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( rehema se lee rejema )

MALAIKA

No me gustaba esperar, aunque estaba segura que a nadie le gustaba. Mis papás me habían inculcado que tenía que ser puntual, porque era respetar el tiempo del otro, sin embargo mi hermana gemela no respetaba mucho eso.

— Rehema por fin llegas —solté, cuando la vi atravesar las puertas del nuevo edificio en donde vivía.

Ella tenía las llaves.

— Perdón Mali, se atrasó mi vuelo —explicó, yo asentí comprensivamente.

Era la única explicación lógica a su demora de casi dos horas.

— Me podrías haber avisado —me quejé.

— Perdón, ya te dije, no tenía batería en el celular y no me acuerdo tu número de Argentina como para llamarte. Y en Australia son como las cinco de la mañana, no iba a llamar a papá para preocuparlo.

Otra vez, volví a asentir. A pesar de que yo había nacido primero, mi hermana era la mayor y le encantaba discutir.

Vivía en Nueva York así que no la veía mucho. Yo había tratado por un año, pero la verdad es que me había sentido demasiado incómoda y, cuando pude, opté por una vida más tranquila en Buenos Aires.

— ¿Estás lista para ver lo lindo que quedó tu departamento? —preguntó y yo moví la cabeza como afirmación.

Caminamos por las escaleras hasta llegar al primer piso, donde estaba mi departamento. En realidad, era un medio piso que le pertenecía a mi mamá, pero como nadie vivía aquí, lo habían alquilado. Ahora, sin embargo, yo planeaba quedarme al menos cuatro años acá y me gustaba la idea de vivir en el lugar donde había pasado mis vacaciones cuando era chica. Me gustaba Buenos Aires, porque era ruidosa y un poco estresante, y justamente, eso era lo que me agradaba de acá, ya que yo había pasado más de la mitad de mi vida viviendo en un pueblo muy tranquilo y ahora quería experimentar lo que era la gran ciudad. Nueva York me había resultado intolerable, solo esperaba que acá no me pasara lo mismo y no quisiera salir corriendo cuánto antes.

— Estoy enamorada —solté, cuando mi hermana abrió la puerta y prendió la luz.

El departamento, amplio, tenía un living-comedor con muebles modernos, piso de parqué, y un cuadro detrás de un sillón en L. Después, la cocina era chica pero realmente yo no cocinaba así que no me importaba mucho, el baño principal enorme, y el de la suite —que ahora sería mi habitación— también era grande. Mi cuarto estaba pintado de blanco, con varías fotos de mi familia en una pared. De las otras dos habitaciones, una tenía camas y la otra era un estudio.

Quien fuese que diseñó esto, realmente se esmeró demasiado porque quedé encantada.

— ¿Te gusta? —preguntó de nuevo mi hermana—. Me alegro, en serio, compré los muebles en internet, vendí los viejos y cuando estaba en Brasil haciendo una sesión me pegué una escapada para venir a ver todo.

Me reí.

Rehema, o simplemente Remi, era modelo. Le iba muy bien y la contrataban bastante, varias veces me había pedido que fuese a hacer sesiones con ella pero la verdad es que me daba cierto pánico y siempre salía mal en las fotos, a pesar de que para mi hermana eso era imposible, a mí el ambiente no terminaba de gustarme y, después de un año sin hacer nada viviendo en Estados Unidos con ella, me volví para acá.

— Ya son las seis, ¿querés ir a merendar? — inquirí yo.

Ella negó con la cabeza, desplomándose en el sillón dramáticamente.

— No tengo ganas, la verdad, estuve mucho en el aeropuerto por la demora y tengo ganas de ir a dormir —explicó.

— Bueno, vamos a comprar algo para comer —propuse, pero al ver que no tenía respuesta, suspiré—. Voy yo sola, entonces.

Remi asintió varias veces con la cabeza y me dedicó una sonrisa.

Me había quedado en un hotel durante unos días, hasta que llegó Rehema de Estados Unidos y como era céntrico, cruzando la avenida ya tenía varios negocios para comer. Ahora estaba en otra zona, sumándole a que yo realmente nunca había vivido en Buenos Aires, y no sabía bien como ubicarme. Solo esperaba no perderme para ir a comprar algunas cosas dulces y una Coca Zero.

— No olvides comprar Pringles —soltó mi hermana, cuando yo estaba por salir de casa.

Por inercia, me volví para buscar más plata y emprendí mi camino hacia algún quiosco, aunque terminé maravillándome más de una vez por la arquitectura de Buenos Aires, lo que provocó que me demorase más de lo esperado.

Sin embargo, Rehema seguía en la misma posición cuando volví.

— Te dejaste el celular —me dijo. En realidad, eso había sido intencional. Lamentablemente vivía en un país inseguro, y no era mi idea salir a la calle y terminar siendo asaltada simplemente por querer ir a una panadería.

No le contesté nada, y ella se incorporó, ahora sentándose y mirándome.

— Malaika, no sabés a quien me crucé cuando salí a buscarte para dártelo —dijo. Voltee a mirarla, yo estaba acomodando las cosas en la heladera—. ¡Mali! No quiero sonar metida pero... Cristian Pavón es tu vecino.

Y, casi sin darme, yo respondí, bastante más ocupada en acomodar ahora las papas fritas en la estantería.

— Sí, ¿y?

neighbors / cristian pavónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora