CAPÍTULO 7: CHICHARRONES DE ALEACIÓN

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—¡Intrusos! ¡Intrusos! ¡Quedaos quietos hasta que lleguen los oficiales de seguridad, si no tendremos que reduciros! —Nos ordenaron sendas voces robóticas detrás nuestra. Se trataban de dos robots de seguridad, a los cuales comúnmente les llamábamos seguratas. Estos robots se pusieron de moda hacía unos años para utilizarlos como medidas de seguridad, pero su elevado coste y mantenimiento hizo que no hubiera muchas unidades, supuse que allí en Denbek la vida era diferente.

—Tecnóloga, desactívalos inmediatamente —ordené—, no quiero que atraiga a cosas indeseables a nuestra ubicación, bastante tenemos ya.

—A sus órdenes Capi —respondió ésta.

La Tecnóloga saco una especie de esfera plateada y trasteó con ella. Era un invento único construido por ella, por eso intentábamos no utilizarlo en presencia de otros soldados o agentes del gobierno y en general evitábamos su uso delante de cualquiera que no fuera de nuestro equipo. Ese aparato era capaz de hackear lo impensable. Si algo no podía hackear esa bola, la única solución era hacer estallar los servidores con explosivos, ya que nada más construido por humanos podía hacerlo. En cuestión de segundos los robots se quedaron sin voz, se apagaron y sus brazos cayeron hacia el suelo.

—Por fin, un poco de tranquilidad —dije.

—Capi, algo se acerca —dijo el Radar.

—Y hasta aquí ha durado —murmuré de mala leche.

El Radar se acercó muy lentamente hacia una puerta que daba a una habitación situada a la izquierda. Toda la estancia en la que estábamos estaba absolutamente a oscuras. Solo podíamos ver los escasos metros que iluminaban nuestras linternas. Una sombra salió de la habitación arrastrándose muy lentamente con un brazo.

—Radar, vuélale la cabeza —dije sin darle más importancia a la situación.

—Pero capí... no, no puedo...—tartamudeó El Radar.

—¿Como que no puedes majadero? —grité— ¿Es que quieres que te ataque? ¡Vuélale la puta cabeza!

—Lo siento capi, pero es que. —dijo titubeante.

Me acerqué un poco más para ver qué pasaba y lo vi. Era un bebé de apenas un año que se acercaba al Radar arrestándose con un brazo metálico ayudándose de una pierna metálica. El brazo y la pierna orgánicos pendían flácidas de su cuerpo, sin fuerza alguna. Nos miraba sonriendo con una boca sin apenas dientes y media cara metálica. Rápidamente saqué el revólver, era capaz de no caer en trampas psicológicas de ese tipo y en el momento en que la criatura saltó hacia el Radar le volé la tapa de los sesos. La cosa esa se tambaleo en el suelo, pero al poco rato desapareció.

De la habitación de que había salido este primer bebe metálico empezaron a salir más y más.

—¿Pero dónde cojones estamos? —pregunté al aire.

— Capí fíjate —dijo La Escapista iluminando la pared—. Aquí pone "Jardín de Infancia pradera feliz"

—¡Estamos en una jodida guardería! —exclamó Fortachón.

—¡Calmaos todos! —ordené, ya sabía por dónde iban los tiros—. Esas cosas no son humanas, olvidaos de lo que veis y seguid vuestro instinto de supervivencia. Disparad sin contemplación.

Y para inspirarles empecé a disparar a esas cosas y a patearles las cabezas con mis botas. Una de esas criaturas calvo sus dientes en mi bota. Empecé a mover rápidamente mi pierna, zarandeando el bebé metálico hasta que se soltó y reventó contra la pared.

—Venga equipo, defendeos o morid. No hay otra.

Unos cuantos de mi equipo reaccionaron y empezaron a eliminar esta nueva amenaza, otros como El Radar se abstuvieron de luchar. Al final solo nos estábamos defendiendo Fortachón, La Demoledora, La Escapista, El Estratega y yo, únicamente la mitad del equipo.

De todas maneras, esas cosas no eran una gran amenaza, así que las destruimos finalmente a pisotones para ahorrar balas. Eliminamos un total de 50 bebés metálicos. Supongo que todos los que albergaba este sitio cuando pasó lo que sea que hubiera pasado. Vi a mi equipo conmocionado por la situación.

—Equipo tranquilos, no habéis hecho nada horrible —dije intentando tranquilizarles—. No eran bebés de verdad.

—Eso tu no lo sabes —dijo la Dibujante.

—Vamos a ver... ¿Desde cuándo los bebés saltan, muerden y golpean con brazos y dientes metálicos, haciendo gorgoteos, con sonido a lata, con sus bocas e intentando devorarnos? —argumenté—. Seamos lógicos, no nos dejemos engañar por nuestras emociones, o no sobreviviremos.

—Sí Capi —respondieron todos con un tono amargo.

Yo entendía lo que sentían, hasta hacía poco había bebés de todo tipo arrastrándose por aquí, pero eran enemigos y a los enemigos hay que eliminarlos, sean quienes sean. En este mundo si se quiere sobrevivir hay que luchar. Opino que, si se puede luchar por lo más justo mejor, pero no se me caerán los anillos si solo tengo que luchar por sobrevivir, aunque no sea moralmente aceptable mi decisión. El mundo está podrido y cuanta más mierda saque de él mejor. El planeta se merece que quitemos la escoria de aquí. Parecen contradictorios los dos argumentos que he dado, pero el ser humano es contradictorio y yo lo veo así. Egoístamente quiero sobrevivir y odio a la gente, que con su pasividad y su no hacer han dejado que los otros hayan abusado del planeta y lo hayan llevado al estado actual, un estado en el cual he tenido que luchar para sobrevivir día a día y la verdad es que ya estoy cansado de luchar. No soy un héroe.

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