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Narra Harry:

Emma me empujó hacia atrás y bajó de un salto del  mostrador antes de que yo pudiera aclarar mi cabeza de ese orgasmo.

—Espera, necesito limpiarte —Le dije. En realidad, quería limpiarla.

Me gustó. No, maldita sea, me encantó. Saber que yo estuve allí y cuidaba de ella, eso me agradaba.

—No hace falta que me limpies. Estoy bien —respondió mientras se vestía de nuevo sin hacer contacto visual conmigo. Mierda. ¿La entendí mal? Creí que ella quería esto. No. Yo sabía que ella lo quería. Había estado tan malditamente hambriento de ella.

—Emma, mírame.

Se detuvo y recogió su ropa interior. Tragué saliva mientras entraba en ellas y se las deslizó de nuevo en su cuerpo. La necesitaba otra vez. No podía alejarse de mí ahora. No sería capaz de vivir sin ella.

—Emma, por favor, mírame —Le supliqué.

Poniéndose de pie, tomó una respiración profunda y luego levantó los ojos hacia los míos. La tristeza estaba mezclada con otra cosa. ¿Vergüenza? No podía ser. Estiré la mano y le cogí la cara con ella.

— ¿Qué pasa? ¿Hice algo que no querías que yo hiciera? Porque intenté no perder el control. Intenté con todas mis fuerzas mantener mis manos lejos de ti.

—No. Tú... tú no has hecho nada malo. —Bajó sus ojos de los míos otra vez—. Sólo tengo que pensar. Necesito un poco de espacio. Yo no... Yo no... No debí haber hecho eso.

Una puñalada en el pecho habría sido menos dolorosa. Quería tirarla encima de mí y volverme todo hombre de las cavernas, alegando que ella era mía y no podía dejarme. Pero si lo hacía la perdería. No podía pasar por eso otra vez. Tenía que hacerlo a su manera. Dejé caer mi mano de su rostro y di un paso atrás para que pudiera salir.

Emma levantó la cara para mirarme de nuevo. —Lo siento —susurró, luego abrió la puerta y escapó. Tuvimos sexo increíblemente caliente y ella lo lamentaba.

Fantástico.

Cuando por fin salí del cuarto de baño, Emma se había ido. Jace sonrió y Dani inventó excusas para irse. No quería estar allí tampoco. Después de que me aseguré que toda la materia pesada fuera movida y la maleta de Emma y la caja fueron guardadas, me fui. No podía quedarme allí mientras ellos dos me observaban. Nos habían escuchado. Emma había sido ruidosa. No me avergonzaba, estaba cansado de ellos mirándome y esperando a que dijera algo para explicar la salida de Emma.

 ***

Le di a Emma un par de días para venir a mí. No lo hizo. No me sorprendió. Pero ella pidió su espacio y le di todo el espacio que yo podía manejar. No llamé a nadie para jugar una partida de golf conmigo. No quería a nadie alrededor cuando Emma apareciera. Teníamos que hablar. Sin distracciones o excusas para que ella se alejara.

Sonó como un plan firme, pero después de seis agujeros y que ninguna chica de carrito apareciera, comencé a dudar. Justo cuando estaba a punto de entrar en el hoyo siguiente, escuché el sonido del carrito. Me detuve y me di la vuelta. La sangre que comenzó a bombear a través de mis venas por el pensamiento de ver a Emma aquí y tenerla sola se congeló cuando noté que era esa chica rubia que había visto entrenar un par de veces con Dani. Mierda.

Negué con la cabeza y me saludó con la mano. No quería que me atendiera. Ella sonrió y siguió conduciendo hasta la siguiente parada.

—Hace calor ¿Seguro que no quieres nada? —preguntó la voz de Meg y miré hacia atrás para verla caminar hasta nosotros vestida con una falda de tenis y polo blanco. Era muy buena en el tenis hace diez años.

—Chica de carrito equivocada —Le contesté, y esperé a que continuara su camino.

—¿Sólo le compras a una?

—Sí.

Meg se quedó pensativa y luego asintió. —Ya veo. Tienes algo por una chica de carrito.

«Algo» ni siquiera arañaba la superficie. Puse mi bolsa de golf en mi hombro y comencé a caminar al siguiente hoyo. No iba a responder a ese comentario.

—Y eres sensible al respecto —bromeó Meg. Eso me molestó.

—O no es asunto tuyo.

Ella dejó escapar un silbido. —Así que es más que una cosa.

Me detuve y nivelé mi mirada con ella. El hecho de que ella fuera mi primera cogida no quería decir que teníamos algún tipo de vínculo o amistad. Esto me estaba fastidiando.

—Supéralo —Le advertí.

Meg se puso las manos en sus caderas y su mandíbula se abrió. —Oh mi Dios... Harry Styles se ha enamorado. ¡Mierda! Nunca pensé que vería el día.

—No me has visto en diez años, Meg. ¿Cómo diablos sabes algo de mí? —El gruñido molesto en mi voz ni siquiera la hizo estremecerse.

—Escucha, Styles. Sólo porque no me has visto en diez años no quiere decir que no he visto ni oído hablar de ti. He estado en la ciudad varias veces, pero siempre había una fiesta en tu casa y te acostabas con cada modelo de cuerpo perfecto que llamara tu atención. No creí necesario competir con ellas. Pero sí, sé que eres un mujeriego que desechas a todas las mujeres después de conseguir lo que quieres.

Sonó superficial. No me gustó la imagen que pintó de mí. ¿Emma me veía así? Ella podría no confiar en mí para escogerla y protegerla, pero debía creer que yo volvería a enamorarse y salir con más chicas.

—Ella es increíble. No... Es perfecta. Todo en ella es jodidamente perfecto —dije en voz alta y luego cambié mi mirada a Meg—. No sólo la quiero, ella es mi dueña. Completamente. Haría cualquier cosa por ella.

— ¿Pero no siente lo mismo? —Se preguntó Meg.

—La lastimé. No es la forma en que estás pensando tampoco. Mi forma de lastimarla es difícil de explicar. Hay tanto dolor en lo que pasó que yo no sé si alguna vez podré recuperarla.

— ¿Ella es una chica de carrito?

Insistió en el asunto del carrito.

—Sí, lo es —Me detuve y me pregunté si debía decirle exactamente quién era Emma. Decirlo en voz alta a alguien y admitirlo podría ayudarme a darle sentido a esto—. Ella y Gemma tienen el mismo padre. —No quise decirlo así.

—Mierda —murmuró Meg—. Por favor, dime que no es parecida a tu malvada hermana menor.

Gemma tenía muy pocos seguidores. Ni siquiera me inmuté ante la acusación de que era malvada. Había hecho honor a su nombre.

—No. Ella no es nada como Gemma.

Meg se quedó en silencio un momento y me pregunté si aquí terminaba la conversación. Entonces, señaló hacia la casa club. — ¿Por qué no vamos a comer algo y me puedes decir todo acerca de esta situación tan extraña, y yo veré si puedo decirte alguna sabiduría o algún consejo femenino.

Cualquier consejo era bueno. No había mujeres en mi vida a las que podría pedir ayuda.

—Sí, está bien. Suena bien. Me das algún consejo que yo puedo utilizar y almuerzas conmigo.

"Atrévete a Quererme"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora