Capítulo 17 (+18)

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No pasa mucho tiempo hasta que llega el día nueve. Bueno, a ver, el tiempo habría sido el mismo se me pasase lento o rápido, pero ya me entendéis. Tuve mis dudas, que conste, no por nada, sino porque es un colega de mis amigas y a mí no me mola nada crear malos rollos en los grupos. Por algo dejé de liarme con Raúl. Por eso y porque en realidad lo que me ponía de él era el morbo de que no nos pillasen.

Pero el caso es que antes de darme cuenta, estoy delante de la profesora exponiendo lo maravillosas que son las compresas Ausonia (vamos, iguales que todas) y rogando porque me dé tiempo de decirlo todo antes de que suene el cronómetro. Termino justa, y por el rabillo del ojo aprecio cómo Laura lo celebra. La de marketing asiente y apunta algo en su cuaderno. Una menos.

Apenas salgo del aula le mando un WhatsApp a Maite para ver dónde anda, que tengo que pagarle los condones. El trapicheo que nos traemos me hace gracia, sobre todo cuando me acuerdo de la primera vez que me los vendió, porque como yo no me terminaba de fiar le pedí que abriera uno, y Silvia, ella y yo nos metimos en el baño de minusválidos a llenar uno de agua y jugar con él. Tuvo que ser patético ver a tres tías de diecinueve años toqueteando un condón, aunque Sally decía que le daba asco.

No le cuento nada a Eme de que voy a ver a Javi esta noche, ni de las intenciones que tengo con él, no sea que le dé por repetirme lo de que es un capullo y me raye o algo. Después me voy a casa y me pongo a estudiar para el último examen como la buena chica que soy, pero apenas aguanto media hora, porque me llega un WhatsApp de Silvia que tardo como cinco segundos en contestar:

‒ Estoy del palo que no quiero ver ni a Mario, ni a Javi, ni casi que a Andrés. Porque ya cansa que se rían de una, la verdad. Hasta ahora se las he pasado todas a Mario, que me ha dejado tirada tres veces con el "vamos a quedar y hablamos del tema", pero ya me tiene hasta las narices. - El tema es su drama de Año Nuevo, que yo pensé que quedaría ahí pero tiene pinta de ser una historia que va para largo.

‒ Llámeme y lo hablamos. - Dos segundos después, Melendi rompe el silencio de la habitación con la horterísima canción que tengo de tono de llamada.

‒ Pues tía, que ayer estuvimos en casa de mi abuela jugando a la play, pero no estaban ni Maite ni Paloma, y estos no dejaron de hacer coñas y joder con que a mí me gusta Mario. Y paso, tía, que no tengo yo necesidad de eso.

‒ ¿Pero ya todo el mundo sabe que os liasteis?

‒ Pues si alguien no lo sabía, ya lo sabe, porque con los comentarios que Javi y Ortiz estuvieron haciendo...

‒ Para, para. Dos cosas: ¿quién es Ortiz y qué estuvieron diciendo? Porque como me inflen las narices, capaz soy de darle plantón a Javi esta noche.

‒ A ese no lo conoces, es el que estuvo saliendo con Sandra después de que ella se liara con Javi y antes de que empezara con su novio de ahora. - Hostia, qué lío. - Y lo de los comentarios, pues tía, que todo el rato haciendo insinuaciones, y diciendo que a mí me gustaba, y que lo estaba provocando.

‒ ¿Que qué?

‒ Pues eso, que yo llevaba la falda de cuero esa de la cremallera que me pongo mucho, y Javi soltó que me la había puesto para que Mario me viera.

‒ Mira, lo mato.

‒ No tía, que tú no tienes por qué joderte por eso, queda con él y ya está.

‒ Sí, sí, si voy a quedar, pero le voy a echar tal bronca que se va a acordar de mí toda su vida. A ese hasta que no te pida perdón no lo toco ni con un palo.

Del sexo y otros viciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora