Capítulo 1

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Estaba caminando sin rumbo, patentado una lata. Habían quemado mi refugio, cuando había ido a por provisiones. Me sentía realmente estúpida, aunque no hubiese sido mi culpa.

Dejé estar esos pensamientos, tenía que centrarme, tenía que encontrar dónde dormir esa noche.

Llegué a un supermercado, se formó una pequeña sonrisa en mi cara. Pero de inmediato desapareció, no había señales de que nadie hubiese entrado o intentado hacerlo. Era muy raro.

Saqué mi hacha, y con mi otra mano toqué las cuchillas que guardaba. Me acerqué con cuidado, si nadie había intentado entrar, era por algo.

Me acerqué a la ventana del supermercado, con extremo cuidado de no hacer ruido. Y efectivamente, estaba repleto de caminantes, pero también estaba repleto de provisiones. Suspiré, lo iba a hacer.

Pero tenía que buscar otra entrada, la principal era una muerte segura.

—Joder —dije para mi misma. ¿Dónde coño están las ventanas aquí? ¿Puerta de incendios?

Me senté en el suelo y me masajeé la frente. Al levantar la cabeza, me encontré el comienzo de unas escaleras, que llevaban al techo del supermercado. Me extrañé y empecé a subirlas. Pero un caminante me agarró de la bota, haciéndome casi caer.

—Serás imbécil —saqué mi hacha que descansaba en mi espalda y con un movimiento rápido lo incrusté en su cabeza, para luego mover mi pierna haciéndolo caer—. Así no se le trata a una mujer.

Seguí subiendo hasta llegar arriba. Abrí los ojos sorprendida, el techo era cristal. Caminé despacio por él, se estaba agrietando.

—Putos caminantes, puta comida, puto mundo —me lamenté con la mirada en el suelo, habían muchos caminantes.

Caminé con mucho cuidado y levanté un poco la cabeza, vi una separación, como si te tratara de otra habitación, así que de inmediato pensé en el almacén.

—Eureka —susurré contenta. Seguí caminando.

El ruido de un motor me hizo levantar la cabeza rápidamente. Se dirigía hacia el supermercado. Tragué saliva, no podía hacer nada. De seguro que ya me vieron. Cogí mi pistola de su funda.

Un hombre salió del coche, tenía el pelo largo. Levanté un poco más la mano que sujetaba la pistola. Seguidamente salió otro hombre que reconocí al instante, abrí los ojos sorprendida al ver de quién se trataba.

—¿Ellie? —preguntó. A pesar de la distancia, había leído sus labios.

—¿Rick? —escuché como el cristal se agrietó aún más. Bajé mi mirada poco a poco al cristal. Se iba a romper—. La puta —y de golpe se rompió haciéndome caer.

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