Capítulo 3

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—Carl —lo zarandeé, ni caso—. Hostia puta, Carl —comencé a perder la paciencia. ¿Cómo tenía el sueño tan profundo?

Comencé a darle palmaditas en la cara. Después de unos segundos empezó a abrir los ojos lentamente. Al verme, se alarmó y se levantó rápidamente, chocándose contra el techo de la litera. Yo le miré con una sonrisa burlona.

—¿E-Ellie? —preguntó adormilado. Yo asentí—. ¿Que necesitas?

—Que te levantes, es hora de enseñarte —él me miró confundido.

—¿Enseñar?

—Tu padre —solamente dije eso y él se dejó caer en la cama, soltando un bufido. Yo fruncí el ceño—. En cinco minutos te quiero abajo.

Salí de su celda y bajé las escaleras, encontrándome a Rick, parecía que era el que despertaba antes.

—Buenos días —me senté a su lado mientras me crujía las manos.

—Buenos días —contestó sin mirarme—. ¿Como has dormido?

—De put... —me miró esta vez, alzando su ceja—. Muy bien, he dormido muy bien.

—Ni que fuera tu hija —bajó Daryl de las escaleras parándose delante de nosotros.

—¿Dónde vas? —pregunté mientras lo miraba.

—A cazar —alzó su ballesta. Mis ojos se iluminaron y miré a Rick con una sonrisa, como si le estuviera pidiéndole permiso, aunque de igual forma haría lo que yo quisiera.

—Carl —me recordó y dejé caer mi cabeza en la mesa. Pero una idea me vino a la mente.

—¡Vayamos los tres! —levanté mi cabeza con ímpetu. Daryl negó varias veces con la cabeza.

—¿Qué? No —contestó rápidamente—. Me gusta cazar solo. No quiero tener a críos al rededor —su comentario me hizo abrir la boca ofendida, él se encogió de hombros indiferente.

Se volteó y continuó su camino hacia la puerta. Cogí una de mis cuchillas y la tiré con un movimiento rápido. Pasando justo al lado de Daryl, casi rozándolo. Se quedó clavada en el marco de la puerta, por donde él justo iba a pasar.

Él se giró sorprendido y alzó una de sus cejas.

—¿Entonces...? —me acerqué a él, para sacar mi cuchilla y meterla en mi bolsillo. Coloqué una de mis manos en mi cintura.

—Está bien —se rindió. Yo salté con entusiasmo, me encantaba cazar. Y también salir. Apenas llevaba un día ahí y ya me estaba comenzando a agobiar, necesitaba salir.

Justo en ese momento Carl bajó. Saludó a su padre y se dirigió hacia nosotros, se le veía confundido.

—Iremos con Daryl, a cazar —le aclaré. Sentí como tragaba saliva, a lo que yo reí—. Aprovecharé para enseñarte a tirar una de estas preciosidades —saqué una de mis cuchillas.

—Tss —se le escuchó decir a Daryl, me giré rápidamente y lo acusé con el cuchillo, aunque estuviéramos a unos metros de distancia. Él levantó sus brazos y rió un poco.

—Vale... —dijo no muy convencido Carl. Pasé uno de mis brazos por encima de sus hombros. Él se tensó ante ello, yo rodé los ojos.

—¡Adiós! —me despedí de Rick. Su hijo le miró como si estuviera pidiendo ayuda, él tan solo le guiñó un ojo, para nada disimulado. Yo entrecerré los ojos ante ello, ¿por qué lo hizo?

Emprendí nuestro camino, aún teniendo mi brazo ahí. Él era un poco más alto. Deje caer mi brazo y me estiré. Caminé un poco más rápido, dejándolo atrás, pero él rápidamente retomó el ritmo.

—Carl —lo llamé, sentí como me miraba de reojo—. ¿Te molesta? —pregunté refiriéndome el haber pasado mi mano por sus hombros. Él negó, yo subí mi ceja y miré al frente—. ¿Te incomoda? —después de unos segundos, volvió a negar—. ¿Entonces qué...? —no pude acabar de hablar ya que las puertas se abrieron, poniéndome alerta.

—Más te vale no morir nada más salir —comentó sonriendo de lado. Yo me lo quedé mirando durante unos segundos.

Si él supiera.

—Está bien, sheriff de los chinos —imité su gesto. Le di un golpecito al sombrero que llevaba puesto.

Seguí los pasos de Daryl, hasta que el primer caminante apareció.

—¡Me lo pido! —sonreí sacando mi hacha, tirándolo al cráneo del caminante. Me acerqué a él—. Disculpa —lo desencajé para volverlo a coger, dejando caer al muerto.

—Tienes una extraña manía con tirar cosas, ¿no? —me preguntó Daryl. Yo me encogí de hombros. Escuché unos pasos, pero eran rápidos, no parecían ser de caminante. Daryl se puso alerta haciéndome entender que también lo había escuchado. Lo miré al mismo tiempo que él a mí. Era más de una persona.

Empujé suavemente a Carl contra un arbusto. Él me miró confundido.

—Quédate un segundo aquí —le susurré. Estaba por levantarme, pero él me cogió de la muñeca.

—¿No se suponía que ibas a enseñarme? —preguntó un poco molesto. Mi mirada bastó para que él deshiciera el agarre.

Me subí a un árbol con ayuda de mis cuchillos, me senté sobre las ramas, busqué de donde venía el ruido, después de unos segundos vi a dos hombres acercarse aquí, con escopetas.

—¿Crees que serán duros? —preguntó uno de ellos—. ¿Cuanto crees que nos daría el gobernador por la cabeza de Rick? —yo levanté mi ceja sin entender. Miré a Daryl, que estaba detrás de unos arbustos, cerca de mí. Puso su dedo en su cuello e hizo como si se lo cortara, haciéndome entender que los matáramos. Yo asentí. Se acercaron peligrosamente donde Carl se encontraba escondido. Me di prisa en acercarme a ellos. Cuando estaba justo arriba de ellos, cogi dos cuchillos, uno en cada mano. Me dejé caer enterrando los cuchillos en cada cabeza. Los retire rápidamente, gracias a eso me manché la ropa de sangre.

Volteé a ver a Carl, quien me miraba muy sorprendido, con la boca abierta. Luego me giré a Daryl, quien me sonreía, aunque muy poco.

—Estuvo... —habló Carl sin saber que decir—. Mejor déjalo.

—Vamos —le agarré de la muñeca, llevándolo más al fondo del bosque, aún seguíamos a Daryl.

Él de pronto alzó la mano, haciéndonos parar. Me hice un hueco para ver qué era. Un ciervo.

—¿Qué es? —me susurró Carl.

—Un ciervo —contesté simple. Daryl se estaba acercando, con la ballesta alta.

—¿Un qué? —preguntó de nuevo Carl. Le miré molesta.

—Un jodido ciervo, Carl —elevé mi voz, poniendo alerta al ciervo. Daryl maldeció y me miró mal.

Agarré dos de mis cuchillas rápidamente y las tiré con fuerza al ciervo, ya que este había salido huyendo. Pero ahora dejaría rastro.

—¿Qué parte no entendisteis? —se dirigió molesto Daryl.

Pasé de él y caminé hacia la sangre, y como había dicho yo, había un gran rastro.

—Calla y mira —señalé la sangre. Él suspiró y me dio un pequeño golpe en la cabeza.

—Yo no veo nada —me hizo saber Carl.

—Tan solo fíjate más —me giré para verlo. Después de unos segundos meditando, saqué tres de mis cuchillas y se las tendí. Él tardó en reaccionar. Las cogió, tocando un poco mi mano sin querer. Sentí algo extraño ante el tacto, pero retiré rápidamente esos pensamientos. Él me sonrió y yo le imité.

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