No me obligues a disimular que quizá no te vi si te veo
Porque sabes que lo prometí, aunque si yo fuera tú, no me creo
Si me toca borrar cada marca que a ti te dejaron sus besos
Yo prefiero escribirles encima con los que faltan de los nuestros
Los años pasaron y la amistad entre Guillermo y Samuel, la cual había nacido aquella mañana en el jardín de infantes, creció hasta volverse un lazo fuerte e irrompible, en algo que los unía como no lo hacía con nadie más. Eran como guerreros que peleaban codo a codo, defendiéndose de todo mal y acompañándose cada que el otro lo necesitaba, demostrando así que, a pesar de tener tan solo diez años, no había nada más importante que su amistad; Guillermo era el todo de Samuel y Samuel era el todo de Guillermo y eso nadie podía negarlo. Tanta era su complicidad y afinidad el uno con el otro que resultaba extraño encontrarlos separados o alejados el uno del otro, por lo que cuando Guillermo entró corriendo a la residencia Díaz y se encerró en su habitación dejando a Samuel solo en el patio aquella tarde de juegos, la madre del niño se sintió extrañada; su hijo jamás dejaba solo a su mejor amigo y menos si este estaba en su casa. La mujer dejó de revolver la mezcla de los pastelillos que estaba preparando, se quitó el delantal y salió de la casa para acercarse a Samuel, quien se mantenía sentado sobre el césped con los brazos cruzados y los juguetes desparramados.
-¿Qué pasó, pequeño?- preguntó con preocupación y sorpresa por la situación.
-Guillermo se enojó conmigo- contestó con la voz entre compungida y enojada –Solo le quería poner David a uno de nuestros juguetes y el no quiso- la mayor frunció el ceño confundida.
-¿Se enojó por eso?
-¡Si! Dijo que era un nombre feo y yo le dije que no, que era bonito y que las personas buenas lo llevaban, como nuestro compañero- pausó y la mujer se sintió aún más confundida –También dijo que David es malo y yo le dije que no lo es...
-Vale...- habló la mujer con notable confusión, evidenciando que no entendía para nada la actitud de parte de su hijo –Iré a hablar con él, ¿sí?- Samuel miró a la mayor por primera vez y reveló sus ojos lagrimosos pero firmes –No te preocupes, yo arreglaré esto.
La madre del pequeño Díaz acarició superficialmente la cabeza de Samuel y volvió a la casa dirigiendo sus pasos directamente hacia la habitación de su hijo, la cual parecía haberse cerrado más de lo que podía por el portazo que anteriormente había sufrido. Abrió la puerta y, con cautela, se adentró mientras esquivaba un par de juguetes que estaban esparcidos por el suelo y por los cuales regañaría al niño en cuanto pudiese arreglar las cosas entre él y su amigo. Guillermo, por su parte, abrazaba con fuerza su almohada e intentaba no lloriquear mientras ocultaba su rostro en ella, cosa que no parecía conseguir y quedaba evidenciado en sus sollozos comprimidos.
-¿Cariño?- la mayor se sentó en el borde de la cama y acarició con cuidado la espalda del más chico, sintiendo como estaba subía y bajaba erráticamente -¿Qué pasó con Samuel?- preguntó directamente, causando que el contrario se aferrara aún más a su almohada.
-Es un tonto, mamá- susurró y la mayor abrió los ojos con sorpresa; nunca había dicho nada malo de Samuel desde que se conocían -¡Quería ponerle el nombre de un niño de la escuela a nuestros juguetes! Eso no está bien.
La mujer estaba realmente confundida; no entendía como su primera pelea podía ser por algo tan tonto como el nombre de sus juguetes.
-¿Qué tiene de malo el nombre?
-¡Que es del nuevo amigo de Samuel!- Guillermo destapó su rostro y miró a su madre con el ceño fruncido y un par de lágrimas en sus mejillas –No quiero que uno de nuestros juguetes lleve el nombre de uno de sus amigos.
La mujer rio al entender, finalmente, de que iba realmente la pelea... Guillermo estaba celoso.
-No tiene nada de malo que Samuel tenga otros amigos- habló la mayor mientras limpiaba las lágrimas del rostro de su hijo –Es como si él se enojara porque eres amigo de Alex, el vecino- el pequeño disminuyó su ceño fruncido y apartó la vista –Pero él va a cambiarme por David y me dejará solo... no quiero que haga eso.
-¡Samuel no haría eso!- acotó su madre divertida –Son mejores amigos desde que son pequeños, ¿por qué crees que pasará eso?
-¿No pasará?
-¡Claro que no!- Guillermo dejó de abrazar a su almohada y se sentó junto a su madre, observándola con cuidado –Llegarán millones de personas nuevas a sus vidas y muchas lo harán para quedarse, pero ninguno ocupará tu lugar en la vida de Samuel, como tampoco nadie ocupará el lugar de Samuel en tu vida- pausó –Él nunca te dejará solo, cariño, no tienes por qué temerle a eso.
Un leve golpe a la puerta entreabierta interrumpió la conversación madre e hijo, develando a un Samuel preocupado y con las mismas lágrimas que Guillermo llevaba en sus ojos. El dueño de casa saltó de la cama y corrió a brazos de su mejor amigo, el cual lo recibió sin pensarlo.
-Lo siento- dijo Samuel mientras sorbía por la nariz –No es necesario que le pongamos David al juguete.
-Podemos ponerle ese nombre, no importa- acotó Guillermo para separarse -Pero no volvamos a pelear.
La mayor sonrió con amplitud al ver a los dos niños, satisfecha de que su hijo tuviese una amistad tan sincera y pura como la tenía con Samuel.
Guillermo y Samuel no podían estar separados a pesar de que comenzasen a existir celos entre ellos.
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Consejo de amor [Wigetta]
Fanfic//HISTORIA FINALIZADA// Pude haber sido yo el que a tu lado siempre se despierte, pero el futuro nunca nos llegó. Me prometí que nunca iba a perderte y no sé qué pasó. Pude haber sido yo... si tú tan sólo me hubieras pedido un consejo de amor ~~~~~...