Había muchos que aún no dominaban el poder de salto. Para algunos era tan simple como elevar sus pequeños brazos y emanar el humo verdoso, pero para otros era una tarea imposible. Aún no se sentían listos, el creador del hechizo se paseaba entre todos y les gritaba, repitiendo los pasos para lograr el salto.
Los señores musarañas, brujos en su mayoría, estaban reunidos en Blem, una ciudad cercana a la gran capital del reino. El río que pasaba a las afueras de los límites de la ciudad, se teñía a ratos del color verdoso que provenía del conjunto de hechizos musarañas, la noche era testigo de cómo se estaba preparando una invasión.
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Tairis ya se devolvía con su padre Varho a su hogar, caminaban ya a las afuera de Icas. Era un nuevo día muy despejado y fresco, la noche la pasaron en un local cerca del centro del pueblo. El jerbo estaba un poco pensativo, pues recordaba los murmullos que escuchó del grupo de lirones y tamias a su espalda, acompañado de algunas risas. Estaba convencido de que se reían de él, quizás de lo que les dijo o de sus pequeños saltitos al caminar. Su autoestima siempre fue un gran problema.
—Hijo, que raro que no vimos a tu amigo Prisma.
—Él siempre pasa en casa papá, no sale mucho aunque sucedan cosas increíbles afuera —dijo Tairis mirando el suelo.
—¿Por qué no vas a verlo? Y de pasada le cuentas lo que va a ocurrir. Tal vez eso lo motive a salir más y te ayude a divulgar la noticia.
—Sí muy buena idea y que bueno que seas tú quien lo diga, pues no te gusta que vaya solo a otros lugares.
—Esta es una situación muy distinta hijo, anda y yo preparo a habitantes en Reac, nos vemos en casa.
Padre e hijo se dieron unos golpecitos en la cabeza con sus colas a modo de despedida y Tairis salió del camino principal, para adentrarse en el bosque verde del reino de las tamias, para después cruzar el límite y llegar directo al pueblo de Sires en el reino de los cobayas. Varho siguió derecho su camino por el camino principal, que lo dejaría directamente en Reac.
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Atep caminaba de un lado para el otro, vestía un nuevo atuendo entregado por la servidumbre del gobernador cobaya. Después de su visita inicial y de sus respectivas presentaciones, la ardilla encontró una misión que no esperaba ni correspondía, pero que aceptó gratamente. Estuvo acompañada de la familia Onfi, pero luego la amistad que formó con el gobernador cobaya, la llevó a querer ayudar en la organización de un encuentro entre los reinos de las ratas y ratones, evento que se desarrollaría en Sires, pues estaba a la mitad entre la distancia de esos dos reinos. El encuentro correspondía a la firma de paz de ambos gobernadores, pues hace mucho tiempo estaban distanciados y siempre habían querido unir fuerzas y amistad otra vez, pero ninguno de los dos reinos tomaba la iniciativa, hasta que Xirez, gobernador ratón que vive en la ciudad de Beku, mandó emisarios al reino de las ratas para firmar y a la gobernación cobaya para pedir autorización de realizar el evento en su reino.
La ardilla en esos pocos días, ayudó en la organización, sin antes volver a su hogar en una pasada muy rápida para avisar a sus cercanos en dónde estaba y para buscar algunas cosas personales. Fue ayudada por un carro construido por los cobayas que funcionaba con minerales. Este acortaba el tiempo de viaje en un tercio, lo que permitía viajes rápidos y tranquilos. El evento consistía en la recepción de ambos gobernadores junto a su comitiva y a algunos de sus invitados y en atender a habitantes que quisieran sumarse para presenciar el encuentro. Esto uniría más a Rodenta, ya que eran los dos últimos reinos que aún no se reconciliaban.
La familia Onfi ya había regresado a su hogar en la capital y fueron felicitados por todos por haber llevado a tan amable y colaborador habitante donde el gobernador. La señora cobaya estaba muy feliz por eso, pero a sus adentros estaba preocupada, porque Atep en un momento le alcanzó a decir levemente lo que vivió en el bosque y lo que podría pasar. Esta al escuchar, se asustó mucho pero creyó, diciéndole a la ardilla que haría lo posible en dar la noticia a sus amigas y vecinos, de alguna u otra manera.
El día en Sires estaba un poco gris, muchas nubes tapaban el cielo y un viento muy fuerte se había levantado hace un par de horas. Los adornos que colgaban en las calles se balanceaban de un lado a otro muy bruscamente, muchos se cayeron y rodaron por el suelo, pero Atep corría y los alcanzaba y mandaba a habitantes cobayas que estaban ayudando, que los volvieran a colgar, pues la ceremonia de reencuentro se estaba a punto de realizar. Faltaban solo unos detalles, la comida estaba casi lista y el perímetro estaba protegido. La ardilla destacaba entre todos los habitantes que se movían para todas partes, pues su hermosa cola se veía de todos lados. El gobernador estaba feliz con ella y muchas veces le repetía que estaría encantado de que fuera su hija, por lo servicial y gentil que era. Al día siguiente se celebraría la reunión y todos los organizadores querían que estuviera todo perfecto. Atep en todo momento que estaba ocupada y en un estado de flujo haciendo las cosas, pensaba en Tairis, en que le gustaría que estuviera con ella ahí en Sires. Pero ya estaba planificando que en cuanto se terminara el evento, iría en uno de los carros cobayas a Reac a visitarlo, pues el viaje de 3 horas de Sires a Reac por el camino principal, lo podría reducir a solo 1 hora.
Tairis dormía al interior de un árbol, la caminata por el bosque lo había dejado muy cansado. Estuvo a punto de llegar al límite entre el reino de las tamias con el reino cobaya, cuando decidió tomarse un tiempo y cerrar los ojos. Despertó muy brusco, golpeándose la cabeza con el tronco, recordó rápidamente dónde se encontraba y se asustó. Nunca pensó que se hiciera de noche estando metido al medio del bosque. Él había pensado el llegar a Sires al atardecer, pero su sueño fue tan grande que pasó de largo. Ahora estaba solo en la oscuridad, sacó una pequeña luz de su bolso, la encendió y la agarró a su ropa, para que fuera alumbrando mientras caminada. De igual forma la iba sujetando a veces con sus pequeños bracitos, pues con los saltos que daba a veces, se le podía desprender y quedar a oscuras nuevamente.
Se maldecía él mismo por ser tan tonto e irresponsable de haberse quedado dormido tantas horas en el árbol. Estaba molesto y asustado, porque pensaba que en cualquier momento se le podía aparecer el brujo musaraña otra vez. Después de avanzar un buen tramo, encontró una gran cueva y sin querer empezó a adentrarse unos metros en ella. La luz rebotó en una muralla y reflejó algo incrustado en la roca y la hierba húmeda. El jerbo tuvo mucha curiosidad, así que fue a explorar para ver de qué se trataba. Era una botella vieja, con un pergamino dentro. Pasó mucho rato tratando de desenterrarla y después de abrir la tapa, pues tenía unos brazos muy cortos y manos muy pequeñas. Ya muy cansado y habiendo pasado 1 hora, lo logró. Estaba en medio de la oscuridad de la cueva solo, no escuchaba a nadie más, solo a lo lejos el sonido de las copas de los arboles movidas por el viento. Quiso leer lo que estaba escrito, así que arrojó el papel enrollado al suelo y con una pata pisó un extremo y con cuidado empezó a desenrollar del otro lado con la otra. RODENTIA EN PELIGRO CONSTANTE – RODENTA EN EXTERMINIO. EL MAL SE APODERARÁ DE TODO, LA MUERTE SERÁ EXTREMA, NADA SOBREVIVIRÁ, ESTÉN PREPARADOS. Dio un salto hacia atrás, lo que decía el antiguo y amarillento pergamino era terrible. Recordó también que su padre una vez le mencionó que en la antigüedad el continente se llamaba Rodentia y que después fue cambiado solo por Rodenta. Supuso que la hoja tuvo que haber sido escrita hace siglos. No sabía qué hacer, el peligro había estado advertido desde siempre y todos viviendo una fantasía de paz, ahora más ganas tuvo de correr y que todos se enteraran de lo que pasaría. Unió las imágenes del brujo, del castor Gat y ahora del pergamino y no había equivocación de que algo muy malo ocurriría. Salió del lugar y aceleró el paso para llegar antes del amanecer a Sires.
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Leyendas de Rodenta
ФэнтезиControl total, desesperación, amistad, amor, compañerismo y unidad. Todo esto en un pequeño planeta en una dimensión al interior de una flor.