—¡Qué cara, Clarita! —la sorprendió. —Es mi cara de escritora, nene. Anoche me quedé hasta altas horas de la madrugada redactando un reglón tras reglón.
—¿Y se puede saber qué escribís? —le dijo Simón, efusivamente.
—Algún día te vas a enterar. Pero... no sabés la noticia que tengo para darte.
—Tuviste la oportunidad de dar tu primer beso y no fue conmigo —remitió entre carcajadas su amigo de la infancia. La confianza entre ellos era arrolladora.
—¡Simón, no te atrevas! —lanzó con furia Clarita quien moría de la vergüenza. Ese momento lo imaginó tantas veces que el pulso del corazón se le aceleraba de tan solo pensarlo.
El día que Clara tomó consciencia de haberse enamorado perdidamente de su mejor amigo comprendió que podía hacerle frente a sus inseguridades, o al menos eso creyó.
Advirtió cómo su piel delicada se erizaba y en su estómago explotaban mariposas coloridas y de incontables tamaños, a la vez que los ojos enternecieron cuando observó la actitud de Simón frente a ese hecho de injusticia.
—¡Soltalo! —replicó con tantas fuerzas que provocaron la mirada de los demás. Simón reaccionó cuando uno de sus compañeros atentó contra Javier. Un empujón desmedido acabó con el pequeño en el suelo.
Javier era de estatura media, pecoso y de poco labia, se había transformado en el chivo expiatorio de su curso. Cada chiste, cada palabra se dirigían al indefenso Javito, que ya no tenía energías para enfrentarlo.
De tanto en tanto se refugiaba en Clara con largas charlas que mantenían cada vez que se cruzaban en las inmediaciones de la escuela. Javier comprendía que ella era su única amiga. Se convirtió en su confidente. Con el pasar del tiempo, supo que era una muchacha especial. La envolvía el optimismo, a pesar de su pasado, y el buen humor. Miraba la profundidad de sus ojos, azules diamantes, que brillaban de emoción porque escuchaba atentamente sus avances ante el acoso que recibía diariamente.
La simpatía de Clarita se contagiaba en los demás, aunque era motivo de envidia para otros.
Esa mañana no lo soportó. Esa mañana al atravesar las grandes puertas principales de su colegio iba decidido a ponerle punto final.
—Déjenme tranquilo. No tienen derecho a tratarme de este
modo. Iré a delatarlos con la Directora. ¡Esto se acabó! —Apenas hubo terminado la oración, sintió que si no comenzaba a correr, lo lamentaría. Esta vez, mucho peor. Se venció.
La escena que posteriormente se desató culminó con Simón y un ojo morado en la Dirección. Javito la había sacado barata gracias al proceder de quien protagonizó una nueva relación de amistad.
Experimentó todo lo que podría imaginar una sagitariana. Amar hasta más no poder, besar hasta quedarse sin aliento y la felicidad en su estado más puro.
—¿Cuál es la noticia, Clara? No te hagas la misteriosa. ¿Qué te ocurre hoy, nena?
Esa palabra pronunciada por su perfecta boca, "nena", le provocaban sus deseos más profundos. "Nena", esa mezcla de histeriqueo, de galán y de reto, la perdían a Clarita, quien entendía perfectamente el juego.
—¡Nenito! No te cuento nada. Mirá que tengo otro confidente.
—¡Puff! ¿Javito? Es confidente de los dos y te recuerdo que es más amigo mío que tuyo.
—Pero qué mentira, Simón. Yo te lo presenté. Y no, no es Javito. Es mucho más pequeñín. La noticia es que decidí qué quiero estudiar. —Se sonrió.
—Ya era hora porque te estaba fallando el tiempo. ¡Creí que nunca te ibas a decidir! —mencionó Simón.
—¡Ay, chico Ingeniero! —Arremetió Clara.
Simón había optado por la Ingeniería Agronómica para explotar las hectáreas de campo que pertenecían a los Garzón y que fueron herencia de su abuelo. Precisamente cuatrocientas hectáreas agrícolas. Tendría que aprender sobre el manejo de los cultivos y cómo liderar la empresa familiar.
—No te vas a deshacer tan fácilmente de mí, Simón. Para tu información sé muy bien lo que quiero para mi vida profesional. Seré periodista —gritó impulsivamente a los cuatro vientos.
—¡Qué bien, Clarita! Pero, ¿pensaste cómo vas a enfrentar tu pánico para hablar ante los demás? No es que entienda mucho, pero el Periodismo implica comunicar, interpelar al público.
—Lo sé. Lo pensé. Hay muchas formas de comunicar, Simón, quizá esta etapa de escritura ayude a desenvolverme sin tener que estar pendiente del qué dirán o de complacer a los demás. Hace un par de días que tengo la impresión de que voy por el buen camino. No sé si será el adecuado y muchos menos qué me deparará el destino, pero creo poder cambiar. Por una vez, Simón, empecé a creer en mí. Y bueno, lo del pánico a las palabras... aún no te cuento a lo que realmente deseo dedicarme.
Mientras Clara pronunciaba el sonido de cada letra que se disparaba de sus labios, en su interior se provocaban sensaciones encontradas que galopaban hacia su pecho. Las inseguridades se hicieron carne y experimentaba cómo el aire no le llegaba a sus pulmones. Un efecto colateral que había dejado huellas y cada vez que tenía la corazonada de sentirse indefensa, reaparecía. Pero sí que esta vez se lo creyó. Creyó que era hora de hacerle frente a los temores de su niñez. A la incertidumbre del pasado. Estaba decidida a vencer su miedo. Miedo a revivir ese dolor que la paralizaba.
—No me dejes con la intriga —la interrumpió el muchacho quien escuchaba atentamente las declaraciones de una Clarita diferente, decidida.
Si bien Clara se caracterizaba por su invaluable optimismo y su forma de encarar la vida, sobre todo cuando se trataba de los demás, sabía perfectamente que ni por un instante era capaz de detenerse a pensar en sí misma. Jamás compartía cuáles eran sus necesidades, tampoco recriminaba que así fuera.
—Algún día, Simón, conduciré un noticiero de algún medio televisivo nacional. Es una locura, lo sé. Pero las intuiciones no fallan.
Mientras continuaba, Simón no apartaba su vista contemplando cada movimiento que demostraba nuevos mantos de confianza y que darían inicio a un ciclo que prometía certidumbre y anunciaba cambios para la vida de Clarita.
No desestimó las declaraciones de su amiga. Aunque en el fondo sospechaba que no le sería fácil, se alegró por esa chica quien por una vez en su vida había tomado la decisión de luchar por sus sueños. La valentía no era un problema, por el contrario, sobraban las fuerzas. Lo sabía Simón, lo sabía Clara.
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Eterna Clara (primeros capítulos) Nueva edición en físico por Ediciones Fey
Novela JuvenilA Clara no le gusta su nombre, aunque la describe a la perfección: optimista, justa e inquebrantable. Pero los tormentos del pasado y un amor, que solo existe en la complicidad del silencio, hacen que sus palabras se atoren y solo pueda contarlas a...