El hombre

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Encendió un cigarro
y arrojó la cerilla hacia el prado brillante,
el pasto comenzó a arder,
se entretuvo observando las líneas,
cansancio y nerviosidad que cubrían el rostro,
ahora se le movían los labios, pálidos, viejos y afilados.

Quizá buscamos un poco de paz y tranquilidad
no hay nada parecido en la tierra,
desde que tiramos todo aquello por la borda,
todo aquello en que creíamos,
solo para viajar a las estrellas,
tratando de alejarnos del malvado planeta.

Se había fumado dos cigarros,
parecía como si no pudiese ver ni pensar,
aunque no tiene nombre,
no lo necesita,
ella traducía instantáneamente cualquier idioma,
tenía los ojos del color del sol, el color del mar, el color de una flor, el color de las montañas, el color de la noche incluso, pero
ya estoy harta de sus aires de superioridad
hizo de ella algo insignificante.

Meses de viajes por el espacio,
nostalgia,
soledad,
váyase a ensuciar otros mundos
a estropearlos con sus dudas y métodos científicos,
la misma suciedad y los mismos crímenes
y nosotros
gente real, sucia...
Pero no pierda la cabeza,
el rostro se afeó lentamente
y ahora tiene usted tantos deseos de creer
que tropieza y se confunde,
le pediré un poco de paz y tranquilidad.

AutorretratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora