MEJOR

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Pude haber sido yo, pero dejaste un loco enamorado

Buscando un beso tuyo en la estación

Y no hay peor desgracia que extrañar lo que nunca pasó

Las espaciadas y esperadas reuniones entre amigos se convirtieron en espaciadas y esperadas llamadas por Skype, las charlas de horas se acortaron a minutos por la asquerosa diferencia horaria que había entre ambos y el cansancio que evidenciaban sus cuerpos cada que intentaban entablar una conversación fluida y los abrazos que se dedicaban cada que alguno de los dos lo necesitaban habían mutado en mensajes o llamadas cargadas de palabras sentidas pero carentes de contacto, cosas que hicieron a su amistad quebrajarse sutilmente. Pero, sin embargo, nada de eso provocó que su confianza y necesidad por el otro se rompiese, por lo que seguían siendo los mismos mejores amigos de siempre solo que con unos cuantos kilómetros de distancia separándolos; ambos acudían al otro sin pensarlo cuando necesitaban algún tipo de consuelo y consejo, por lo que Samuel no dudó ni un instante cuando prendió su portátil y, con lágrimas en los ojos, entró a la aplicación de video llamada para poder ver a su amigo.

Los dos años que había pasado junto a David en aquel país habían terminado finalmente y necesitaba de su mejor amigo para no ahogarse en su propia angustia.

Samuel sollozó mientras esperaba ver el ícono de su amigo ponerse en verde, dejando que las lágrimas mojasen sus mejillas con rapidez y limpiaran un poco su lastimado y quebrado corazón, el cual latía con dolor al tener un par de mariposas aun queriendo animarlo. No entendía como todo podía ir tan bien y, repentinamente, tan mal, pero sabía que gran parte de todo lo que estaba sufriendo era su culpa, suya y todo aquello que jamás pudo dejar de lado. David, luego de años de noviazgo y una vez se fortaleció lo suficiente para hacerlo, decidió romper con Samuel y volver por donde había venido, dejándolo solo y con el alma destrozada, dolido no solo por el abandono sino por la cantidad de lágrimas que había visto al contario derramar por su culpa. Samuel jamás se había sentido pleno estando junto a David y este lo había notado luego de varios años intentando ignorarlo; el doctor lo amaba, realmente lo hacía, pero él jamás sería Guillermo, y eso era algo que David simplemente no podía seguir soportando.

Los ojos de Samuel analizaron con velocidad su habitación y se encontraron con el mueble de la ropa aún abierto y con la mitad vacía, cosa que lo hizo sollozar con aun más intensidad. ¿Por qué no había podido simplemente matar aquellas mariposas que sentía cada que veía a Guillermo y sentir la misma cantidad por David? Él lo quería, lo había ayudado mientras terminaba sus estudios y había estado para él desde el comienzo, pero sin embargo el jamás pudo sentir tanto por él... jamás pudo corresponder completamente a su amor, y eso lo hacía sentir la peor mierda de todas.

El pequeño circulito que acompañaba el nombre de Guillermo en la pantalla se pintó de verde de un momento al otro y, tan rápido como lo notó, Samuel pulsó el botón que le permitía hacer la video llamada, ansiando extremadamente poder hablar con su amigo. Necesitaba escucharlo decirle que las cosas estarían bien y que pronto podría volver a abrazarlo, realmente lo necesitaba. Varios segundos después la pantalla cambió y mostró una imagen femenina del otro, la cual sonreía con amplitud y mostraba un par de orbes brillosos y plenos, completamente distinto a como estaban los de Samuel.

-¡Samu!- saludó la chica, desconcertando completamente al doctor -¿Samuel?- preguntó Cristina al notar que la pantalla se había puesto en negro de un momento al otro.

Su imagen estaba demasiado rota como para que alguien más además de su mejor amigo lo viese, por lo que cubrió la cámara de su portátil con uno de sus pulgares, secó sus lágrimas con la mano restante y fingió una sonrisa antes de volver a mostrarse, ocultando momentáneamente su dolor ante la que lo veía.

-Ey, Cris- achicó los ojos al sonreír -¿Cómo has estado?

-Bien...- la chica disminuyó su evidente felicidad y miró con cautela la imagen en su pantalla -¿Y tú?- continuó con preocupación.

-Bien, bien- relamió sus labios y luchó contra el nudo en su garganta –Solo algo cansado por el trabajo y todo eso.

-¿Has dormido bien estos días? Tienes los ojos rojos.

-No, la verdad es que no- mintió, utilizando el comentario de su amiga a su favor –llevo días sin dormir... ¡pero estoy bien!- anunció ensanchando otra sonrisa falsa –Solo es cansancio, se irá en cuanto pueda dormir- o cuando recomponga mi corazón, pensó -¿Guillermo?

-Está preparando la mesa para que cenemos- sonrió con la misma felicidad que antes.

-Oh, entonces puedo llamarlo más tarde...

-¡No, espera! Queremos contarte algo... espera ahí- la chica desapareció de la pantalla, dejando a Samuel con la duda, y segundos después apareció junto con Guillermo, quien parecía estar radiante del otro lado de la pantalla. El de ojos rasgados saludó a su amigo con un gesto con su mano y Samuel respondió de la misma manera, sintiendo la angustia volver a llenarle el pecho; necesitaba terminar con esto pronto y poder hablar con su mejor amigo –Vale, ¿cómo lo decimos?- preguntó la chica mientras miraba a su novio, quien cambió su expresión al pensar –Eres el primero en saber esto, por cierto.

-Que honor- contestó el doctor con chispas de diversión queriendo aparecer.

-¿Puedo decirlo yo?- preguntó Cristina y Guillermo sonrió ante la insistencia de la chica, asintiendo luego de algunos segundos –Bueno... a la cuenta de tres lo mostramos, ¿vale?- el chico a su lado volvió a asentir y Samuel a sentirse confundido –Uno, dos... ¡tres!

Ambos alzaron su mano izquierda frente a la cámara y revelaron lo que, por lejos, terminó de destrozar la poca voluntad que quedaba en el cuerpo de Samuel; dos anillos idénticos brillaban en sus respectivos dedos anulares, refregándose una y otra vez contra sus lastimados sentimientos.

-¡Nos casaremos!- anunció la chica finalmente y Samuel no pudo seguir fingiendo felicidad –Y queremos que seas el padrino de nuestra boda.

Guillermo frunció el ceño del otro lado al notar la expresión de su amigo y, antes de poder preguntar qué estaba pasando, Samuel cerró su portátil y se echó a llorar descontroladamente, dejando que toda su angustia se escurriese por sus mejillas y se escapase con sus gritos ahogados y sus sollozos.

Había perdido a David y ahora también a Guillermo, ¿qué más podía pasar?

Consejo de amor [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora