Capítulo 4

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Estuvimos caminando durante una hora y media, aproximadamente. Pero paramos ya que Carl empezó a quejarse, al igual que yo. Nos sentamos en el suelo, apoyados en un tronco. Daryl había decidido ir a ver si había algo para cazar.

—Entonces —llamé su atención. Yo no lo miraba—. ¿Nunca te has marcado un Ellie?

—No, no sé tirarlos —sentí su sonrisa. Giré mi cabeza para verlo.

—Pues es momento —me levanté del suelo para buscar algo para practicar. Di vueltas hasta que me decidí. Tiré uno de mis cuchillos, dejándolo clavado en un árbol, en el tronco—. Intenta igualarlo, que se queden al lado.

—¿Cómo quieres que haga eso? —me miró sin sentido. Yo rodé los ojos. Saqué otro de mis cuchillos y casi sin mirar lo lancé, dejándolo pegado al otro—. Pero tú eres tú, y yo soy yo.

—Calla marica —me quejé. Me apoyé en un árbol, mirándolo, con los brazos cruzados. Él sostenía el cuchillo y suspiró. Se preparó pero le paré—. Lo estás cogiendo mal —él me miró molesto. Me gustaba hacerlo rabiar.

Me acerqué a él y le sostuve la mano, más recta. Él se tensó.

—Ni que nunca te hubiese tocado una chica —me burlé cerrando uno de mis ojos concentrada. Agarré con más fuerza su mano para alzar el cuchillo y lanzarlo al tronco, dejándolo al lado de las demás. Yo sonreí orgullosa.

—Cállate —me reprochó por mi comentario anterior—. Ha parecido realmente fácil, pero era porque lo has lanzado tú, no yo —yo levanté mi mano y la dejé caer, restándole importancia a lo que acababa de decir.

—Lo hicimos los dos —recogí los cuchillos.

—Hemos estado caminando durante horas, en busca de un jodido ciervo —se volvió a sentar. Yo me encogí de hombros. Escuché el sonido de ramas a lo lejos, de inmediato me puse alerta—. ¿Qué pasa?

—Quédate aquí, iré a mirar —respondí rápidamente colocando mis manos en sus hombros para casi tirarlo hacia los arbustos. Él me miró molesto.

—No soy inútil, también quiero ayudar —volví a escuchar el mismo ruido, pero esta vez por la derecha. Eran más de uno, y de tres me atrevería a decir.

—Escúchame Carl —le susurré impaciente—. Se que no eres inútil. Pero tu padre no puede volver a perderte, ¿entiendes? —el asintió casi al momento. Yo suspiré y me puse en pie.

Al dar tan solo dos pasos, ya tenía una escopeta apuntándome. Alcé mis brazos mientras rodaba mis ojos. Sentí el cañón de otra escopeta en mi espalda.

—¿Quién eres? —preguntó el más robusto.

—Una niña —le contesté simple, alzando mis hombros sin importancia. La escopeta de mi espalda hizo más presión. Dirigí mi mirada en Carl, quien me miraba con temor, como si fuera a salir de su escondite. Tan solo le guiñé un ojo, disimuladamente y cuando ellos no me miraban.

—¿Con quién estas? —preguntó de nuevo, esta vez mirándome. Mientras mandaba a los demás buscar por los alrededores. Uno estaba peligrosamente cerca de Carl. Suspiré.

—¡Mirad! ¡Un unicornio! —señalé detrás de ellos. Me miraron seriamente. Tan solo tenía que ganar un poco de tiempo—. Bueno —suspiré. Levanté mi cabeza levemente para mirar el cielo. De inmediato cogí una de mis cuchillas lanzándola a la cabeza del que estaba cerca de Carl.

Rodé por el suelo para sacar mi pistola y disparar en la cabeza a otro. Uno de ellos me tiró al suelo, tomándome desprevenida.

—Maldito bastardo —susurré mientras sujetaba las manos de él con fuerza, ya que amenazaba con clavarme un cuchillo. Le escupí en un ojo. Pero él seguía—. ¿Está rico? —puso toda su fuerza, acercándose aún más a mí.

Hasta que un disparo sonó, dejándolo muerto, sobre mí. Suspiré con cansancio. Levanté levemente mi cabeza para buscar al responsable, al ver a Carl, sonreí dejando caer de nuevo mi cabeza.

—Quita joder —me di cuenta que aún seguía teniendo a ese hombre sobre mí. Lo aparté con desprecio. Carl me tendió la mano para ayudarme a levantar, la cual acepté.

—Los caminantes habrán escuchado los disparos —miré hacia los alrededores—. Más de ellos también —pateé un poco la cabeza del que me amenazaba con apuñalarme, refiriéndome a ellos—. Tal vez también Daryl.

—Estoy aquí —habló Daryl detrás de nosotros. Yo asentí, aún sin dejar de prestar atención al resto del bosque.

—¿Encontraste el ciervo? —pregunté. Quería irme de aquí, algo no iba bien.

—No —él notó mi posición—. Larguémonos de aquí.

Asentí rápidamente. Carl nos miraba confundido. Tan solo lo tiré de la camiseta para que espabilara.

Caminamos otras dos horas de vuelta, sin ningún problema, tan solo caminantes. Al llegar, nos abrieron las puertas. Rick apareció con una sonrisa mientras se acercaba a nosotros.

—¿Cómo fue? —le preguntó a Carl. Este se quedó en silencio unos segundos. Alcé una ceja ante ello.

—¡Genial! —acabó diciendo—. Tuviste que verla. Ella sola contra tres —Rick abrió los ojos sorprendido y me miró con desaprobación—. Nos iban a matar si no.

—Podríais haber huido.

—¿Acabas de decir que debería haber huido? —él rió. Y asintió con la cabeza—. Ya me conoces, Sheriff.

—Por eso mismo, yo temería si te tuviera de enemiga —me sonrió cómplice.

—¡Aunque no me dejaba hacer nada! —se quejó Carl, mirándome mal. Yo me encogí de hombros aún riendo.

—Tan solo te ponía aprueba —me reí aún más.

—Está loca —habló esta vez Daryl, posicionándose a mi lado. Yo le miré mal—. Lo está, de verdad. Está como una cabra —pero lo decía con una sonrisa. Lo que me extrañó. ¿Me estaba alagando? Nunca se sabe con este hombre.

—Lo que digáis —rodeé los ojos con una pequeña sonrisa.

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