Día 4

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Abrí los ojos lentamente y la soledad me abrazaba en la camilla. Ainhoa se esfumó y Lauren dormía plácidamente en la cama.

Me levanté lentamente y caminé hacia mi mochila. Tomé el cepillo y me peiné, y con un espejo retoqué mi maquillaje. Entre el labial y la máscara de pestañas se encontraba un pequeño sobre con mi nombre que sobre salía, y sabía que en algún momento debía ser capaz de leer la carta de Lauren.

Me armé de valor y decidí que ese momento era ahora.

Despegué la solapa del sobre y saqué el pequeño papel color rosa doblado en cuatro. La tinta se observaba corrida en ciertos lugares por notorias gotas de agua, que supongo eran lágrimas, y la letra dejaba el fiel rastro de una mano temblorosa.

"Hay momentos en la vida en los que todo lo que necesitamos es un alma que abrace nuestros corazones, que les brinde calidez, ese constante calor.

¿Qué pasa cuando llega?

¿Qué pasa cuando se va?

¿Qué pasa cuando llega, cuando llega esa alma incondicional que te hace tan feliz? Esa que abraza tu corazón, te brinda calidez, ese constante calor...

Cuando llega esa alma que vuelve tu vida una revolución, tus sentimientos un desastre y tu corazón un caos. Esa persona que con tan solo rozarte eriza tu piel, que con tan solo tenerle cerca te llena de felicidad, qué pasa. Qué pasa cuando no quieres soltarla jamás, cuando sabes que una persona no es un objeto y que esa alma no te pertenece.

Qué pasa cuando llega su momento de marcharse, porque quizás es lo mejor para ambos sujetos.

¿Qué pasa cuando esa persona es tu motivo de vida?

¿Qué pasa, cuando quien te llenaba se va y vacía ese hueco en tu vida?

¿Qué pasa cuando esa persona eres tú? Porque tú, Lara, llenabas ese hueco. Llenabas cada espacio de mi ser. Cada lugar o momento triste lo convertías en alegría, en amor, en mi lugar de paz. Tú, Lara, eras mi hogar.

Sin ti, mi vida está deshecha.

Te amo, Lara. Incluso más allá de este mundo, permanecerás en mi corazón. En tú corazón, porque dejó de ser mío hace mucho tiempo.

Hasta siempre, mi pequeña."

Al finalizar la lectura, mi labio inferior temblaba al igual que mis manos. Las lágrimas se deslizaban sin dificultad por mi cara y el maquillaje quedó quién sabe dónde. Antes de leer me había vuelto a sentar en la camilla donde dormí, y me encontraba ahora con mis codos sobre mis rodillas y mi cabeza entre ellas. Levanté levemente la misma y dirigí la mirada hacia Lauren, quien para mi sorpresa había abierto sus ojos.

Me bajé corriendo de la cama y me acerqué a ella. Su mirada estaba perdida y demostraba debilidad, parpadeaba frecuentemente e intentaba acostumbrarse a la luz y enfocar su vista.

Las lágrimas emanaron cada vez más intensas. Lauren hizo todo esto por mi culpa, se encontraba aquí por la misma y ahora mismo estaba reaccionando frente a mí.

— ¿L—Lara? — Pronunció con voz gruesa y rasposa, producto a la cantidad de días que llevaba sin hablar. Lauren frunció el ceño levemente e intentó incorporarse. Negué repetidamente con la cabeza y coloqué mi mano en su hombro evitando que se levante, pasando luego mi mano por su mejilla.

— Lauren...— Fue todo lo que logró salir de mi boca. Rápidamente la abracé, tratando no lastimarla.

Lauren comenzó a llorar conmigo y me rodeó suavemente con sus manos por la cintura. No sé en qué estaba pensando Lauren al hacer esto, pero lo que sí sé muy bien es que le daré un correctivo cuando se recupere.

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