Marie

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Día tras día, espectáculo tras espectáculo, pasaron los años, y sin darme cuenta dos años hacían de que me había unido a mi nueva familia.
Mi vida había cambiado drásticamente desde que había decidido huir y reconstruir una vida únicamente imaginable, y soy hoy capaz de decir que fueron los dos mejores años de mi vida.

Al cabo de aproximadamente seis meses de actuar, por así decirlo, Goliat descubrió a una joven muchacha abandonada cerca de la carpa tras un espectáculo, y luego de cerciorarse de que la niña estuviese sola, la invitó a unírsenos. ¡Nadie hubiese imaginado que sería una acróbata innata!

Marie... Preciosa y grácil Marie. Muy tarde sabría yo que, en tan poco tiempo, esos ojos esperanza y cabello de oro me cautivarían totalmente. Mi voladora compañera de acto, mi hermosa Marie.

Nunca supe su edad, no era un tema del que hablásemos, pero casi puedo afirmar que era el mismo número que el mío.

Creo que, mirando en retrospectiva, puedo decir que jamás he amado a nadie como la amé a ella. Éramos mejores amigos, compañeros y amantes.

Marie compartía mis sentimientos, y al poco tiempo comenzamos a salir formalmente. Todos sabían que ella era mía y que yo era de ella.

Dios, ¿Cómo se puede amar tanto? Cada vez que estábamos juntos me sentía como la primera vez que nos vimos, avergonzado y con el corazón golpeando por salir de mi pecho y besarla derecho en los labios, pues a esa altura quedaban de mi caja torácica, por su baja estatura y mi alargada complexión. Una pareja dispareja... Pero al fin y al cabo, una gran pareja.

Nuestros espectáculos asombraban a todos, no había quien saliese del circo sin recordar las maravillas que hacíamos en el aire. Volábamos. Era mágico.

Nunca podré sincronizar con nadie como lo hacía con ella.

Recuerdo nuestro último espectáculo como si hubiese sido ayer, imposible de olvidar... Comenzamos con acrobacias simples, algunas mortales terminadas agarrados de los aros colgantes, y luego decidimos implementar un nuevo truco que llevábamos practicando: ella volaría con una triple mortal hacía adelante, despegando desde su aro, y finalizando tomándome de las manos, mientras que yo estuviese boca abajo colgando. Difícil y peligroso, pero sabía que podíamos lograrlo... El único factor que nos asustaba era no alcanzarnos y que ella cayese al vacío, puesto que no había una red que nos atrapase. Nuestro circo era de la vieja escuela.

Ambos tomamos una gran bocanada de aire, y nos lanzamos... Ella comenzó a volar... Iba a lograrlo... Si tan solo la onda expansiva no nos hubiese alcanzado antes.

¿Dónde estaba? Sentía dolor, pero al mismo tiempo no sentía nada. Mi cabeza funcionaba, pero no lograba que mi cuerpo reaccionara. ¿Qué había pasado?

De a poco abrí los ojos, para no quedar ciego por la blanca luz que iluminaba el blanco cuarto. Todo estaba pulcro y ordenado... Excepto por las sábanas que me cubrían, que tenían leves manchas carmesí. ¿Qué me pasó? No podía mover la cabeza, solo veía lo que alcanzaban mis ojos, y estos no llegaban siquiera a divisar una puerta.

Escuché unos ligeros pasos rápidos acercarse a mi lecho, y a los pocos segundos una mujer se asomó en mi campo de visión. Su alta estatura me hacía difícil el verle la cara, mis cuencas dolían, por lo que me rendí y miré directo a su estómago.

- Señor... ¿Comet? Disculpe, ¿es ese su nombre? - dijo la mujer de bata blanca.

- Así me llaman, pero nací con el nombre de Bastian. - respondí, y en seguida noté que me dolía incluso respirar.

- Bien, Bastian. Veo por tu forma de hablar que no te sientes tan mal, sin importar tus circunstancias. - respondió.

- ¿Qué tiene que ver mi forma de hablar? No responda, eso no importa. Lo que importa es: ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? - tuve toda la intención de levantarme para enfrentarla, pero me fue imposible. Debí de verme patético haciéndome el rudo con una posición tan desfavorable.

- Tranquilicese, por favor. Le explicaré todo lo que quiera saber, empezando por lo básico: usted se encuentra en un hospital y yo soy su doctora, Henriette. Ha sufrido un terrible accidente, pero no ha sido el único. El hospital está desbordante de pacientes, y algunos incluso fueron repartidos en otros de la zona, pues el ataque dejó muchos heridos. - contaba la doctora, mientras tomaba asiento en una silla que arrimó de un costado.

- ¿Qué ataque? ¿De qué habla? Recuerdo que estábamos en el medio de un espectáculo, Marie y yo, y de repente solo veo oscuridad y finalmente a usted. - la interrumpí, mirando cómo su relajado ceño se fruncía tiernamente por mis palabras. ¿Por qué siente lástima de mi?

- Hubo... Hubo una explosión durante el acto. La policía está investigando el caso, pero se cree que se trató de un ataque terrorista. Están buscando a los culpables. En el show había aproximadamente 400 personas, de las cuales 86 están muertas. La mayoría de las muertes fueron instantáneas, ya que esas personas se encontraban sentadas al rededor de dónde detonó el explosivo, otras fueron intentando salvarlos aquí... Con esto no trato de asustarlo, solo le digo lo que sucedió para que sepa toda la información. Me parece lo correcto. - hizo una pausa, tal vez creía que diría algo, pero no sabía qué decir. Por primera vez en muchos años, estaba sin palabras.

- ¿Esto fue durante mi acto? - atiné a preguntar.

- Si, lo supusimos por el grado de tus heridas y lo confirmaron algunos sobrevivientes. Esto solo le hubiese pasado a alguien que se encontraba a gran distancia del suelo en el momento de la explosión... - respondió, mordiéndose los labios y arreglando su oscura cola de caballo con nerviosismo.

- ¿Qué... - temía preguntar, pero necesitaba saber: - Qué me pasó? - entonces Henriette tomó una buena bocanada de aire y comenzó a hablar:

- Es importante que antes de saberlo todo, sepas que no había otra manera de mantenerte vivo y que todo lo hicimos por tu bien... Y que todo estará bien. - sus palabras me asustaban cada vez más - Al caer desde tan alto, quedaste inconsciente al tocar el suelo, quebrándote varios huesos, entre ellos tres costillas, una tibia y varias vértebras; y la explosión creó un incendio... Del cual no pudiste escapar por tu condición... Y el fuego te alcanzó, quemando gran parte de tu cuerpo. Tu rostro, tu abdomen, y... Tu pierna derecha... La cual no pudimos salvar. - ella hablaba lentamente, para que yo escuchase, pero no podía procesar nada de lo que decía. ¿Había dicho que no pudo salvar mi pierna? ¿De qué hablaba?

- ¿A qué se refiere? No siento todo lo que usted dice.

- No, eso es porque estás bajo el efecto de fuertes sedantes. Tu pierna izquierda, abdomen y cuello se encuentran totalmente inmovilizados con yeso; tus brazos y rostro envadurnados en bálsamo para las quemaduras; y tu pierna derecha... Fue amputada desde la rodilla para abajo. Lo siento mucho. - jamás había escuchando un silencio tan ensordecedor como el de ese momento. Yo no podía creer lo que escuchaba, simplemente no podía. ¿Cómo era posible que eso me estuviese pasando a mi?

- ¿Y Marie? ¿Cómo está ella? - entonces decidí que saber aquello era más importante que procesar mi propio dolor. Henriette me miró a los ojos, y pude percibir tristeza en ellos. Entonces me asusté más que cuando se trataba de mi cuerpo.

- ¿La acróbata mujer? - preguntó, sabiendo la respuesta - Ella... no sobrevivió a la caída. Lo siento.

Ella no sobrevivió a la caída... No sobrevivió a la caída... No sobrevivió... Ella... No. Marie no pudo haber muerto. No pudo morir y dejarme aquí solo. Simplemente no pudo. ¡Hicimos una promesa! ¡No puede incumplirla! Cuando pudiésemos nos casaríamos y viviríamos felices por siempre... ¡No se suponía que muriese antes! ¡No estaba en el plan! ¿Cómo pudo olvidar el plan...? ¡¿Cómo?!

Sin darme cuenta, lágrimas que no pude secar con mis manos comenzaron a mojar todo mi rostro, cayendo directo en las sábanas. No me importó que la doctora me viese llorar, no me importó que todo el cuerpo me doliese por los temblores, nada me importaba más que ella.

Y luego de eso solo recuerdo oscuridad, nuevamente.

FallingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora