Capítulo 5: El Cáliz del Fuego

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Ya era Halloween y todo el castillo hablaba de quien había puesto su nombre en el cáliz del fuego o de quien lo pondría y a mí no me interesaba en absoluto.
Llevaba dos días distantes, no hablaba con nadie solamente con Osiris y algunos estudiantes de Slytherin por pura educación. Hasta evitaba a Cedric y a Daphne.
Pero estaba algo arrepentida por mi comportamiento en el Gran Comedor, no sabía que me había pasado yo normalmente no era así.
Estaba caminando por el vestíbulo cuando alguien me llamó.

- ¡Eh, Carla! - giré la cabeza y me encontré de Hermione Granger.

- ¿Que pasa Granger? - Dije seca.

- Quería saber que tal estabas, te he visto un poco rara estos días...sé que no somos amigas, pero me he preocupado por ti - Cuando Hermione terminó de hablar no tardé ni dos segundos en abrazarla, necesitaba eso.
Me separé a los segundos y me disculpé.

- No importa Carla, todos alguna vez necesitamos algo de afecto. Ya sabes que me tienes aquí para lo que sea, aunque no seamos muy cercanas -.

- Muchas gracias Hermione, es bueno saber que le importo a alguien  - Comenté algo apenada. Rápidamente pensé en Diggory y mi amiga, me arrepentí de mis palabras.

- ¿Que no le interesas a nadie?, ¡Pero si todo Hogwarts se moriría por ser tu amigo o algo más, tienes locos a los chicos y todo!...pero también te tienen miedo -

- Gracias por todo Hermione, pero me tengo que ir - comenté.

- Sí, yo también. Ah por cierto, aquí tienes una insignia de la P.E.D.D.O. Nos vemos, Sayre -

Me dirigí al Gran Comedor, ya que hoy anunciaban a los Ganadores del Torneo de los Tres Magos.
El banquete de Halloween me pareció mucho más largo de lo habitual. Quizá porque era el segundo banquete en dos días. Notaba que todo el mundo estaba impaciente por saber el nombre de los ganadores por las expresiones de impaciencia, las piernas que se movían nerviosas y la gente que se levanta para ver si Dumbledore había terminado de comer.
Al rato los platos de lo volvieron a su original estado inmaculado. Se produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó rápidamente cuando Dumbledore se puso de pie. Junto a él, el profesor Karkarov y Madame Maxime parecían tan tensos y expectantes como los demás. Ludí Bagman sonreía y guiñaba el ojo a varios estudiantes. El señor Crouch, en cambio, no parecía nada interesado, sino más bien aburrido.

- Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión - anunció Dumbledore -. Según me parece falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado - indicó la puerta que había detrás de su mesa -, donde recibirá las primeras instrucciones.

Sacó su varita y ejecutó con ella un amplio movimiento en el aire. De inmediato se apagaron todas las velas salvo las que estaban dentro de las calabazas con forma de cara, y la estancia quedó casi a oscuras.
No había nada en el Gran Comedor que brillara tanto como el Cáliz del Fuego, y el fulgor de las chispas y la blancura azulada de las llamas casi hacía daño a los ojos.

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Carla Sayre y Cáliz del fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora