Goliat

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Goliat, el pequeño gran hombre que me adoptó en su extravagante familia circense, tras meses en coma sin ningún indicio de avance o retroceso, murió anoche pacíficamente. Que en paz descanse aquel magnífico presentador, padre del circo y hermano de la locura.

Yo comprendo que la muerte es algo natural, algo que hay que aceptar, pero solo estoy dispuesto a aceptar tal cosa cuando sucede de forma natural. No pienso aceptar que la muerte de mi amigo es parte de la vida, porque no lo es. Goliat tenía para vivir muchos años más, pero ese tiempo se acortó drásticamente por algo totalmente no natural. No puedo aceptar que se haya ido a la corta edad de treinta y tres años, sin siquiera haber conocido al amor de su vida, ni tenido hijos, ni habiendo conocido el mundo más allá de las fronteras de este continente. No puedo aceptar que este final es el que el destino eligió para él, porque no fue el destino... fueron los terroristas.

Todos se dicen a si mismos que tuvo una muerte tranquila, que nunca sintió el dolor de sus heridas, que jamás vio las consecuencias de lo que pasó, que prácticamente había muerto en el "accidente", pero yo no lo creo. Yo creo que Goliat estaba atrapado en su cabeza, reviviendo lo que pasó una y otra vez, sin poder escapar, hasta que se dió por vencido. No lo culpo, yo también me habría dado por vencido. Siento que el único motivo por el que seguía vivo, en el coma, era porque intentaba huir del accidente, pero que llegó el día en el que abrazó la bomba y finalmente se fue a un mejor lugar.

Luego de haber recuperado mis ganas de vivir, cosas como esta me hacen querer perderlas. Este acto terrorista de mierda sigue ocasionando dolor, aún después de casi un año. Avanzar se vuelve extremadamente difícil cuando las muertes me arrastran al pasado.

- Bastian, ¿estás bien? - tras la pregunta de Nikolai me di cuenta de que había estado estático, casi catatónico, frente al cuerpo inerte de Goliat, por varios minutos.

- Sí... Vámonos. - giré, con ayuda de las muletas, y caminé con Nicolai hasta nuestra habitación.

- ¿Quieres ver una película? - me preguntó mi amigo, con una sonrisa en el rostro y el control de la televisión en la mano - Si quieres ponemos algo de terror así no te da vergüenza abrazarme. - bromeó, lo cual me hizo sonreír.

- Ya sabía yo que tenías ganas de abrazarme. - chasqueé mi lengua, en broma.

- Muévete, hazme lugar. - Nikolai se recostó junto a mi en mi cama y prendió la televisión. Hizo zapping y dejó HBO sin saber siquiera qué estaban dando - Cucarachin, quiero que sepas que si tuviese el brazo, te estaría abrazando en este momento.

- Entonces que suerte que te lo amputaron. - Bromeé, acercándome un poco más a él.

- Tras ese comentario te dejé de abrazar, que lo sepas. - rió.

Agradezco a Dios, si es que existe, por darme a Nikolai cómo compañero de cuarto. Sin él, yo ya no seguiría en este mundo, eso es seguro, y por eso le debo mi vida.

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