontraban dos fugitivos tratando de sobrevivir y escapar de la ley.
Sus nombres eran Zack y Rachel.
Luego de que el chico encapuchado "secuestrara" a la pequeña se comenzó una búsqueda masiva intentando coincidir con el paradero de Ray pero ninguno de ellos se imaginó que ambos eran aliados y fieles amigos.
La tranquilidad que había hace unos minutos se esfumó, dejándose escuchar las ruidosas sirenas, la policía estaba cerca.
-Zack.
-Ya lo sé, Ray. Debemos movernos rápido, ven. -éste alzó a la pequeña y la puso tras su espalda.
-¿No te molesta? -preguntó aferrándose a su cuello.
-Claro que no, idiota. Sólo no me intentes ahorcar con tus manos de muñeca.
Ambos se dirigieron lejos de las sirenas, necesitaban encontrar un lugar seguro donde no los reconocieran, aunque si eso ocurriera Zack no dudaría en matar a cualquier idiota que se le cruce.
Luego de un largo rato corriendo, al fin se volvía a presenciar la tranquilidad que hubo desde un principio. Zack bajó a Ray de su espalda y se apoyó en una pared calmando su agitada respiración.
-Zack, ¿estás bien?
-¿Tú qué crees? Estuve corriendo contigo en mi espalda por ya casi treinta minutos ¿de verdad piensas que estoy bien? -ella negó bajando la mirada.- ya, perdón. De todas formas la idea fue mía.
Zack se agachó a la altura de Rachel y acariciando sus mejillas, besó su frente disculpándose.
-Todo saldrá bien, ¿entendido? Yo estaré dispuesto a matar por ti y no dejaré que ningún idiota vuelva a separarte de mi lado, después de todo tú eres el cerebrito aquí.
-Gracias, Zack.
Ambos se abrazaron y tomaron nuevamente su rumbo a una mejor vida juntos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
