Infierno

Capítulo 2: La oveja negra del rebaño.

                                Capítulo 2:
                   «La oveja negra del rebaño»

Las personas cuando empezaban el día con el pie izquierdo trataban de autoanimarse, diciéndose así mismas que al final del día todo cambiaría y terminarían bien, o en este caso con el pie derecho. Pero YO no era como esas personas, yo estaba consciente de que si un día empezaba mal iba a terminar mal, mis días o empiezan bien o mal, y así como empiezan terminan.

Y este es el claro ejemplo de eso, desde que vi que Collins bajó de ese autobús con esa asquerosa sonrisa de superficiencia supe que mi día iría de mal en peor.

—Sólo quince estudiantes— recito nuevamente leyendo la lista que Carla tiende frente a mis ojos.

De un manotazo aparto la lista de mi campo visual. Son las diez de la mañana y yo sólo tengo quince estudiantes. Muchos me han evadido diciendo que ya otro (Collins) le ha dado la bienvenida, otros simplemente han pasado de mí. ¿En serio existen seres humanos tan bordes en el planeta tierra? Deberían tener mal fin.

La campana suena indicando que tenemos que detener todo para el desayuno. De muy mal humor me siento en la mesa de siempre, de brazos cruzados.

—Amor ¿que te sucede?— pregunta Zack.

Al no obtener respuesta de mi parte se dirige a las chicas, quienes lo miran con cara de preocupación.

—Sólo tiene quince personas en su lista— habla Carla.

Zack se encoge lentamente de hombros.

—Eso es mucho— musita entrando una pajita en su lata de coca cola.

Abro la boca indignada ¿en serio ha dicho semejante barrabasada?

—Tienes un minuto para retractarte.

Vuelvo a mi antigua posición, esperando que se retracte, pero al parecer no tiene planes de hacerlo porque me sigue mirando como niño perdido en una feria mecánica.

Me giro en la silla para quedar a su frente.

—En Richardson todos los años entran desde quinientos hasta mil estudiantes ¿y tú te encuentras mucho quince? Suicidate Zack.

Le doy las gracias a Violett cuando deposita mi desayuno en su lugar. Se retira cuando me pasa las servilletas.

—Tú no quisiste hacer trampa,
ahora no te quejes— protesta.

Le doy la peor mirada que le han podido dar en su vida.

—Terminamos, tienes diez segundos para abandonar la mesa y van cinco.

—Pero...

—¡Ya!— exclamo interrumpiéndolo.

—Tienes cinco segundos para decir que bromeas.

Todos en la mesa han evitado ingerir su desayuno para prestarnos atención a nosotros, no es la primera vez que presencian una de nuestras peleas, por lo general Zack y yo siempre vivimos peleando, él nunca me entiende, por más que intento expresarme con él es imposible.

—Estoy bromeando, pero seguiré enojada contigo por mucho tiempo— acuso cortando mi chuleta en un hermoso triángulo.

Él rueda los ojos y hace silencio, justo lo que sabe que tiene que hacer. Generalmente cuando estamos discutiendo él sabe en que momento tiene que hacer silencio.

                                〰

Una hora después me encontraba nuevamente dando bienvenidas, le sumé veinte a la lista lo que hacía un total de treinta y cinco estudiantes. Un estudiante solitario que estaba en las gradas del patio de fútbol americano llamó mi atención, escalo rápidamente las gradas hasta llegar a él.