EL ARCA DE LA ALIANZA (NAVIDAD)

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El Arca de la alianza :

Una vez que el Arca fue construida, la Biblia nos cuenta que “y dio Moisés en el Monte Sinaí dos tablas del testimonio, dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. Y Moisés tomó el testimonio y lo puso dentro del Arca.” (Libro del Éxodo).Una leyenda posterior, contada en carta a los Hebreos, relata que, aparte del “testimonio” o las tablas de la ley con los 10 mandamientos, allí también fueron guardados la vara de Aaron que reverdeció y una vasija con el Maná que cayó del cielo y alimentó al pueblo israelita en el desierto.
El Arca de la Alianza, que representaba la alianza (pacto o convenio) entre Dios y el pueblo judío, se transformó a partir de ese momento en el objeto más sagrado para Israel. Estaba situada en el sancta sanctorum o lugar más sagrado del tabernáculo o del Templo. Su utilidad fue variada, pues no sólo estaba destinada a contener los elementos sagrados antes descritos, sino que además tenía fama de ser un arma capaz de proteger al pueblo elegido, siendo brazo ejecutor de los castigos de Dios. Los significados del Arca, así, iban más allá de lo simbólico: tener el Arca era tener a Dios.
Su transporte y cuidado fue reservado sólo a la tribu de los levitas. Luego de dejar Egipto y durante la vida nómada y las expediciones en el desierto del pueblo judío, el Arca siempre iba antes que el pueblo porque ella mostraba qué camino seguir y dónde hacer alto cada noche. Y cuando era levantada, los sacerdotes decían: “Levántate, Yahveh, que tus enemigos se dispersen, huyan delante de ti los que te odian”. Si alguna tribu enemiga atacaba, los israelitas sacaban el Arca al frente de batalla y los enemigos huían despavoridos (Nm 10,34-35). El arca viajaba siempre cubierta por un velo de protección, más una capa de cuero fino, y un paño de color púrpura.

Poderes terribles
La Biblia nos relata que el Arca de la Alianza tenía poderes excepcionales e incomprensibles. Podía detener el curso de los ríos, aplastar montañas y destruir ejércitos enteros. Cuando el pueblo de Israel llegó a la Tierra Prometida y los judíos se encontraron con el río Jordán, el Arca de la Alianza detuvo las aguas del torrente para que los hebreos pudieran cruzarlo. (Jos 3,14-17: “…Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el Arca tocaron la orilla de las aguas… las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia…).
Pero quizás su proeza más impresionante fue la destrucción de las murallas de Jericó. La Biblia relata que, para lograrlo, los israelitas estuvieron dando vueltas durante seis días alrededor de la ciudad con el Arca de la Alianza a cuestas. Al séptimo día dieron siete vueltas, lanzaron un grito de guerra, dejaron oír sus trompetas y las murallas cayeron como castillos de naipes.(Jos 6,1-20).
Cuando los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, el Arca fue puesta en la ciudad de Guilgal, y se le construyó un pequeño santuario. Más tarde fue trasladada a Siquem, después a Betel y finalmente a Silo, su primera residencia de larga duración. Allí fue cuidada por la familia del sacerdote Elí. Muchos años más tarde, durante una cruenta guerra contra los filisteos, el Arca fue llevada al campamento israelita con el objeto de levantar la moral de los guerreros. Pero después de una trágica derrota de los hebreos, donde también murieron los dos hijos del juez y el sacerdote israelita Elí, los filisteos la tomaron como un valiosísimo trofeo, desatando un verdadero luto en todo el país de Israel. Los filisteos creían que la toma del Arca significaba una victoria de sus dioses sobre el Dios de Israel, así que la llevaron a la ciudad de Asdod y la colocaron como un trofeo de guerra en el templo de su dios Dagón. A la mañana siguiente, sin embargo, hallaron la estatua de Dagón caída de bruces en tierra delante del Arca, así que la levantaron y la colocaron de nuevo en su lugar. Pero, a la mañana siguiente, hallaron de nuevo a Dagón en el piso, sólo que esta vez estaba sin cabeza y sin manos.
Al mismo tiempo una cruel enfermedad (la plaga bubónica quizás) azotó a los asdodeos, mientras que una terrible invasión de ratas afligió a todo el territorio circundante. Estos castigos fueron de inmediato atribuidos a la presencia del Arca dentro de las paredes de la ciudad, así que los filisteos trasladaron el Arca a Gat y a Ecrón, lugares donde ocasionó los mismos azotes. Finalmente, luego de siete meses de espantosos sucesos, por sugerencia de sus sacerdotes y adivinadores, los filisteos decidieron renunciar a su pavoroso trofeo y la pusieron sobre un carro tirado por dos vacas, sin conductor, y la enviaron por los campos para que fuera donde quisiera.
La carreta, así, llegó sola a la ciudad judía de Bet Shemesh. Allí, los israelitas salieron a su encuentro, pero imprudentemente abrieron el Arca y miraron dentro. Todos cayeron fulminados. Espantados, los habitantes de Bet Shemesh decidieron deshacerse del Arca, y la mandaron a la vecina ciudad de Kiryat Yearim, donde permaneció 20 años olvidada. El rey David se acordó entonces de ella y decidió trasladarla a Sión. La puso en una carreta tirada por bueyes y organizó una procesión. Pero en cierto momento, por un brusco movimiento de los animales, la carreta se tambaleó, y un hombre llamado Uzzá, para evitar que el Arca cayera al suelo, intentó sujetarla. Y apenas la tocó cayó muerto.
Cuando por fin llegó el Arca a Jerusalén, fue depositada en una pequeña tienda, a modo de santuario, construida por David. Y cuando años más tarde su hijo Salomón construyó el Templo de Jerusalén, fue definitivamente colocada en la parte más sagrada del mismo. Y es curiosamente allí, en el lugar más protegido y seguro de todos los que estuvo, donde, alrededor del año 900 A.C., se perdió su pista para siempre. Esto dio origen a una búsqueda que ha inspirado a creyentes y cazadores de fortunas durante milenios.

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