-Señora, para serle sincero, realmente no sé cómo este coche ha llegado tan lejos.
Riley Holliday se mordió el labio y escuchó al atractivo moreno al otro lado del mostrador del garaje, mientras él le explicaba los problemas de su automóvil en tecnicismos mecánicos con acento irlandés.
Ella se había detenido para poner gasolina en ese pequeño y sucio pueblito campesino hacía dos horas, y su coche se había negado a continuar cinco minutos después de eso. Había recorrido cien metros cuando una enorme nube de humo blanco había salido de su tubo de escape, y el coche había petardeado hasta quedarse inmóvil.
Afortunadamente, la gasolinera era una parte del único taller de reparaciones del pueblo, O'Keefe Gasolina y Arreglos. Dos de los hombres habían salido de inmediato para echarle un vistazo. El tercero, éste con el mono bordado que proclamaba que era ― Harry‖ le había dado un vale para que fuera al otro lado de la calle, a la cafetería y bar de menús a tomarse un café y un trozo de pastel mientras ellos revisaban cuál era el problema de su coche.
Ella sabía que no iba a ser nada bueno. Había estado cuidándolo por una semana. Parar para arreglarlo era un lujo que no se podía permitir.
-El motor está ahogado — dijo Harry. — Tiene tres correas a punto de romperse, el radiador pierde y también los frenos; las transmisiones y el aceite... en varios sitios. Y eso no es lo peor, en realidad. Pierde gasolina, además. En el silenciador. Para serle sincero, es usted afortunada de no haberlo hecho explotar. Y, si no le importa que le pregunté, ¿Qué demonios ha estado haciendo? ¿Conduciendo a través de campos minados? Los bajos del coche están hechos polvo.
Ella sonrió débilmente y se empujó el flequillo mientras suspiraba.
-Bien... mierda... Tiembla como un loco cuando le pongo la segunda, podría añadir también.
-Puede que tenga que ver con el escape — dijo él.
El miedo se instaló en su estómago. La factura iba a ser inmensa. Ella tenía dinero – no era eso – pero acceder al mismo podría alertarlo a él y no había llegado hasta tan lejos para levantar un banderín que gritara: ¡estoy aquí!
Desafortunadamente, no tenía elección.
-¿Cuánto me va a costar? — preguntó.
-Todavía tengo que calcularlo todo junto. Francamente, no estaba seguro que quisiera reparar un cacharro tan viejo. Así por encima, calculo que unos cuatro.
-¿Cientos? — Eso podía permitírselo. Llevaba ese dinero consigo.
-Miles.
-De acuerdo... — ¡Bien, por el saco! Había conducido a través de todo el país, sólo para avisar a esa rata bastarda en Carolina del Norte donde estaba exactamente.
-Ya que las reparaciones son tan grandes, tendré que facturar las piezas antes del trabajo, y luego cobrarle la mano de obra y otras cosillas que puedan surgir.
-¿Aceptan Mastercard? — Ella golpeaba el mostrador con una uña pintada de rojo hasta que se dio cuenta que estaba descorchada y la escondió en el bolsillo del pantalón. Oh, cómo extrañaba esos cuidados. Bueno. Unos días más y estaría otra vez con todos los lujos a su disposición y segura lejos de él.
Buscando entre las tarjetas de su cartera, se la pasó a través del mostrador a Harry. Con un poco de suerte, harían las reparaciones rápidamente y podría escapar antes de que el gilipollas de su ex llegará trotando tras ella.
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Les Pertenece a Ellos - Daly way 1
RomanceHuyendo de su pasado, Riley Holliday se siente morir cuando su viejo coche se descompone en el medio de la nada. Ella pronto descubre que su ex ha logrado bloquear sus tarjetas de crédito, sus cuentas e incluso su teléfono celular, en un intento de...