Aun no cabía en mi cabeza como me deje convencer por Eva para esto. Habían pasado muchos años desde mi relación con Carlos, quizás unos cuatro o cinco y no, no le guardaba rencor por aquello, los dos éramos unos críos que no sabíamos bien lo que era amar.
Todo comenzó en el instituto, como muchas de las relaciones de esa edad. Yo era una chica tímida, inocente,enamoradiza y con unas grandes y feas gafas de pasta, para nada era la más popular. Mi grupo de amigos era pequeño y casi todos estaban relacionados con la música, ya que desde muy pequeña quise aprender a tocar el piano y mis padres, como casi siempre, cumplieron mi deseo. Nosotros no saliamos a discotecas ni bares como los demás chicos de nuestra edad, como Carlos, sino que pasábamos las tardes o bien estudiando en la biblioteca o en una zona que el ayuntamiento habilitaba para distintas actividades, una de ellas la música. Nosotros soñábamos con formar nuestro propio grupo de rock y pasábamos las noches cantando mientras que ellos las pasaban emborrachándose, por eso cuando Carlos se fijó en mi me pareció tan extraño.
Él era un chico de una familia bastante conocida aquí y con un poder adquisitivo elevado. Colaboraba en todas las actividades del instituto, desde las competiciones de fútbol en las que él era el capitán del equipo hasta en las de matemáticas. Aún recuerdo su impoluta forma de vestir a diario con camisas y vaqueros siempre a la moda mientras que yo me vestía cinco minutos antes de salir de casa. Las burlas de sus amigos y los comentarios despectivos hacia mi grupo de amigos y hacia mí eran constantes, pero nunca venían de su parte. Era un chico alto, delgado y con ojos almendrados color miel, todas las chicas del instituto se dedicaban a perseguirle durante el recreo como perritos falderos y eso me sacaba de quicio.
Un fatídico día mientras que asistía al entrenamiento previo a un partido de baloncesto donde como siempre, Carlos colaboraba, yo me encontraba absorta leyendo un libro de una de mis escritoras favoritas, por ese motivo no escuché los avisos de mis amigos ni de las personas concentradas allí hasta que un malvado balón se escapó del campo hasta las gradas para impactar directamente con mi cara y rompiendo mis gafas de pasta. Todos los concentrados allí comenzaron a reír a mi costa, pero ninguno de ellos se paró a ayudarme...tan solo uno. Subió por las gradas hasta llegar hasta donde yo estaba.
- ¿Estas bien? Preguntó el castaño.
- Si. Estoy bien de verdad. Se han roto mis gafas. Respondí tocando mi cara. El reaccionó sacando las gafas con mucho cuidado, en ese momento todos los concentrados allí enmudecieron.
- Tienes unos ojos muy bonitos. Dijo en voz baja. Puso las gafas en mis manos y volvió a bajar por las gradas para seguir entrenando.
A partir de ese día me gané la enemistad de todas las chicas "populares" que me dedicaban miradas y comentarios daniños durante el recreo. Al principio pasé de ellos, pero cada vez me hacían más daño, añoraba salir de ese instituto para no regresar jamás. Esa fue la primera vez que crucé una palabra con Carlos, pero no la última. Comenzó a saludarme por el instituto y por la calle e incluso se sentaba a mi lado en una de las clases en las que coincidíamos. Una bonita amistad se fue fraguando entre nosotros, el se interesaba por mis aficiones, me acompañaba a veces a los ensayos de la banda e incluso nos contábamos nuestras cosas. La amistad poco a poco se convirtió en amor y con dieciséis años comenzamos una relación que duró mas o menos hasta que tuvimos dieciocho. Él siguió saliendo con sus amigos y yo no quise apartarme de los míos, odiaba tener que compartir mi tiempo con los "populares", pero mis padres conocían a Carlos y yo conocía a los suyos, todo parecía estupendo a nuestro alrededor pero la realidad era completamente diferente. Pasado un año comenzó a alejarse de mí y a salir a escondidas cuando me dejaba en casa después de cenar juntos. Mientras tanto el llegaba a casa de sus padres borracho o fumado cuando casi amanecía y los rumores de infidelidad estaban a la orden del día, muchas eran las chicas que decían haber pasado la noche con el rey del instituto y yo sin poder aguantar más la presión me fuí a estudiar a otra cuidad dejándole con una nota. Jamás volví a saber de él, tan solo lo estrictamente necesario y después de un año sola llegué a la conclusión de que nunca le quise y de que él tampoco me quiso ami. Tan solo fue amistad, cariño, costumbre de vernos a diario. El amor no engañaba, no hacía daño, no era eso que nosotros teníamos.
ESTÁS LEYENDO
Líneas tangentes
Romance___________________________________ "Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio" Paulo Coelho. Pueblo pequeño; infierno grande. Así se sentía África dentro de su pe...