Los nombres de los personajes

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Uff. 

De verdad quiero pasar ya a lo que me interesa, que es la parte de la personalidad, pero cada vez que pienso en hacerlo, recuerdo otros aspectos que no tendría sentido mencionar después y tengo que volver a adentrarme en cosas como esta: los nombres.

Confieso que la idea para esta entrega me vino a partir de un mensaje privado que me envió LovelyBook765 y que tardé casi tres meses en responder (lo siento mucho, mucho, es que casi no me metía a Wattpad 😵), en el que me preguntaba acerca de este tema.

Y me pareció que quizás más personas puedan tener problemas en esta área, así que, ¿por qué no hacer una entrega breve sobre los nombres de los personajes?

En principio, tú eres el/la creador/a de tu historia y de sus personajes, así que puedes hacer lo que te venga en gana. Pero hay ciertos parámetros que no te vendría mal considerar, incluso si luego piensas hacer lo contrario a lo que expongo aquí. Todas las decisiones son exclusivamente tuyas y estos son sólo consejos que considero que quizás te puedan ayudar.

Pero bueno.

Vamos a comenzar con algo sencillo: las iniciales. ¿Por qué? Porque un consejo muy importante que he leído es que trates, en lo posible, de no tener dos personajes cuyos nombres empiecen por la misma letra.

Verás, nuestros cerebros tienden a quedarse pegados en la primera letra de los nombres, y tener dos que empiecen igual puede causar que los lectores se confundan.

¿Es esta una regla inquebrantable?

En absoluto. 

De hecho, hay factores que atenúan el factor de confusión.

Pongamos de ejemplo que quieres usar a un personaje llamado Rodrigo y a otro llamado Ramiro. Comenzamos mal porque ambos empiezan con R, ambos tienen tres sílabas, ambos son palabras graves y suenan bastante similares. (Lo que me trae a que, si vas a usar la misma inicial, intenta, al menos, que los nombres sean tan distintos como sea posible, como Romualdo y Remi). Pero, hala, Rodrigo y Ramiro serán estos dos para el ejemplo. 

Si ambos son personajes secundarios con más o menos las mismas características, por ejemplo, son hermanos, (o peor, ¡gemelos!), son los dos mejores amigos del antagonista y cumplen más o menos la misma función... ahí es alerta roja 🚨, los lectores los confundirán todo el tiempo, se preguntarán cuál era cuál y no les darán demasiada importancia.

En cambio, si Rodrigo es el protagonista de la historia y Ramiro es un personaje secundario, es menos probable que se confundan porque Rodrigo es al que seguimos todo el tiempo y el que sólo aparece de vez en cuando es el otro.

Otros atenuantes incluyen si los personajes son completamente diferentes el uno del otro (uno es un niño de once años y el otro es un adulto de treinta y seis). O si uno de los personajes cuyos nombres empiezan por la misma letra es hombre y el otro mujer. Rodrigo y Rebeca, por ejemplo. O si son de especies distintas, por ejemplo, Rodrigo es un vampiro y Ramiro es un hombre lobo. Creo que ya se entiende la idea, pero recalco: cuanto más similares sean los nombres de dos personajes, más diferentes han de ser entre sí, para no arriesgarnos a que los lectores los confundan.

Dicho todo eso, pasemos a la coherencia. Oh, la coherencia. Esa bendita cosa que tenemos que tener en cuenta para absolutamente todo...

¿Qué tiene que ver con los nombres?

Bueno, pensemos primero en el espacio. Si estamos ambientando una historia en Estados Unidos, los nombres de los personajes han de sonar estadounidenses (a menos que se explique que eran extranjeros). Ya sabes: Peter, Logan, Jane, Barbara. No tiene sentido que vivan en California, sean estadounidenses rubios de ojos claros y se llamen Takeru, Tomoki, Sakura y Kiyoko. 

El arte de construir buenos personajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora