Capítulo 22
Empieza ya a gotearme la frente, las finas gotas de sudor recorren los laterales de mi rostro, enmarcándolo, mi cabello se pega a mi nuca y mi cabeza está a punto de estallar, comienzo a marearme de verdad.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta Cassie, observándome de reojo y sirviendo palomitas recién hechas en un bote.
—Sí, sólo estoy algo aturdida —sacudo mi cabeza y vuelvo mi vista hacia el frente, termino de servir el refresco sabor naranja en el vaso y lo entrego al cliente.
—No te preocupes, la última función comienza en veinte minutos, media hora más y nos podremos ir.
Intento sonreír ante la idea, pero no creo ser capaz de aguantar un sólo segundo más ahí dentro. Mis piernas me exigen a gritos un pequeño descanso y mis ojos piden piedad, creo que caeré rendida en cualquier momento.
Continúo mi tarea y atiendo con la peor de mis sonrisas a los últimos clientes, la fatiga que siento es casi indescriptible, y las cosas empeoran al recordar que tendré que tomar el autobús para regresar a casa. Odio esperar y hacer fila para el camión, es lo peor.
Media hora más tarde, camino feliz entre las solitarias calles de Pinewood. Una helada brisa que se mezcla con la serenidad del ambiente logra filtrarse entre la tela de mi ropa hasta llegar a mi piel, causándome un escalofrío. Doy un leve respingo y continúo caminando, sin embargo, aprieto un poco más el paso con la esperanza de llegar lo antes posible al apartamento.
Parece como si la noche fuese mucho más intensa. Una oscuridad atroz reina la ciudad, y la luna, tan grande y brillante logra crear una especie de melancolía al paisaje, es precioso. Me hubiera gustado capturar el panorama si trajera conmigo un celular. Siguiente prioridad: conseguir un celular básico.
He perdido el último maldito autobús, porque resulta que cuando llegué a la parada no había ni un alma deambulando por ahí. No sé porque es que he perdido el camión, no me he retrasado casi nada. Sin perder más el tiempo he optado rápidamente por caminar, no quiero que se me haga mucho más tarde.
Estoy a dos cuadras de llegar a casa cuando unas risas irrumpen la parsimonia de la noche. Mi cuerpo se contracciona por un segundo, me ha tomado por sorpresa aquello. Velozmente vuelvo a enderezarme y continúo mi camino. Las risas prosiguen pero decido ignorarlas. Estoy a la mitad de la cuadra cuando una voz grita varias cosas que en realidad no entiendo porque no he puesto atención.
—¡Oye! —grita alguien a lo lejos, suena a algo así como una voz áspera y potente.
Nunca creí que se tratara de mí hasta que vuelven a gritar.
—¿Eres sorda? ¡Te estoy hablando, chica del cine! —la misma voz invadiendo de nuevo la tranquilidad de la atmósfera.
—Ahora no —murmuro enfadada, lo suficientemente bajo para que no logren escuchar lo que he dicho.
—¿Por qué no vienes un rato? La estamos pasando a poca madre y seguro que un porrito no te vendría nada mal eh, ¿qué dices? —es una voz distinta esta vez, mucho más aguda que la anterior.
Sin pensarlo más, aprieto el paso, casi estoy trotando. Sólo una cuadra más. No quiero cruzar palabras con ninguno de los imbéciles drogados que están intimidándome, ahora no.
—¿De qué huyes? —una mano fría me toma de manera energética el hombro. Esto provoca que mi cuerpo se desestabilice por completo, haciéndome caer al suelo. Maldigo en susurros y contengo un suspiro. Tengo que tranquilizarme si no en cualquier momento seré capaz de estamparle una cachetada al imbécil que ha provocado que me cayera. Sin embargo, no me quedo cayada.
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Obsesión
Misteri / ThrillerNo corras, él es más rápido. No huyas, sabe donde estás. No te ocultes, él puede verlo todo. No grites, nadie puede escucharte aquí.