ARDER.

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El teléfono llevaba toda la mañana sonando sin parar y yo sentía que mi cabeza iba a explotar. Justo cuanto termino de tomarme una aspirina, oigo que llaman a la puerta:

- ¡Adelante! – Digo lo suficientemente alto para que se oiga desde el otro lado de la puerta.

Veo cómo la puerta se abre y se asoma la cabeza de Miki, mi mejor amigo desde que éramos pequeños y actualmente, también mi socio.

- Buenos días. ¿Qué tal fue la reunión ayer? – Me pregunta. Yo suspiro y me paso las manos por la cara como respuesta. – Ya veo... ¿Y qué vamos a hacer ahora?

- No lo sé Miki, no lo sé. Necesito pensar – Digo mientras el teléfono vuelve a sonar. ¡Y también necesito puto silencio porque me va a explotar la cabeza! – Chillo.

- Bueno... Será mejor que te deje sola. Vuelvo luego y hablamos de todo esto, ¿vale? - Asiento mientras él se marcha del despacho.

"¿Qué vamos a hacer ahora?". Buena pregunta. La reunión del día anterior con los inversores había sido un desastre. No les había convencido nuestra propuesta y no iban a invertir en nuestra empresa. Estábamos jodidos.

No había podido pegar ojo en toda la noche y lo peor de todo, era que no había sido capaz de encontrar una solución viable. El futuro de la empresa estaba en juego y la situación se me empezaba a escapar de las manos. Estábamos en un laberinto y no conseguía encontrar la salida. Ya hasta dudaba de que hubiese una.

"¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo he podido dejar que pase?", me reprochaba sin saber que la salida que estaba buscando, la iba a encontrar muy pronto. O quizá sólo era la entrada a un desastre aún mayor...




- No sé María, no creo que ésta sea la solución. Tiene que existir otra solución. – En la otra punta de la ciudad el debate parecía ser el mismo.

- ¿Y por qué no? ¿Cuál es el problema? – Me pregunta María.

- El problema es que este contrato va en contra de todo lo que somos. Firmarlo sería traicionar nuestros principios y todo lo que defendemos. – Digo mientras tiro el montón de hojas sobre la mesa.

- Ya lo sé, no te creas que a mí me entusiasma. Pero no firmarlo significa que la empresa dejará de existir y que todos se van a la calle. Y creo que eso debería ser más importante.

- Ya pero...No sé...Es que no...No sé...- Balbuceo.

- Anda me voy, que ya te está dando el cortocircuito otra vez. – Dice mientras se ríe. – Te dejo pensarlo y luego vuelvo. – La veo irse del despacho.

Me dejo caer derrotada en mi silla. ¿De verdad esta era la mejor solución? Siempre me había caracterizado por pensar de una manera especial, por creer firmemente que las cosas se pueden hacer de otra manera y que si te lo propones, cambiar el mundo es posible. Y ahora estaba a punto de dejar que el mundo me cambiara.

En el fondo sabía que María llevaba razón y que esa era nuestra única salida. Pero yo sentía que nos estábamos metiendo en la boca del lobo. Íbamos a jugar con fuego y nos íbamos a quemar. Pero si ésta era la única solución, estaba dispuesta a arder.

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