PORT ANGELES

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Charlie terminó regresando con Bill y me devolvió a Jacob y aunque estábamos lejos los pudimos oír discutir, probablemente Bill le había expuesto a Charlie lo que opinaba sobre mi relación con Edward Cullen y los rumores que se extendían por la reservación sobre su familia, y a pesar del reciente desagrado por Edward de Charlie, él los defendió.

—No tenía ni idea de que se pondrían así —se excusó Jacob antes de volver a tomar su caña—, mejor me hubiera quedado callado.

—Igual debía pasar en algún momento.

Al medio día comimos pescado cocinado por Jacob en una parrilla improvisada con dos bloques, madera seca y una rejilla. Luego Jake y yo nos apartamos el resto del día para hacer nuestros deberes sentados en la parte trasera de su camioneta; yo tenía un trabajo sobre el retrato de Dorian Grey, y Jake una investigación completa sobre la revolución francesa.

Ese día llevamos a casa una abundante pesca ya que después de la discusión de nuestros padres se pusieron en competencia para ver quién era mejor, ninguno pudo comprobar quien había ganado porque les repartimos los peses de las cubetas en pares iguales, pero ambos juraban que el otro había perdido.

Llegamos al pueblo sobre las siete y media de la noche y los cuatro paramos en una cafetería a cenar hamburguesas, la cena fue tan amena y nos divertimos tanto que si, todos mis problemas se desvanecieron momentáneamente, como si el mundo entero fueramos solo nosotros; Bill y Charlie presumiendo con la camarera y Jake y yo haciendo la tontería del día probando cuántas papas con queso nos podíamos meter a la boca al mismo tiempo.

Fue cuando nos estábamos despidiendo y le ayudaba a Bill a subir a su camioneta que todo me volvió con un balde agua fría después de un sueño maravilloso.

—Aléjate de él, hijo —me susurro al oído—. No pongas en riesgo tu vida, ni la de tu familia.

El regreso a casa fue en un silencio incómodo, nada más al estacionarnos bajé corriendo del coche y subí a encerrarme en mi habitación y esconderme bajo mis sabanas, ya tenía suficiente del mundo y de sus opiniones de mierda, ahora solo quería dormir y por una vez tener una noche tranquila.

El día siguiente amaneció soleado y más caliente de lo usual para mí disgusto, mi ropa habitual aún seguía en el bulto de la ropa sucia y mis zapatos de siempre seguían mojados por haberme metido parcialmente al río con Jake. Me puse un par de pantalones entubados y una playera delgada de mangas cortas y unos zapatos de piel todo en color negro que Renee me había regalado durante mi último cumpleaños junto con otros tres conjuntos, no me gustaba usar ese tipo de cosas tan pegadas al cuerpo porque me hacían sentir pequeño, y por primera vez en un tiempo intenté peinar un poco mi cabello solo para ver si eso mejoraba mi ánimo durante éste día que francamente ya pintaba para ser fastidioso. Bajé las escaleras encontrándome con que Bella había escogido usar suéter y que tanto ella como Charlie ya estaban terminando de desayunar, ella parecía muy animada por el clima, yo para nada y lo peor era que los Cullen no iban nunca a la escuela en días así, lo que significaba que todavía no podría hablar con Edward y realmente lo necesitaba, pero ahora al menos sabía porque faltaban y no me sorprendía.

—Ahí hace un día estupendo —comentó Charlie a Bella—.

—Si —coincidío ella con una enorme sonrisa, luego de volvió para mirarme y hasta inclinó la cabeza un poco mientras aún masticaba como un perrito tratando de comprender algo— ¿Hoy si te bañaste?

—Que gran chiste, fue tan divertido que olvidé reír.

—Hoy te ves muy guapo jovencito —dijo Charlie ahora mirándome— ¿Debería preocuparme?

—No lo creo. Hoy ni siquiera va a la escuela —le recordé mientras sacaba el cereal de malvaviscos de la alacena—, no lo voy a ver hoy. A menos que tú me dejes ir a quedarme a su casa.

Royal SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora