CAPÍTULO 5: VIAJE EN MONORRAIL

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Después de asegurar todos los vagones, en los cuales tuvimos que eliminar o lanzar por las puertas a unas cuantas cosas de esas, volvimos al primer vagón y allí nos sentamos, después de ordenar a la Piloto que no fuera muy rápido, ya que quería tener el tiempo suficiente para pensar un plan y reorganizarnos.

—Venga equipo, recuento de munición —ordené.

En silencio, no pusimos a sacar y meter cargadores y contar, el único sonido que se escuchaba era el de nuestras armas y objetos. Al cabo de unos minutos...

—A ver —dije— ¿Qué tenemos?

—Me quedan 5 cartuchos de escopeta, el resto no lo he tocado — respondió la Demoledora.

—Yo igual —dijo Fortachón.

—A mí no me quedan cartuchos de escopeta y he utilizado veinte balas de la pistola —dijo la Escapista.

—A mí tampoco me quedan cartuchos de escopeta y he gastado treinta balas del subfusil —añadió el Estratega.

—A mí me quedan diez cartuchos de escopeta, pero he gastado cincuenta balas del subfusil —respondió por su lado Matamentes.

Uno por uno fueron hablando. Al final nos quedaban entre todos unos cincuenta cartuchos de escopeta y prácticamente toda la munición del resto de las armas. Podíamos ir peor. Repartí los cartuchos dando cinco a cada uno del equipo. Aun así... las escopetas habían resultado las armas más efectivas contra esas cosas, que solo tuviéramos cinco cartuchos por cabeza no me gustaba.

—Debemos reservar la escopeta para emergencias —ordené—. De momento será mejor que vayamos equipados con la pistola y demos tiros certeros. No nos queda otra si queremos sobrevivir.

El equipo hizo caras largas.

—Venga, ánimo equipo. Seguramente ya ha pasado lo peor —dije, aunque sin mucho convencimiento—. En unos cuantos minutos llegaremos al centro, resolveremos este asunto y a descansar. Hace tiempo que tengo una botella de tequila guardada esperando la ocasión. En cuanto regresemos, os invitaré a un trago.

En ese momento callé en seco. El gobierno nos estaba escuchando y no era muy legal que yo tuviera esa botella. Mantuve la respiración esperando que me dijeran algo, pero...

—Ahora que lo pienso —murmuré—, ¿alguien sabe algo de la representante del gobierno desde que nos habló en los campos?

—Negativo capi —dijo la Escapista.

No hizo falta que el resto dijera nada, vi en su cara la negación. La verdad es que todo había pasado relativamente tan deprisa que no había llegado a ser consciente de nuestra desconexión del mundo exterior. Estaba más pendiente de mantener con vida a mi equipo que de otra cosa.

—Puede que no llegue la emisión hasta aquí —dijo la Tecnóloga—. Hay que recordar que el gobierno no había podido contactar con nadie de dentro y solo habían conseguido escuchar ese mensaje. Ahora que lo pienso, puede que algo este interfiriendo en la conexión con el exterior.

—Puede ser —dije al fin, después de unos segundos de silencio.

—A mí me da lo mismo —dijo Fortachón—, no los necesitamos nosotros solos nos bastamos. ¿Verdad Demoledora?

—Di que sí Fortachón —apoyó ésta.

—Bueno, aun así, que nadie baje la guardia —respondí tajantemente—. Esta ciudad no parece segura.

—Eh, mirad esto —dijo Matamentes.

—¿Una revista? ¿En serio? —dijo Fortachón—. Joder Matamentes, no estamos aquí para leer jodidas tonterías de los jodidos habitantes de esta jodida ciudad. Seguro que está llena de jodiendas del tipo quien se lía con quien y cosas jodidamente absurdas.

NANOZOMBISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora