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   Melodía rápida, limpia y precisa. Los dedos del encargado de producir un sonido tan ameno para todos los oyentes se movían con suma rapidez, no parecía ser normal que interminables notas huyeran en pocos instantes, y que, además, sonaran con tanta perfección. El agudo sonido del violín lograba acatar la atención de cualquiera que diera unos cuantos pasos rodeando el escenario, de algunas bocas incluso escapaba el rumor de una fuerza mayor, que se encargaba de originar inmensa intriga hacia el violinista. 

   Hace pocos minutos el festejo había empezado, el color carmín, propio del vino, atravesaba las copas que yacían sobre las mesas finamente decoradas con manteles blancos, una mezcla de aromas para nada desagradables inundaba todos los rincones del salón, y en tan sólo unos momentos más, cada detalle se vería complementado con la música, aquella que tardaría la nada misma en arrebatar la atención de todos los presentes y utilizarla a su beneficio. Las caras de quienes atravesaban la gran puerta, eran conocidas perfectamente por ambos jóvenes que ocupaban un espacio en las alturas del sitio, ¿una ventaja o una desgracia? Una extraña fusión entre ambas cosas. Varias miradas se posaron sobre ellos, suceso incómodo para Eiji y de poca relevancia para Ash, el cual para desviar la atención decidió ordenar sus partituras durante escasos minutos, pues en menos de cuatro su presentación daría inicio.

   Esperaban atentamente la señal que les daría el veredicto de rozar las cuerdas y teclas de sus respectivos instrumentos. Ash tomó entre sus dedos el arco del violín que reposaba sobre el piano, aprovechándose de la situación para cruzar unas simples palabras con el dueño del instrumento en el cual descansaba un elemento del propio.

   —¿Nervioso? —interrogó, sorprendiendo al aludido que, además, apenas había notado la presencia de él a su lado. La primera respuesta que recibió fue un casto movimiento de cabeza de izquierda a derecha; era obvio que mentía—. Ni debía preguntar, está claro que sí. 

   —Tal vez un poco... Pero sólo un poco, nada más —habló Eiji tras la última oración de Ash. En realidad estaba extremadamente nervioso, el aire comenzaba a escasearle y las gotas de sudor hacían presencia al recorrer su cien, mas nada de era un síntoma anormal. 

   Fue una casualidad que los dos pares de ojos atisbaran hacia la puerta justo cuando se les dio la señal para iniciar, una sonrisa surcó en los labios de ambos, una más amplia que otra, pero ambas expresaban lo mismo. El japonés se acomodó en su lugar, se irguió y llevó sus manos hacia las teclas, claramente sin hacer presión sobre ellas. El estadounidense guió su instrumento hasta su hombro izquierdo, simultáneamente tomó el arco como correspondía y se irguió al igual que su cercano. 

   Un, dos, tres. 

   Notas lentas, se mantenían perfectas gracias al pulcro desplazamiento de todo el arco en torno a una cuerda; representaba la tranquilidad en la vida de un individuo, sin novedades, sin noticias y sin pasajes dolorosos, únicamente días monótonos. Inesperadamente el piano se incorporó a la melodía, robando el protagonismo que el violín segundos atrás ganó; algo andaba mal en la vida del tipo, un suceso concreto desencadenó su pensamiento crítico y lo hizo despertar de un sueño tan mediocre como su vida lo era. Silencio, cero sonidos, ni palmas, ni cuerdas ni teclas; el más puro vacío. Ahora todo aparentaba ir con calma, el violín nuevamente sonaba con sutileza y el piano lo acompañaba lentamente, pero de la nada la nota más aguda provocó que todos se alteraran; un momento serio, una decisión de suma importancia en la vida del protagonista, desgraciadamente una mala decisión. Ambos instrumentos sonaron con la mayor intensidad posible, y su repertorio terminó en seco, sin indicios que alertaran al público de la tragedia.

   Los ojos expectantes sobre los intérpretes de tal pieza musical, parecía como si hubieran entrado en trance. Compartieron una serie de miradas cómplices, soltaron una ligera risa que cubrieron con la palma de sus manos y, sin decir nada, salieron del salón. Nadie dijo nada, ¿se trataba de un embrujo que dejó a todos mudos? No era imposible, las leyendas que los afamaban, al final, podían ser legítimas.

ASHEI STUFF ─── banana fish.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora