CAPÍTULO 10: DE VUELTA A LAS CALLES

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—¡Vamos, moveos! —gritaba mientras cubría a los rezagados de mi equipo disparando con el subfusil automático— ¡Os pesa el culo y como no espabiléis esas cosas hincarán sus dientes metálicos en ellos!

Habíamos estado descansando en el jardín de infancia, durmiendo por turnos todo lo que quedaba de día hasta la mañana siguiente. El motivo de nuestra espera fue que consideré que era mejor esperar a que se dispersara el humo de la explosión del tren y de paso aprovechar para descansar, no quería arriesgar a mi equipo a que murieran por falta de visibilidad y/o cansancio.

Poco a poco fue disminuyendo la intensidad de la luz y por las ventanas puede ver una especie de cielo estrellado. En Denbek se había simulado a la perfección el firmamento. Poco a poco la oscura noche pasó a una tonalidad más azulada y fue espectacular ver como los cables del techo habían emulado las tonalidades del amanecer, dando una magnifica salida del "sol".

En todo ese tiempo no habíamos tenido ningún contacto con los investigadores y fue también en esas largas horas de espera cuando nos dimos cuenta de que no nos habían subministrado alimento, así que tuvimos que salir del paso.

—¿Potitos de bebé? ¿Me estás diciendo que nos vamos a alimentar de jodidos potitos de bebé? —protestó Fortachón—. Soy un jodido adulto hecho y derecho y me dais comida de bebés?

—Bueno...— dijo la Escapista—. Siempre puedes no comer...

— No, no hay esa opción —intervine yo—. Aquí vamos a comer lo que tengamos a mano, no quiero que nadie desfallezca en el transcurso de la misión. Y si hay que comer jodida comida de bebé, se come y punto, es una orden.

No hubo más discusión, algunas caras raras, pero nada más. También comimos papillas y bebimos leche que encontramos por el local. Además, antes de partir rellenamos nuestras cantimploras con agua del grifo que al parecer estaba purificada.

En el mundo nuevo el agua era un bien que escaseaba, así que toda el agua utilizada retornaba a unos depósitos situados debajo de la ciudad y allí se depuraba, por lo tanto, toda la población de Denbek tenía acceso gratuito al agua, esa era una de las ventajas de vivir en esta ciudad. Así que mientras afuera se pegaban por un mísero vasito de agua, aquí dentro solo tenían que abrir el grifo para consumirla sin límites.

Dejé que mi equipo se entretuviera jugando con los juguetes de los críos, era gracioso ver a adultos uniformados y cachas jugando con juguetes de bebés y niños. Pero no había otra, las esperas eran duras y mientras no hicieran mucho ruido jugando no me importaba.

—¡Joder ¡He vuelto a perder! —gritó Fortachón—. Esto no puede ser.

—Tienes un mal perder hombretón —dijo la Demoledora, la cual había ganado a Fortachón jugando a las damas.

—Chist, no gritéis —dije yo, después de advertir que una de esas criaturas metálicas miraba hacia aquí y estaba pendiente de lo que ocurría—. Podéis llamar la atención de cosas indeseables.

—Lo siento capi — dijo Fortachón rojo.

La criatura se quedó un rato observando nuestra posición, pero al cabo de un tiempo se cansó y prosiguió su avance. Seguramente, debido al ruido y el humo de las explosiones, no sabían que todavía andábamos por allí. Esperábamos que no nos descubrieran antes del amanecer.

Ya de día, sin haber podido contactar de nuevo con el laboratorio, decidí que no podíamos demorar más la espera y nos dispusimos a avanzar hacia nuestro objetivo, el edificio central de la ciudad. Esperaba que una vez allí pudiéramos recuperar el contacto con Abril y Takada.

Hicimos otra vez recuento de balas y repartición de estas. Cartuchos de escopeta a penas nos quedaban, habíamos utilizado unos cuantos en la refriega después de caer del monorraíl y otros tantos en la lucha contra los bebés metalizados, así que decidí que el equipo entero fuese armado con los subfusiles, para así ir disparando ráfagas a nuestros enemigos, aunque consumiríamos muchas balas.

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