Pocas cosas hay que resulten más desagradables que el frío. A mí el calor no me molesta, pero el frío se me mete bajo la ropa, bajo la piel, y me tortura los huesos. Me pone a tiritar y me deja un mal cuerpo que no se me quita más que con una ducha caliente. Y lo peor es que yo tengo frío de octubre a mayo. Sí, soy una exagerada, pero lo sufro, de verdad. Sin embargo, en este momento, puedo decir, sin temor a equivocarme, que si hay algo que me molesta más que el frío, es una clase de macroeconomía.
No sé por qué le tengo tanta manía, si el contenido de la materia en sí no es tan terrible. Puede que las diapositivas sean un desastre, y que el manual necesite un diccionario castellano - cabrón/ cabrón - castellano, o que el profesor no sepa explicarse, pero cuando consigues descifrar de qué va la asignatura, no es tan malo. Quizá ese sea el problema, que a mí eso de tener que averiguar qué narices me están contando, pues no me va. De cualquier modo, para estar más concentrada en mi portátil que en la clase y pasar olímpicamente de todo, no se me da mal. Por lo menos soy capaz de responder a las preguntas del profesor mejor que algunos de mis compañeros, que parece que les hubiesen soltado en la Plaza Roja de Moscú y les hubiesen pedido que volviesen a casa con la ayuda de un mapa impreso.
‒ Tía, ¿qué apuntas? - Le pregunto a Laura, sentada a mi lado. Mi amiga me mira extrañada: yo no he sacado ni los bolígrafos y ella no ha dejado de escribir en casi una hora que llevamos de clase. Al menos he anotado algo en las diapositivas que he descargado de la plataforma de la uni.
‒ Pues lo que está explicando. - Responde ella con obviedad. Yo sonrío, esta me la sé.
‒ ¿Y qué está explicando?
‒ Ni puta idea. - Se ríe.
Sí, vale que yo soy una irresponsable por no tomar ni un apunte de macro, pero es porque sé que, de todas formas, no me voy a enterar porque odio cómo está explicando la asignatura. Pero tampoco soy tonta, cuando acabemos el tema (no antes, porque lo estamos dando todo desordenado) haré mis propios apuntes con el manual y las presentaciones. Hasta ahora, eso siempre me ha funcionado.
‒ ¿Y tú qué haces? - Pregunta ella.
‒ Nada. No me atrevo a ponerme una peli como el otro día porque estamos sentadas delante, tía. Creo que voy a meterme en Facebook y ya está, avísame si se me nota mucho.
‒ Va.
Echo un breve vistazo al profesor, que en este momento atraviesa la pizarra con una flecha de un lado a otro para relacionar dos fórmulas. Me doy cuenta de que se ha equivocado al señalar, pero no le digo nada. Ya lo descubrirá él mismo, es lunes por la tarde y se perdona. Por mi parte, clico sobre el acceso directo a mi cuenta de Facebook que tengo en el escritorio. Anda, tengo un mensaje del chat. Justo cuando voy a abrirlo, suena el timbre del descanso.
‒ ¿Vienes al baño? - Me pregunta Laura, estirándose en la silla.
‒ Cuándo no.
Me levanto, dejando el ordenador abierto sobre la mesa, y me meto el móvil en el bolsillo trasero de los vaqueros. Debería ponerme a dieta, me están un poco más estrechos que antes.
Bah, ya después de los parciales si eso.
Los servicios no están vacíos, así que no podemos hablarnos a gritos de un cubículo a otro como acostumbramos. Aprovecho que tengo que coger el móvil para que no se me caiga al retrete para leer mensajes de WhatsApp y al desbloquearlo me acuerdo del chat sin abrir.
‒ Hola. - ¡Hostia, es de Lucas!
‒ Hola :). - Añado el emoticono para no quedar seca, porque no sé qué decir. ¿Dónde ha quedado la fase del "me gusta" y el "comentar"?
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Del sexo y otros vicios
Genç Kız Edebiyatı[AVISO: contiene escenas sexualmente explícitas, así como menciones directas al machismo y otros problemas sociales. Lee bajo tu responsabilidad] Pausada _________________________________________ Cuando no existe un malo en la historia, ¿a quién le...