Una, dos, hasta tres horas y Ray aún no aparecía, teniendo a Zack al borde de un ataque de nervios.
Ya llevaban tres meses viviendo tranquilamente lejos de las autoridades pero hace no mas de dos días se había hecho presente unos carteles con fotos de Zack plasmadas en ellos. Al ver esto, ambos tuvieron que tomar más precaución y se decidió que Rachel iba a ser la que comprara las cosas para la casa y no levantar ninguna sospecha, por lo cual no podría salir del edificio a menos que sea una urgencia.
Y exactamente ese día era una urgencia.
-¡Rachel! ¿Dónde mierda te metiste? ¡Dame una maldita señal o mataré al que se cruce por mi camino! -dijo gritando lo mas fuerte que podía mientras la poca gente que se encontraba a esas horas de la noche lo miraban susurrando cosas.
-Hey ¿ya ven lo que hacen las drogas? -dijo un señor sin ocultar su tono burlón.
-Yo te puedo decir lo que hace mi cuchillo clavado en tu maldito cuello, cerdo inmundo. -y sin dejarlo decir algo más, clavo el cuchillo una y otra vez hasta dejar demacrado cada centímetro de su cuello.
De un momento a otro todos comenzaron a correr horrorizados por la escena que se acababa de formar, sin embargo, a Zack no le importaba en absoluto y se recostó en una banca.
-¿Zack? -apenas escuchó esa voz se levantó de inmediato, no duró ni cinco minutos recostado pero le dio igual, al fin veía a la persona causante de todo eso.
-Ray, maldita sea, ¿dónde mierda estabas? ¿Ves lo que tuve que hacer para calmarme? -señaló al tipo y luego su ropa.
-Perdón, como fue mi primera vez me desvíe un poco y tuve que pedir ayudar aunque no pensé que me costaría tanto. -a lo lejos comenzaron a escucharse sirenas.- se supone que ibamos a mantener la discreción, Zack.
-En mi defensa es tu maldita culpa, ahora mueve tu culo y vamonos de aquí. -y sin mas que decir entrelazaron sus manos y corrieron lo más que pudieron.
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