Capítulo 14

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Capítulo 14

Cuando retomo la consciencia me siento muy mareada.

Un olor muy fuerte penetra mis fosas nasales, provocando que yo pueda volver a mí. Siento como el intenso aroma arde en oleadas en el interior de mi nariz. Mis párpados me pesan y no soy ni un poquito capaz de abrirlos, por más que lo intente. Estoy tan desconcertada y adormilada que no logro pensar en algo lógico, no puedo llegar a formular una frase coherente.

Mi cuerpo está en una posición horizontal y al agudizar un poco más mis sentidos siento algo blando debajo de mi cuerpo, ¿estoy en un sillón o en una cama?

De pronto la realidad me golpea con fuerza y mis ojos se abren sin mayor esfuerzo de golpe. No logro entender si soy yo o en realidad no hay luz, porque no soy capaz de ver absolutamente nada por más que parpadeo. ¿Qué me pasó? ¿Dónde demonios estoy?

Ouch, mi cabeza me duele demasiado.

Me siento rápidamente y descubro que estaba recostada sobre una cama. Problema número uno: ésta no es la cama de mi piso. Problema número dos: no recuerdo absolutamente nada, no sé dónde estoy y no reconozco aquel lugar. Problema número tres: mi cabeza está sometida a un dolor palpitante, y estoy muy segura que en cualquier momento me explotará. Problema número cuatro: Eddie.

Mierda, mierda, mierda y más mierda. ¡Estoy jodida!

Los últimos recuerdos comienzan a llegarme a la mente como flashes, uno tras otro, rápidos y sin ser muy precisos. Veo únicamente imágenes y poco a poco mi mente comienza a trabajar y recordar.

Yo en un bar, yo con Cassie, yo con Zac, Caleb Sallow, yo entrando en el baño de mujeres, y sosteniendo entre mis manos una cartera marrón.

Intento levantarme torpemente, y fallo. Mis piernas no me pueden sostener y me caigo estrepitosamente, mi cuerpo se estampa crudamente sobre la dura madera del suelo. Ahogo un grito de dolor y gimo.

De pronto escucho pasos, pasos presurosos y antes de que yo logre si quiera reaccionar la puerta de la habitación se abre de golpe. La luz proveniente del pasillo me ciega.

Esta escena me resulta muy familiar, y sé que lo que viene después de esto no me va a gustar para nada.

Siento un par de manos alrededor de mi cuerpo, dejo de sentir el suelo debajo de mí y él me pega a su cuerpo. ¿Por qué no puedo ver nada? ¿Qué me hizo?

Intento gritar, pero no sale ni un ruidito de mi boca. Intento golpearlo con todas mis fuerzas pero mis brazos no reaccionan, yo no tengo control sobre mi cuerpo. Estoy empezando a entrar en pánico de verdad.

Miles de pensamientos cruzan de manera fugaz mi mente, y todos tienen algo en común, él: Eddie Dankworth.

No sé como es que lo logro, pero mis párpados ceden ante la presión y se abren torpe y lentamente. No soy capaz de ver nada en concreto, pues todo a mi alrededor son luces cegadoras y formas borrosas.

Mis ojos viajan lentamente a la cara de la persona que me sostiene entre sus brazos. No estoy segura de querer verlo, no quiero aceptar aún que él ha ganado de nuevo, no quiero aceptar que él ha vuelto.

La luz que se logra filtrar por la puerta me ayuda a poder distinguir ciertas cosas, pero cuando mi vista al fin encuentra su rostro, me sorprendo. No hay gafas, tampoco hay pecas y mucho menos ojos azules.

¡Me siento tan aliviada! ¡Quiero llorar de la emoción!

Y como si fuera arte de magia mi cuerpo reacciona inmediatamente y suelto un suspiro lleno de alivio.

—Hola, dormilona —su voz ronca retumba en mis oídos y me mira fijamente.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora