6. "Peligro"

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Una estallido atronador y estridente me aturde. Un disparo de luz repentino me ciega por completo y el dolor me escuece el cuerpo entero.

Los hilos de energía que se guardan en mi interior gritan y se estiran fuera de mi cuerpo más allá de sus límites, en un intento desesperado por aferrarse a algo; por detener el movimiento del mundo a mi alrededor.

He dejado de tocar el suelo. He dejado la posición sentada en la que me encontraba y ahora soy una masa lánguida y suave que se suspende en el aire.

Entonces, caigo con estrépito.

Una nueva clase de dolor estalla en mi cabeza cuando mi cuerpo impacta contra el asfalto de la carretera, y es tan abrumador, que no puedo concentrarme en otra cosa más que en la forma en la que escuece. No puedo hacer otra cosa más que intentar levantarme del suelo, a pesar de que mis extremidades no responden.

Los Estigmas me empujan. Me exigen que me levante y que salga de aquí lo más pronto posible, pero no puedo moverme. No puedo hacer nada porque el mundo no ha dejado de dar vueltas. Porque el dolor en mi cabeza, el mareo y el aturdimiento son tan grandes, que quiero vomitar.

Otro estallido llega a mis oídos y, esta vez, le sigue un rugido tan intenso, que resulta ensordecedor.

Las alarmas se disparan en mi sistema de inmediato luego de eso, y la parte activa de mi cerebro me pide que me mueva lo más pronto posible y que me aleje de aquí cuanto antes, pero no puedo moverme. El cuerpo no me responde. Mis extremidades no se mueven con la rapidez con la que se los ordeno.


Mis oídos pitan, mi corazón ruge contra mis costillas, el sonido de mi respiración llega sordo y lejano y, como puedo, me arrastro por el asfalto y aprieto los dientes.

Trato de ponerme de pie una vez más, pero no lo consigo.

Un grito horrorizado me alcanza a través de la bruma que me envuelve y sé que conozco la voz de la que proviene. Sé que conozco a quien sea que ha emitido el aterrador sonido.

Los hilos de energía se aferran a todo lo que nos rodea y me afianzo de ellos con todas mis fuerzas. Me anclo a ellos porque son lo único estable en mi estado de dolorosa confusión.

Otro rugido invade mis oídos y, esta vez, soy capaz de ordenarle a mi cuerpo que gire sobre su eje para quedar sentada sobre el asfalto y así poder mirar en dirección a donde el gruñido proviene.

Toda la sangre de mi cuerpo se agolpa a mis pies en ese preciso instante.

Niara está allí, tirada en el suelo a pocos pasos de distancia del pentagrama —ya deshecho— que trazamos. Está aovillada y apelmazada contra el concreto, mientras observa fijamente a la criatura abominable y aterradora que se cierne sobre ella.

El corazón me da un vuelco furioso y sin siquiera procesarlo, los Estigmas se estiran a toda velocidad y se envuelven alrededor de la figura aterradora que parece estar a punto de devorarse a la bruja. Entonces, tiro de ellos. Tiro con tanta violencia, que la criatura suelta un rugido atronador y la humedad cálida de mi sangre me llena los vendajes de las muñecas.

En ese momento, la criatura posa su atención en mí.

Es alta. Tan alta, que luce antinatural. La delgadez de su cuerpo es tanta, que soy capaz de notar la manera en la que sus huesos se traslucen debajo del color mortecino de su piel. Sus extremidades son tan largas, que parecen las ramas de los árboles que nos rodean y sus alas son tan grandes, que abarcan la carretera de lado a lado.

PANDEMONIUM © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora