— ¿En serio? — Preguntó Ainhoa y luego se echó a reír.
Nos encontrábamos ya en su casa, en la piscina. Ella estaba empapada, sentada sobre el borde de la misma. Yo me encontraba dentro de la piscina, con ambos brazos apoyados en el borde al lado de Ainhoa.
— Sí. — Afirmé y le sonreí. La charla había sido fluida, y divertida, tras contar anécdotas de nuestra niñez. — Mamá dice que siempre fui muy traviesa. Nunca supe el momento ni el lugar para hacer mis maldades. — Contesté esbozando una sonrisa al final de la oración, soltándome del borde y tirándome hacia atrás en el agua. Salí y empujé mi cabello, sacándomelo de la cara. Ainhoa me miraba sonriendo, y la situación me causó una repentina ternura. Me extrañé de ella, pero no dejé que las preguntas inunden mi mente y me obligué a pasar el rato lo mejor posible
— Vaya. Mi madre me dijo que una vez casi incendié la primaria entera. — Comentó con una risa al final.
— ¿¿¿¡Qué!??? — Exclamé y eché a reír. — ¿Cómo haces eso? — Contesté sin aún creérmelo.
— Un amigo llevó petardos. Mata suegras se llamaba, me acuerdo. Decidimos encenderlo en el escritorio de la directora mientras todos estaban en misa. Madre, odiaba la religión desde pequeña. Recuerdo pedir permiso para ir al baño y él también. Llevamos el plan a cabo y salimos corriendo de nuevo a la Iglesia. Al finalizar la misa, la oficina entera estaba en llamas. — Hizo una pausa para reírse levemente, apoyar los brazos en el borde y hundirse en el agua de nuevo, saliendo del agua con todos los pelos en la cara. Me reí y se los quitó echándolos hacia atrás. — Nunca nadie supo quién lo hizo, cuándo, cómo o por qué. Fue un plan maestro, y siniestro. — Completó la historia.
— Eso estuvo más organizado que mi vida entera. — Bromeé y Ainhoa esbozó una amplia sonrisa. Se la devolví, y completé la oración. — No, es en serio. Vaya organización.
— A que sí. Ojalá todo lo que planeara saliera así. — Respondió y comenzó a nadar bajo el agua. Dio la vuelta entera, y al volver donde estaba yo y encontrarme desprevenida intentó hundirme tirándose sobre mi espalda. Aunque su intento no funcionó, me reí y comencé a perseguirla para devolverle la jugada.
Ainhoa daba vueltas alrededor de toda la piscina, y obviamente, ella era más rápida que yo. Al darme cuenta que no miraba si iba detrás suya, me quedé quieta en un lugar esperando su llegada. Efectivamente, así fue, y al tenerla cerca la tomé de la cintura sacándola del agua con intenciones de que vuelva a introducirse en ella.
Pero quedamos frente a frente.
La una de la otra.
Cerca.
Muy cerca.
Ainhoa me miró fijamente a los ojos, y su sonrisa fue disminuyendo con el paso de los segundos. Su vista subía y bajaba de mis ojos a mis labios constantemente, y su cara se acercaba cada vez más. Permanecí inmóvil observando sus acciones. La verdad era que tenía miedo, miedo de que me rechazara luego.
Pero también sentía curiosidad respecto a si necesitaba esto.
Finalmente, Ainhoa decidió cortar la distancia entre sus labios y los míos, uniéndolos en un beso lento y suave. Sus brazos pasaron a abrazarme por el cuello y la pegué más a mi aferrándome a su cintura.
La verdad era esa, nuestras lenguas encajaban a la perfección y sus labios suaves, tibios y húmedos le daban cierto placer que no deseaba parar de sentir. "La lastimarás, igual que a ella" Habló mi mente, haciendo que frunza el ceño levemente. Me obligué a olvidar eso y disfrutar el presente.
Ainhoa profundizó el beso y se pegó más a mí, empujándome levemente al borde de la piscina y acorralándome contra el mismo. Cortó el beso mordiendo mi labio y sentí todo arder.
Pero no podíamos continuar.
Me separé lentamente de ella, abriendo mis ojos despacio para observarla con una sonrisa y las mejillas ruborizadas. Su respiración y su pulso se notaban acelerados, y sus labios estaban rosados e hinchados. Le devolví levemente la sonrisa y agachó levemente la mirada, sin saber muy bien qué decir.
De repente, mi móvil comenzó a sonar. Salí lo más rápido posible de la piscina, sacudiendo mis manos para sacar los excedentes de agua y contesté.
— ¿Hola? — Hablé. De fondo se escucharon gritos, sirenas de policías o ambulancias y bullicio de multitud. Al instante supe que debía preocuparme, pero aún no sabía por quién.
— ¿Señorita Lara Ackles? — Contestó alguien desde el otro lado de la línea, y, sinceramente, sentí mi presión sanguínea elevarse hacia las nubes.
— Sí, soy yo. ¿Qué sucede? — Pregunté preocupada.
— Le hablo por Lauren Hills. ¿Puede por favor aproximarse hacia el Brookwood Medical Center lo antes posible? — Solicitaron. Sentí mis piernas temblar y mi labio tiritar.
Era ella.
— Voy para allá. — Logré pronunciar y corté. Al darme la vuelta, Ainhoa me miraba preocupada. Con rapidez comencé a juntar mis cosas y, con la ropa mojada, me dispuse a salir.
— ¡Espera! ¡Lara! ¿Qué ha pasado? — Preguntó Ainhoa, frunciendo el ceño con duda ante mi gesto.
— Es... es Lauren. Mi ex. La policía acaba de llamar, quieren que vaya al BMC lo antes posible. No sé qué ha pasado, pero si me han llamado debe ser importante. — Respondí. Ainhoa limpió una lágrima de mi mejilla, de la cual yo no sabía su existencia. Mis manos temblaban y sentía el mundo dar vueltas, y Ainhoa lo notó.
— Te llevo yo. No pienso dejar que conduzcas así. — Habló con tono autoritario. Sinceramente, negarme no era mi prioridad. Era verdad, como fuera en este estado conduciendo hasta allá, lo más probable era que yo tampoco llegara.
Asentí y nos apresuramos en salir lo antes posible. Ainhoa condujo a una velocidad considerablemente alta, pero con prudencia, logrando así llegar en un máximo de 5 minutos. Bajé lo más rápido que pude y Ainhoa salió con el auto en busca de aparcamiento.
Crucé la pequeña calle corriendo y entré tan rápido como pude a la recepción, preguntando por Lauren. "Es por acá" señaló una secretaria, acompañándome a la habitación 15 del pasillo 3. Ahí se encontraba ella, inconsciente, en la camilla.
El corazón apretó tan fuerte como pudo, tanto que tuve que llevarme una mano hacia el pecho y cerrar los ojos. El llanto no tardó en aparecer, y no se contuvo en salir.
— Lara. — Su madre apareció. Sus ojos estaban rojos e hinchados. Alicia no tardó en abrazarme tan fuerte como pudo, y sinceramente, yo no pude rechazarlo. No sé qué pasó, pero tampoco entiendo si quiero saberlo o no. — Lauren intentó suicidarse. No sé por qué, pero dejó algo para ti. La policía acudió a llamarte a ti por ser su número de emergencia, y por aparecer tu número en el sobre. — Comentó, extendiéndome la carta con su mano. Mi corazón volvió a contraerse dolorosamente. Asentí y tomé la carta, acercándome luego a Lauren.
Las vendas envolvían sus muñecas, y estaban cubiertas de una sustancia color rojo carmesí. Por su brazo, el suero. Y en su cara, sus ojos cerrados. Y, ante la escena, no logré reprimir un pequeño grito de dolor.
Pasé mi mano acariciando su cabello, y me arrodillé al lado de la camilla. Verla así me partía el corazón en mil, pero más me lo partía haberme besado hace menos de 30 minutos con Ainhoa. A dos días de conocerla, y a una semana de dejarlo con Lauren. Me sentía despreciable.
Me levanté y le di un beso en la frente. Comencé a caminar hacia la salida, lentamente, secando mis lágrimas, y le avisé a Alicia que estaría fuera unos minutos. Alicia asintió y agachó la mirada luego.
Salí y Ainhoa se encontraba llegando a la puerta. Al verme, quebré de nuevo, y ella no dudó en correr el pequeño tramo que nos dividía y abrazarme.
— Soy una mierda. — Hablé entre sollozos. Creo que eran las palabras más adecuadas para describir lo horrible que me sentía. Ainhoa pronunció un pequeño "shhh" y dio tres palmaditas en mi espalda. Al cabo de unos minutos, del bolsillo trasero de sus shorts sacó la cajetilla de cigarros y me pasó uno, junto con el mechero. Susurré un pequeño "gracias" y encendí el cigarro, permitiendo que el humo invada mis pulmones.
Sabía que tenía que leer la carta tarde o temprano, pero no me encontraba preparada.
Y posiblemente, nunca lo estuviera.
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Complicadas
Teen FictionHaber roto el corazón de la persona que más amaba de una manera tan cruel la había hecho perder todo. Sus amigos, su novia, su confianza en sí misma y sus razones para vivir. Las cosas nunca le fueron bien pero, ¿podrían las escenas volverse más co...