CAPÍTULO 16: SELLADO DE PUERTAS

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El ascensor se detiene con un brusco movimiento cuando llega a su destino. Las puertas se abren y me muestran un oscuro pasillo con las luces de emergencia encendidas.

—Aquí estamos —murmuro—, ahora a poner punto final a esta historia.

Avanzo con el ceño fruncido atento a cualquier movimiento sospechoso. Delante de mí aparecen un par de nanozombis que empiezan a aullar con rabia, pero ésta no se puede comparar con la que yo siento contra estas criaturas que me han arrebatado a mi familia. Allí en medio de la semioscuridad metálica que envuelve el pasillo del laboratorio aprieto el gatillo de la escopeta. El disparo efectuado contra uno de los dos nanozombis alcanza el pecho de este y un chorro de sangre oscura sale de la herida producida en la poca carne que queda en ese ser que viste una bata blanca. Ese único tiro es suficiente para acabar con él. Me he dado cuenta de que a medida que avanzo hacia el centro de la ciudad mis enemigos tienen más parte metal y menos orgánico. Esto es debido a que el foco de infección y los primeros en padecer sus consecuencias fue el centro de la ciudad, por tanto, cuanto más cerca estoy del origen de este embrollo menos de humano queda en mis enemigos. En este momento entiendo el miedo de Ella, aquí no tiene una defensa tan férrea como la que tenía fuera o en el perímetro de la ciudad. Aquí dentro sus siervos, sus abejas obreras, no están en las suficientes condiciones físicas para aguantar mucho más y noto que ya se ha dado cuenta de que debe hacer nanobots más resistentes si quiere ganar a los humanos, pero no la voy a dejar desarrollar su plan.

Vuelvo a apretar el gatillo antes de que el primer nanozombi desaparezca para eliminar al segundo. Este nanozombi salta, esquivando el tiro y se pone lo bastante cerca de mi como para que pueda percibir el olor metálico que emana de ese ser. Levanta su brazo para atacarme con sus afilados dedos que más bien parecen cuchillas.

—¿A dónde vas? —le digo apuntando a su barbilla y disparando, haciendo que su cabeza estalle.

Avanzo por más y más pasillos y llego a una especie de plataforma de carga y descarga, no veo allí nada más, así que me acerco a los paneles de control y los pulso. La plataforma se pone en movimiento y empiezo a descender a los niveles más inferiores del laboratorio.

—Sigue así —me dice Abril—, no estás muy lejos. Aunque el laboratorio es inmenso las zonas de seguridad están cerca. Un poco más y podrás sellar las puertas de manera permanente. Te envío las coordenadas.

Mientras la plataforma desciende, otros cinco enemigos, no sé de dónde, caen encima de la plataforma, en un intento de acabar conmigo. Noto como Ella está llamando a todos los que encuentra para que vengan a darme caza.

Una lluvia de chispas sale de la barandilla después de que dispare con la escopeta, empujando con el impacto a un nanozombi que cae al vacío. Rápidamente vació la escopeta disparando sin parar. Los cuatro enemigos restantes han muerto.

Pero sin que me dé tiempo a recargar la escopeta aparecen siete enemigos más y saco el subfusil automático. Retrocedo un poco y tropiezo con una caja de herramientas que hay tirada por el suelo.

Me caigo de culo al suelo de la plataforma, pero sin dejar de apuntar a mis enemigos los acribillo ráfaga tras ráfaga. Despejada la zona espero impacientemente a que el transporte llegue al suelo.

Bajo de la plataforma. Me encuentro en una especie de estancia quirúrgica, hay restos de sangre seca y de animales disecados y abiertos por la mitad. Al parecer allí era donde estaban trabajando con las abejas zombificadoras, pero no solo eso, hay criaturas mutantes y muchas más cosas que no consigo deducir que son o para que están ahí.

Escucho un ruido de pasos cerca de mí y veo a un nanozombi incrustando sus dientes en una de las arañas gigantes, luego hace lo mismo con otras criaturas que hay por allí. A los pocos segundos los cuerpos inertes de esos animales e insectos de características anormales empiezan a moverse.

NANOZOMBISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora