Tenía mucho que no sentía esto, en un abrir y cerrar de ojos ya estaba dentro de mi caja de cristal en un cuarto oscuro sin salida alguna, las lágrimas más frías que nunca había sentido antes empezaron a brotar de mis pequeños ojos, estaba desnuda en posición fetal en aquel rincón donde la frescura se sentía hasta los huesos, los temblores comenzaron a aparecer cada vez más y más intensos, los latidos de mi corazón poco a poco se iban alentando.
Los pensamientos más horribles, oscuros y sucios comenzaron a rondar por mi mente: "¿Estaré haciendo lo correcto?", "¿En que fallé?", "¿Qué es lo que hago mal para ser rechazada siempre?", "¿Por qué soy tan mierda?", "¿Por qué no puedo ser linda?", "¿Por qué me pasa esto?", "¿Qué pasaría si muero? ¿Alguien se pondría triste? ¿Quién vendría a mi funeral? ¿Tendré uno?", "Quiero ver mi sangre de nuevo", "Quiero sentir dolor, es el único sentimiento que merezco".
Esos dos últimos pensamientos fueron los más duros, los más fuertes e intensos, tenía meses o quizás años que no pensaba de esa manera, me hice más pequeña, esa maldita caja con cada respiración que tenía se iba encogiendo, me sentía sola, hundida en esos pensamientos, en esos recuerdos que me hacían arrancarme la piel sucia, mis extremidades ya estaban totalmente congeladas, no sentía nada, no veía nada.
Me sentía más hundida en la profundidad de la oscuridad, no tenía como salir de ahí, la caja en la que me encontraba ya estaba apretando mis huesos, hasta que me deje ir junto con ella y por fin dejé de sentirme así, deje de sentir simplemente.