VEINTITRES

386 49 9
                                    

Alonso y Jos se encontraban en el jardín de su escuela, era el más pequeño y algo escondido, por ende, casi nadie iba ahí, ahora estaba solo, claro, a excepción de los antes nombrados.

-Muéstrame una sonrisita, ¿Si? Una pequeñita almenos-. Rogó el ojiazul, Alonso aún se encontraba demasiado triste.

El azabache negó con un puchero, no tenía ganas de sonreír.

-Alon... No puedes seguir así...-. Dijo y abrazó al contrario.

-Sí puedo-. Susurró.

-Te puede hacer daño estar tan triste y no me gusta verte así-. Acarició el cabello negro de su novio.

-Pues... Me verás así por más días-. Cerró los ojos ante el tacto hacia su cabello.

-Vamos Alonso, ya pasó una semana, ya no debe doler tanto-. Soltó, sin embargo se arrepintió segundos después, claramente, no eran las palabras correctas.

El ojimiel se separó rápidamente del abrazo, miró al rubio con confusión y después habló.

-¿Qué acabas de decir? ¡José, mi madre murió, cómo no me va a doler, tú no sabes lo que estoy sintiendo ahora!-. Gritó mientras en sus ojos se acumulaban lágrimas.

-P-perdón no era lo que quería decir-. Agachó la mirada. El ojimiel suspiró y volvió a abrazar a Alonso.

-No te preocupes Jossy, perdón por gritarte, ésto me tiene muy afectado-. Susurró.

-Dónde está el Alonso que siempre sonreía, el que estaba felíz siempre-. Preguntó el rubio.

-Que siempre mostrara una sonrisa no significaba que era felíz.

-Pues, todos creen eso.

-Y estoy harto...

-¿De qué?-. Preguntó y el pelinegro se separó del abrazo, por segunda vez.

-De que por sonreír ya me consideran el chico más feliz, a que nunca le pasa nada, el de la mejor vida, ¡Simplemente estoy harto de que todos piensen que tengo la vida perfecta, cuando en verdad, mi vida es una mierda!-. No lo resistió y comenzó a llorar, últimamente era lo único que hacía, se había vuelto más frágil de lo normal y se rompía más con cualquier cosa. El rubio no lo pensó dos veces y volvió a abrazar a Jos.

-Tranquilo, bebé-. Mencionó y beso su frente.

Navarro se encontraba buscando a los jalonso, había encontrado algo que podría ayudar y necesitaba decírselos rápido.
Bufó al no encontrarlos, llevaba más de diez minutos corriendo por toda la escuela y nada. Recordó que ellos siempre estaban en algún lugar en donde casi no había gente, sólo había dos lugares así, la biblioteca y el jardín pequeño, decidió buscar en la segunda opción y comenzó a correr hacia ese lugar. Al verlos, sonrió.

-¡Jos, Alonso!-. Gritó mientras se recargaba en sus rodillas, intentando recuperar aire, los mencionados voltearon en su dirección.

-¿Qué pasó, Alan?-. Habló el menor.

-Y-yo, e-encontré algo... Uf, corrí demasiado, bueno, encontré algo que talvez ayude.

-¿Qué encontraste?-. Preguntaron al unísono y la pareja se acercó.

-Miren-. Señaló el libro que tenía en sus manos, éste se encontraba abierto en una página. El título decía: "Cambio de cuerpos" junto con información y unas imágenes, en específico, cuatro imágenes, cada una con un objeto diferente: La primera tenía un collar, la segunda un reloj, la tercera una pulsera y la cuarta un amuleto.
Canela abrió los ojos como platos al ver las imágenes.

-E-ese reloj-. Susurró mientras recordaba algo.

-Ten Alonso, cuídalo con tu vida-. Dijo su abuelo, Alonso tomó aquel reloj entre sus manos y lo puso contra su pecho.

-Lo haré, pero, ¿por qué me lo entregas a mí?-. Preguntó curiosamente.

-Oh, pequeño, no me queda mucho tiempo en éste mundo, eres el menor de mis tres nietos y quiero que lo conserves tú-. Sonrió y comenzó a toser un poco.

-Abue... ¿Estás bien?-. Se acercó un poco más. Su abuelo asintió pero la tos comenzó a ser más fuerte -¡Mamá! Mi abuelito está tosiendo muy fuerte-. Gritó y en segundos su mamá llegó a esa habitación.

-Peque, debes irte-. Mencionó con dulzura para que su pequeño hijo no se preocupara más.

-Está bien... Te quiero mucho abue-. Salió de la habitación con lágrimas en los ojos, él ya sabía lo que pasaría, podría tener 9 años pero, sabía que después de eso, no volvería a ver a su abuelito, dejó caer las lágrimas acumuladas mientras apretaba más aquel reloj contra su pecho, sería el único recuerdo material que tendría de su abuelo, porque, todas las aventuras vividas junto a él seguirían en su memoria por siempre.

-y-yo conozco ese reloj.

Cambio De Cuerpos~ Jalonso Villanela ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora