Día 1.2

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Di el último bocado de comida, suspirando llena y echándome hacia atrás en la silla. Sobre la mesa reposaba la caja de cigarros. La tomé y la abrí, sacando el papelito. Leí el número 3 veces, dudando si abrirle WhatsApp o no.

Resoplé y rápidamente tomé el móvil, lo desbloqueé y apunté el número. Ingresé a WhatsApp, busqué el contacto y me aseguré que la de la foto fuera ella.

Efectivamente, lo era.

"Ciao ragazza!" Escribí.

"Ciao bella. Come stai?" Respondió a los pocos segundos.

"Benne benne, e tu?" Al parecer, Ainhoa también sabía hablar italiano. En pocas horas, no había parado de sorprenderme.

"Anche io, grazie." Sonreí. "Así que sabes italiano, ¿no?" Agregó. Reí bajito.

"Claro. Hice dos años en un instituto, aunque luego abandoné. 🙄"

Bloqueé el celular, lo metí en el bolsillo trasero del pantalón y me levanté de la silla. Tomé el plato y el vaso, y me dirigí a la cocina, dejándolos en la mesada. Acto seguido, salí y subí las escaleras, entrando a mi habitación al terminar con los escalones. Me tiré en la cama y saqué el móvil. Al desbloquearlo su chat seguía abierto, pero ella ya no estaba en línea. Salí de WhatsApp y entré en Instagram.

Al instante, una foto de "ella" apareció en mi inicio. Mis ojos se llenaron de lágrimas y tiré el dispositivo en el colchón. ¿Por qué esto me tenía que pasar a mí?

Después de llorar un rato en silencio, la ansiedad atacó. Bajé corriendo y busqué los cigarros, encendiendo uno rápidamente y aspirando todo el humo posible.

—¿Mamá? — Grité, asegurando así que no estuviera en casa.

Caminé hasta la vitrina y tomé la botella de Vodka y el cenicero, y subí de nuevo las escaleras. Abrí la ventana de la habitación y me senté frente a ella. Trago de vodka, calada al cigarro. Trago de vodka, calada al cigarro. Trago de vodka, calada al cigarro.

El litro que la botella parecía contener se esfumó, se evaporó, se fue, desapareció. La línea entre el espacio y el tiempo desapareció, al igual que la que existe entre la cordura y la locura. Todo me daba vueltas, los ojos rojos e hinchados me imposibilitaban en gran parte la visión y lo único que permanecía intacto en mi cabeza era su recuerdo. Era ella.

Busqué de nuevo el celular y entré a su chat. Lo dudé unos segundos, pero luego, mis dedos comenzaron a teclear. Las lágrimas cayendo sobre la pantalla y el mundo dando vueltas arruinaban mi escritura, pero sin importar cuántas veces borrara, lo corregía.

"Te escribí esto con lágrimas en los ojos, te lo escribí borracha y con el corazón roto, te lo escribí desde lo poco que me quedaba de alma tras tirarlo todo.

Te extraño, me duele no tenerte, me duele no tener a quien amar, me duele haberte perdido, pero mucho más me duele haberme perdido.

Nunca supe si esto realmente iba a funcionar, nunca supe si esto realmente iba a acabar bien o si nunca iba a acabar, pero me arriesgué porque eras todo lo que quería y todo lo que me faltaba. Nunca supe si las sonrisas que me regalaste iban a ser siempre mías, o si en algún otro momento tus ojos brillarían con alguien más de la misma forma en la que brillaban conmigo. Nunca supe si tu corazón siempre me pertenecería o incluso si lo hacía en ese momento. Nunca supe leerte, comprenderte, nunca supe qué es lo que querías realmente, nunca supe si lo nuestro era real.

Hubieron momentos donde no supe si era amor u obsesión, no sabía si, al marcharme, me sacarías de tu mente con facilidad, si nunca me perdonarías o si nunca te importó, pero es momento de dejar de hablar en pasado, en condicional, y comenzar a hablar del futuro.

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