Parte 1. Un inesperado invierno

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Me levanté más temprano que de costumbre porque hacia mucho frío, me senté en mi cama y miré por la ventana, estaba empezando a nevar. Me quedé por varios minutos absorto mirando hacia mi ventana, mis pensamientos volaban sobre aquel cielo oscuro, me hacia las mismas preguntas todos los días; pero nunca obtenía respuestas: ¿Con qué propósito estamos en esta Tierra? ¿Hay algo más allá que aún no hemos descubierto? ¿Cuál es la verdad?

Mientras me encontraba haciéndome esas preguntas en mi mente, mi mamá tocó la puerta y me dijo: -Binnie, despierta, se te está haciendo tarde para irte al Colegio.

En cuanto mi mamá dijo eso, miré el reloj y efectivamente no desperté temprano, eso fue lo que yo creí, de hecho me levanté más tarde de lo habitual, me hice lanzado de la cama y en menos de un minuto me bañé, tomé la primera rebanada de pan que mi mamá puso sobre la mesa y de camino me la fui comiendo.

Iba a toda prisa en mi bicicleta vieja, tomé un atajo por el bosque para llegar a tiempo al Colegio, estaba nevando demasiado y a la velocidad que iba casi no alcanzaba a ver bien, el aire frío lastimaba mis pequeños ojos y me hacía lagrimear. Pasé cerca de un arroyo y observé que se habían formado pequeños bloques de hielo. El invierno es mi estación favorita, ya que me gusta ver caer la nieve, así que el viaje al Colegio se estaba convirtiendo en algo placentero, cosa que no disfruto todos los días, porque el Colegio es muy aburrido.

Mientras continuaba pedaleando a toda prisa, la cadena de mi bicicleta se rompió y me llevé tamaño golpe. Me levanté con algunas raspaduras en las manos y me di un fuerte golpe en mi cabeza, por lo que me levanté un poco aturdido. Miré alrededor, pero era tanta la nieve que no alcanzaba a ver mucho, tomé mi bicicleta del suelo, me fijé que había sucedido, traté de repararla, pero no lo logré.

Me puse a pensar si debía ir al Colegio o regresarme a mi casa, aún me faltaba mucho camino por recorrer para llegar al Colegio y estaba nevando demasiado. Debía tomar una decisión pronto.

Al final opté por ir al Colegio, aunque llegara tarde era mi responsabilidad presentarme. Tenía dificultad para respirar debido a que mi nariz estaba congestionada por el frío, lo que más deseaba en ese momento era estar en mi casa, bajo las sábanas bebiendo un delicioso chocolate caliente hecho por mi madre. Pensamientos vagabundos aún pasaban por mi cabeza, me inventaba más de mil excusas para no asistir al Colegio y regresarme a casa, pero aún con todo y eso, continuaba avanzando hacia el Colegio. 

De pronto me topé con un gran árbol que obstaculizaba mi camino, por lo que decidí rodearlo, ya que era enorme y no había manera de saltarlo ni de pasar por debajo, era imposible, la única manera era desviarme por otro camino. Seguía avanzando contra todos los obstáculos que se me presentaban.

Recordé de pronto que una vez me sucedió algo parecido con mi papá, en ese entonces yo era un niño y veníamos de pescar, era un hermoso verano ese día y mientras él me traía en su bicicleta vieja, está se le rompió la cadena y ambos caímos al suelo. Fue gracioso porque los pescados que  mi papá llevaba volaron por todas partes y algunos de ellos cayeron sobre él. Fue gracioso para mí y mientras me reía de ese recuerdo algo pareció moverse bajo una gran capa de nieve que estaba debajo de un frondoso árbol. Sentí algo de curiosidad porque me imaginé que debía ser algún animal herido que estaba debajo de esa gran capa de nieve. Me fui acercando poco a poco, con toda la precaución posible, al primer vistazo observé una pluma blanca que estaba descubierta entre tanta nieve, tenía la idea de que podría ser una paloma, por lo que inmediatamente me apresuré a quitar el exceso de nieve para poder salvar la vida de aquella indefensa ave.

De pronto, vi que las plumas eran muchas, entonces creí que se trataban de muchas palomas, entre más apartaba la nieve, más plumas aparecían y cada vez eran más grandes. De pronto observé que entre las plumas habían muchas espinas incrustadas y sangre congelada por doquier. Les confieso que me asusté y comencé a dudar de salvar a aquella criatura, pero involuntariamente mis manos seguían apartando la nieve. Lo que apareció después me dejó atónito. 

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