Permanecí sentada, consciente de que todos en el Gran Comedor me miraban. Me sentía aturdida, atontada. Debía estar soñando. O no había oído bien.
Nadie aplaudía. Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón. Algunos se levantaban para vernos a Harry a mi, que seguíamos inmóviles, sentados en nuestros sitios.
En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo.
Volví hacia Daphne. Más allá de nosotras, vi que todos los demás ocupantes de la larga mesa de Slytherin me miraban con la boca abierta.
- Yo no puse mi nombre - Dije yo, totalmente confusa -. No pienso participar en algo que yo no quiero.
Uno y otro me devolvieron la misma mirada de aturdimiento.
En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.- ¡Harry Potter!, ¡Carla Sayre! - nos llamó-. ¡Harry, Carla! ¡Levantaos y venid aquí, por favor!.
- Levántate Sayre - Me susurró Daphne, dándome un empujón.
- Que no, que yo no pienso ir. Yo no pude mi nombre ahí -.
Vi que Harry Potter se levantó y se pisó el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco. Avanzó por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff hacía la mesa de los profesores. Dumbledore le dijo algo y paró al lado de él.- ¡Sayre, levántese como Harry Potter! - gritó Dumbledore un poco cabreado.
Lo que me faltaba. Me puse de pie.
- ¡Señor, yo no puse mi nombre ahí...así que no pienso cruzar esa puerta porque yo pienso participar en ese maldito Torneo! - grité caminando hacia allí haciendo sorprender a muchas de las personas presentes.
- Señorita Sayre, eso lo hablaremos allí dentro. Por favor cruza la puerta. - Me ordenó Dumbledore y pasé por la puerta junto a Harry por educación ya.
Cuando entré, las caras de los retratos se volvieron hacia mí. Vi que una bruja con el rostro lleno de arrugas salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro del vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja de del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.
Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, mi Cedric, de pie con las manos en la espalda, observando el fuego. Fleur Delacour nos miró cuando entramos y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.- ¿Qué pasa? - preguntó, creyendo que habíamos entrado para transmitirles algún mensaje - ¿Quieguen que volvamos al comedog?.
Se notaba que Harry no sabía como explicar lo que acababa de suceder. Se quedó allí quieto mirándoles. En cambio yo cuando iba a hablar de oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo, que entraba en la sala. Nos cogió del brazo a Harry y a mi y nos llevó hacía delante.
- ¡Extraordinario! - susurró, apretándonos el brazo - ¡Absolutamente extraordinario!. Caballeros...señorita - añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres. - ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca al cuarto y la quinta campeones del Torneo de los tres magos?.
Viktor Krum de enderezó. Su hosca cara de emsombreció al examinar a Harry y a mí. Cedric parecía desconcertado y me miraba como buscando una respuesta, pasó la vista de Bargman a Harry y a mí y de a mí a Harry y a Bargman como si estuviera convencido de que había oído mal. Fleur Delacour, sin embargo, sacudió el pelo y con una sonrisa:
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Carla Sayre y Cáliz del fuego
Hayran KurguCarla Sayre, una adolescente americana de catorce años a la que le gustaría ser la mejor bruja de su generación. Con una gran ambición, inteligencia, honestidad y valentía que a muchos grandes magos les gustaría poseer. No va pasar por desapercibi...