Día 1

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Despertarme nunca había sido fácil, pero dormirme tampoco. El insomnio recorría mi cuerpo de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, haciendo que el mismo diera vuelta tras vuelta en la cama, sin conseguir pegar los ojos y dejarme llevar por las pocas horas de sueño que me quedaban.

2 a.m, reviso el teléfono en busca de algo para entretenerme al menos hasta dormirme. La galería invadida de recuerdos quebrantaba mi corazón.

3 a.m, mi cabeza comienza a maquinar y pensar en cosas que no debería. ¿Era mía la culpa?

4 a.m, me duelen los ojos y ya no quedan lágrimas para derramar. ¿Volvería en algún momento?

5 a.m, en una hora debía comenzar a arreglarme para irme a la universidad y cursar mi último año. En mi cabeza, sólo está ella.

6 a.m, me duele el cuerpo, el alma y la cabeza. Me duele su ausencia. Me duele la falta que me hace. Me duele extrañarla, me duele no poder seguir bien sin su amor. Me duele. Me duele que su presencia arruine mi vida, pero su ausencia también. Me duele ser dependiente de ella, me duele tener que sacarla de mi vida, pero más me duelen sus infidelidades. No puedo.

7 a.m, la carretera se encuentra casi vacía, podría decir que poblada únicamente por las luces que la alumbran. El ritmo es lento, sereno. La lluvia gotea sobre el parabrisas, la música suena suavemente. Mi silencio ambienta la situación, y mi corazón vuelve a doler.

8 a.m, te extraño. Los pasos son lentos, se podría decir que tristes. La mirada hacia el suelo, la música saliendo por los audífonos. Te echo de menos.

9 a.m, la clase no se hace amena. No contigo aquí.

10 a.m, salgo del curso porque no puedo más. Probablemente me arrepienta a la hora del examen, pero sinceramente... no puedo.

Camino a paso rápido, tratando de salir lo más rápido de la institución y buscando con desesperación la caja de cigarros en mi mochila. Enciendo uno y dejo que el humo invada mis pulmones y me mate de a poco. Siento a alguien acercarse, pero no quiero darme la vuelta. Seguramente busque a alguien más, no a mí. Después de todo, ¿quién querría hablarme después de lo ocurrido?

La mano cálida que se apoya sobre mi hombro me hace recobrar vida durante un momento, pero no el suficiente para sentirme viva. No como me sentía contigo.

—Uhm, hola. Estoy perdida. ¿Podrías guiarme? — una voz suave inundó el aire, tímida pero agradable. Tiré el humo y me di la vuelta para verla mirándome con una sonrisa.

—¿Dónde tienes que ir? — pregunté, tratando de ser lo más delicada posible, considerando el estado en el que me encontraba.

—Tengo que ir al curso de criminalística forense, ¿sabes dónde es?

—¿Haces criminología? Vaya, somos dos. Estás en el último año, supongo, porque esa asignatura ya es del cuarto año. — asintió. — Ven, sígueme. — le dije, mientras comencé a caminar. Ella sostenía los libros entre sus brazos con fuerza, y el ritmo que seguía era similar al mío.

—Sí, hice 3 años ya antes, pero por la tarde. Este año decidí pasarme a la mañana por cuestiones de estudios. Ya sabes, la mañana es muy corta para estudiar, y al llegar por la tarde-noche ya no quería saber nada de estudiar, sólo quería dormir. Al final, mis calificaciones disminuyeron y preferí cambiar mis horarios. —Sonrió terminando de contar su historia. Su sonrisa me agradaba, era pacífica y sincera.

—Ya veo. Bueno, al parecer seremos compañeras. — Le sonreí. Por un momento, saber que podía tener cerca a una persona que no me odiara me hacía sentir bien. Supongo sería hasta que se enterara de la verdad, hasta finalmente enterarse de quién era yo. Hasta que se lo contara, hasta que se lo contaran, o hasta que de alguna u otra forma la verdad saliera a la luz.

ComplicadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora