Prologo |Luchar será su única opción. |

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➡  La fuerza no viene de la capacidad física.

 Viene de una voluntad indomable. -Gahndi ❤⬅

22 de abril 2010

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22 de abril 2010

Bajo de la camioneta del señor Rubén. De nuevo mi padre olvido ir por mí al aeropuerto.

"¡Ay mama! Moriste hace tres años y no sabes cómo aun nos haces falta."

Pienso mirando mis zapatos una vez que bajo de la camioneta. Doy un suspiro, siempre digo que no me dolerá, que no me lastimará la ausencia de mi papá, su desapego de mí. Pero todas las veces me miento, siento un vacío en el pecho y como si un ácido se instalara en la sangre.

Los truenos se escuchan a lo lejos y siento mi piel erizarse. Jodidas lluvias. El escalofrío me recorre toda la espina dorsal mientras que el torrente de recuerdos amenaza con salir a flote.

No.

Cierro los ojos y pongo una sonrisa, la misma sonrisa para todos. Giro mis talones y veo a Eric mirándome con suspicacia dentro del vehículo.

—A mi nada de tus jodidas sonrisas falsas, lo sabes. —Me dice Eric mi mejor amigo, y hermano, aunque no de sangre.

—No sé de qué demonios hablas. —Digo burlón, pero solo gano un resoplido de parte de él.

—Soy mayor que tú, por lo tanto, más sabio. Y se estas que te dan por lo de tu papá, no finjas conmigo. Además, se acerca una tormenta. —

—Solo eres mayor que yo por un mes. No jodas. —Le digo volcando los ojos.

—Como sea, prefiero tu cara del mundo me la suda, a tu sonrisilla falsa. —

—Como sea. —Digo ignorándolo. —Gracias, Rubén. —Me permito tutearlo porque cada que no lo hago recibo un golpe en la nuca por él, insiste en que lo llame así.

Ambos fueron por mí a recogerme del aeropuerto. Como siempre, si no eran ellos era Max, Bella y Victoria. En ese orden. Mi familia desde hace años.

Paso un año desde que vine por última vez de vacaciones, las ultimas discutí con mi padre y no quise venir. Desde entonces no he hablado con él.

Tengo quince años y básicamente estoy solo. Aunque mis amigos ayudan, paso la mayor parte de mi vida alejado de ellos, en un maldito internado.

Entro a la residencia despidiendo con la mano al señor Rubén y Eric. Subo por las escaleras hasta llegar a las enormes puertas de mármol.

Orfelia mi nana cuando era pequeño y fiel empleada de aquí sale a mi encuentro, enseguida me llena de besos por todo mi rostro provocando me queje diciendo que ya estoy grande para ello.

Sin embargo, ella sabe que me encanta siempre haga eso. Ella es lo único bueno que me queda las pocas veces que vengo al año.

—Mi niño, que grandes estas. ¡Y que guapo! —Dice ella sonriéndome una vez que ingresamos a la mansión.

Cuando deje de lloverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora