6.

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Di dos toques a la puerta con cierta ansiedad, cuando nadie me abrió, volví a tocar más fuerte. 

Nada. 

Lo hice una tercera vez y una voz como de ave nocturna se escuchó al otro lado:

–¿Quién es?

El corazón me dio un vuelco y el estómago se me revolvió. ¿Quién era yo?

–Un vecino. –respondí con nerviosismo.

–¿Qué pasa?, ¿necesitas algo? –cuestionó sin abrir la puerta.

Necesito la seguridad y la paz de tu atardecer.

–Vivo... vivía en el edificio de enfrente y estoy en mi ventana todos los miércoles, cuando el sol comienza a ocultarse.

–¿Qué?

Escuché la perilla rodar y la puerta se abrió deteniendo el tiempo un segundo. Lo que ni siquiera me atrevía a soñar estaba ocurriendo. Ya no había metros de distancia entre nosotros, con dar un paso sabría a qué huele su perfume.

–Hola –le dije con una sonrisa.

–Hola.

Sus ojos estaban fijos en mí y no fui capaz de sostenerle la mirada, comencé a verme la punta de los zapatos y moverme con nerviosismo.

–Escucha, yo me voy a ir de aquí, muy lejos, a trabajar y vivir con una de mis tías. Pero no quería irme sin decirte que...

–¡Niña!, ¿qué haces en la puerta? –gritó una mujer mientras se acercaba.

Era una señora muy alta y con enormes ojeras. Frunció el ceño con molestia cuando me vio.

–¿Y tú quién eres? ¿Qué quieres? –me interrogó pasando frente a Mi Sol.

–Al parecer es un vecino, mamá –respondió ella, sin desviar sus ojos de mí–. Pensé que era el fontanero, su voz es casi igual, por eso abrí.

–¿Y qué buscas?

–Sólo quería hablar con su hija.

–¿Por qué?

–Es extraño... Pero ella entiende por qué.

–En realidad –intervino Mi Sol pasando nuevamente al frente–, no entiendo por qué me estás diciendo esas cosas. No sé quién eres. 

Una vez, cuando era niño, me golpearon muy fuerte en el estómago otros chicos. La sensación que me provocaron sus palabras fue la misma que aquel golpe, tal vez peor.

CrepúsculoWhere stories live. Discover now