05.

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—Has hecho un gran trabajo con esto, linda.—Miro algo impresionado la nueva disposición de nuestro hogar. Sé que ha tenido algo de ayuda porque muchas cosas no se encuentran en el mismo lugar.—¿Has comprado todo esto con el dinero que te he dado?

—Si.—Vacila un poco antes de decirme. Sé que está omitiendo algo pero decido dejarlo pasar.—¿Te gusta el moisés que le he conseguido? Es mucho más práctico que una cuna de madera

—Han escogido cosas muy lindas, amor. Mía tiene a una mamá con muy buen gusto.

—¿Quieres que nuestra pequeña se llame Mía?

—Si no te gusta podemos elegir otro nombre.

—No no no. Es perfecto, amor. Mía Mendes, me encanta.—Hemos conseguido un nombre perfecto para ella pero siempre seguirá siendo nuestro pequeño tesoro accidental.

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—Ven aquí, Shawn.—Mi jefe me llama sin siquiera mirarme. Está muy enfocado en observar como montan un pequeño escenario en la esquina del lugar como para notar que ya estaba junto a él.—¿Podrías repartir un par de volantes? Necesito a alguien que toque algo de música en vivo.

—Bien.—Sé que puedo ofrecerme pero cantar para alguien sigue siendo algo que reservo para las personas más especiales en mi vida.

Una vez en casa dejo los volantes sobrantes sobre la pequeña mesa de nuestro hogar y tomo asiento en una de las dos sillas de nuestro pequeño comedor. Rosie besa mi frente y deja frente a mí una taza con café y toma uno de los volantes para leerlo con atención.

—Deberías hacerlo, Shawn. Tienes una voz maravillosa.

—Lo dices porque me amas.

—No solo lo digo porque te amo, amor. Cantas hermoso. Inténtalo. Sería una verdadera maravilla verte cantar y degustar un gran trozo de tarta de cereza.—Solo río y le atraigo hacia mi para sentarla sobre mis muslos.—¿Lo harías?

—Voy a pensarlo.

—Bien. ¿Podemos ir a acostarnos? Estoy cansada pero no quiero entrar sola en la cama.—Le tomo en brazos y la llevo a nuestra habitación. Dejo que se meta debajo de las sábanas y me encargo de finalizar con pequeños pendientes para poder acostarme junto a ella.

Sus pies se enredan entre mis piernas y acomoda su barriga sobre mi abdomen. Acaricio sus brazos con calma y le doy un pequeño beso en el cabello. No decimos absolutamente nada durante un tiempo hasta que ella decide romper el silencio.

—¿Recuerdas aquella vez que llegaste a casa y me encontraste llorando?

—Sí.

—No lloraba por una película.—Justo lo que me temía.—Pero tampoco porque no fuese feliz a tu lado. Uno de mis hermanos me encontró cuando venía de regreso a casa. Charlamos por muchísimo tiempo.

—¿Ha pasado algo?

—Me ha ofrecido disculpas por​ darme la espalda cuando papá y mamá lo hicieron. Quiere apoyarnos. Me ha dicho que él se encargará de los gastos del parto y todas las cosas que tu madre y yo elegimos para Mía las ha pagado él. Los ahorros los he dejado en el anaquel para alguna emergencia.

—¿Crees que ya pueda conocerle? Ya sabes, sin que haya gritos de por medio.—Ella ríe un poco y besa mi mejilla.

—Él también quiere conocerte. Sé que se llevarán genial.—Bien, su familia comienza a involucrarse un poco con nosotros.

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Nos encontramos a finales de Octubre, Rosie está enorme y ya le cuesta un poco moverse pero sigue viéndose completamente hermosa. La relación con su hermano ha sido muy buena y la mantenemos en un bajo perfil por miedo a tener algún problema con los padres de mi chica. Ella es muy feliz en este momento y eso me hace sentir bien conmigo mismo.

Nos encontramos en nuestro hogar junto a mis padres. Rosie se ha ofrecido a cocinarles una cena de aniversario aunque al final el ochenta por ciento de los alimentos terminan bajo mi cargo por su constante cansancio.

—¿Saben cuando llegará la pequeña?

—Esperemos que pronto. Ya no puedo ver los dedos de mis pies.—Ríe mi chica un poco mientras se acaricia el vientre con cariño. Toma un profundo respiro y suspira. A este punto ya le cuesta un poco respirar.

—La espera siempre vale la pena, cariño. 

Fue así como un catorce de noviembre por la madrugada nuestra pequeña Mía decide que es hora de conocer este mundo. Rosie me despierta entre jadeos y respiraciones profundas. Estoy entrando en pánico en este mismo momento.

—Espera aquí, amor. Iré a buscar ayuda.

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—Le juro que voy a devolverle todo el dinero. Muchísimas gracias.

—Tranquilo, hijo. Hablaremos de esto después.—Otto me da un par de palmadas en la espalda con una sonrisa.—Corre. Debes estar presente cuando tu hija llegue a este mundo.

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—Aquí estoy, Rosie. No tengas miedo.—Beso la frente de mi chica y seco sus lágrimas con amor. Ella sonríe un poco y deja escapar un sollozo.

—¿Puedes sujetar mi mano, por favor?

—No necesitas pedirlo, cielo.—Proporciono pequeñas caricias a sus nudillos y trato de calmar su dolor un poco con besos en sus mejillas. Deja de llorar pero sigue muy adolorida.

—Bien, Rosie. Es hora de traer a tu pequeña bebé al mundo. ¿Estás lista?

—Si.—Dice decidida a pesar de no tener idea de que pasará.

Son las dos horas más largas de toda mi vida. Mi Rosie la está pasando verdaderamente mal. Podía sentir su dolor y eso solo me hacía pensar que todo lo que ella está sufriendo es culpa mía.

Cuando esté ambiente comienza a ponerse pesado y algo estresante solo basta de un gran quejido y un posterior llanto para llevárselo​ todo y traer consigo solamente calidez y felicidad.

Mía Alessa Mendes ha llegado a este mundo y ha traído consigo nuestra dicha.

—Eres tan bonita, linda.—A pesar de ser algo cursi, los tres lloramos al unisono.—Te cuidaremos y amaremos como no tienes idea. Eres nuestro pequeño tesoro.

—Las adoro como no tienen idea. Prometo darles todo de mí para que nunca carezcan de absolutamente nada.—No nos hace falta nada para ser plenamente felices.

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Dedicado a

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Us {Shawn Mendes Fan Fiction}*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora