Capítulo 4. Subasta

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En ese momento, un grupo de marinos habitantes de la isla entró en las ruinas del palacio, todos estaban armados y uno de ellos amenazaba a Peter con una espada.
-¡Peter!- Gritó Lucy. Susan le apuntó a quien tenía a su hermano, pero no disparó.
-Si yo fuera tú no lo haría preciosa.- Dijo el jefe de aquellos marinos.
Caspian miraba con odio a aquel jefe.
-Y si yo fuera tú le diría a mis hombres que bajen sus armas.- Caspian desafió a aquel jefe.
Los marinos de Felimath rieron.
-Creo que no has entendido muchacho.
-¡Desgraciado! ¡Yo soy tu rey!
En ese momento se inició una guerra dentro de aquel antiguo palacio. No duró mucho.
-Llévense a las chicas. Estoy seguro de que nos darán una buena suma por ellas. Y a estos tres llévenlos al calabozo.- El jefe ordenó.
-¡Nooo! ¡Susan! ¡Lucy!
-¡Caspian!- Gritaba desesperada Susan.

Ya en el calabozo, Caspian buscaba una manera desesperada de salir de ahí, tenía que salvar a Susan.
-Todo esto es por mi culpa.- Peter se culpaba de lo que pasó.- Si los hubiera detenido, nada de esto habría pasado.
-No fue tu culpa Pete.- Le decía Edmund a su hermano.
-¡Tenemos que salir de aquí!- Decía desesperado Caspian.
-¡Nunca van a salir de aquí!- Una voz se escuchó entre las sombras.
-¿Quién anda ahí?- Preguntó Caspian.
Los tres héroes de Narnia se adentraron en las sombras y vieron a un viejo. Tenía el cabello largo y grisáceo, parecía que llevaba años ahí.
-¡Nunca van a salir de aquí!- Les repetía el anciano.
-¿Quién es usted?- Le preguntó Peter.
-Después de tanto tiempo encerrado aquí, uno ya no recuerda ni su nombre.
-¡No, no! ¡Tenemos que salir de aquí!- Insistía Caspian.
-Usted es Caspian X.- Los ojos de aquel anciano se fijaron en los del rey.
-Sí.- Confirmó éste, quien lo miraba extrañado.
-Ha venido a salvarnos.- Le dijo el anciano.
Los tres reyes se miraron entre sí.
-¿Cómo dice?- Preguntó confundido Caspian.
-Usted mi rey es el único que puede acabar con esto.
-¿Qué sabe usted de la bruma?
-Sólo que es peligrosa.
-¿Sabe cómo detenerla?
-Sólo hay una forma.- El anciano comenzó con la historia.- Cada mes, los tiranos que hoy reinan Felimath, escogen un grupo de habitantes, la mayoría son mujeres y esclavos que no lograron vender. Son llevados en botes hasta esa bruma de color verde. Desaparecen. Nadie que haya entrado en la bruma regresa jamás.
-¿Qué hacen con los esclavos que sí se venden?- Preguntó preocupado Edmund.
-Son obligados a trabajar día y noche para aquellos tiranos que los hayan comprado. Muchas mujeres son obligadas a...- El anciano no terminó, pero los tres reyes imaginaron lo que iba a decir.
-¡Tenemos que salvar a Susan y Lucy!
-En Avra hay un mago, su nombre es Coriakin, él conoce todo lo que ustedes ignoran sobre esa criatura que se esconde bajo la bruma. Él puede ayudarlos. Búsquenlo, sólo así devolverán la paz a las Islas Solitarias. Sólo así salvarán a sus reinas.

En ese momento los reyes miraron por las rejas del calabozo. Susan y Lucy estaban siendo subastadas.
-¡Tenemos que hacer algo rápido!- Les dijo Edmund.

Susan estaba parada sobre una especie de podio, encadenada de pies y manos.
-¿Cuánto ofrecen por esta linda chica?- Gritó aquel usurpador parecido a Miraz.
-¡10 monedas de oro!- Gritó un comprador.
¡15! ¡20! ¡30! Se escuchaban gritos de todas partes.
-¡50 monedas de oro por la bella chica!- Fue la última oferta, nadie superó ese precio.
-¡Vendida!- El usurpador le entregó a Susan a su nuevo dueño. Todos los habitantes de Felimath estaban presentes.
-¡Susan!- Gritaba desesperada Lucy.
-¡Lucy!- Susan se aferraba a su hermana.
Era el turno de Lucy. ¡15! ¡20! ¡30!, las mismas ofertas se oían.
-¡100 monedas de oro por la pequeña!- Una dulce voz gritó. Todos quedaron asombrados. Nadie había ofrecido tanto por un esclavo, y menos por una insignificante niña.
-¡Vendida! Pase a recoger a su esclavo.
Pero en ese momento Reepicheep saltó desde los hombros de Drinian. Fue el ratón quien había comprado a Lucy.
-¡Por Narnia!- Gritó.
Enseguida, todos los narnianos que viajaban a bordo del Viajero del Alba estaban luchando contra aquellos usurpadores de Felimath.
Drinian cortó las cadenas de Lucy y Susan. Ahora todo era una batalla, como la última vez que estuvieron ahí.

Reepicheep pasó entre los barrotes del calabozo y liberó a los reyes y a aquel anciano, el cual llevaba tantos años ahí que olvidó su propio nombre.
-¿Y Susan y Lucy?- Le preguntó Peter al ratón.
-Están bien, su majestad.
Caspian sintió un gran alivio al saber que Susan ya no corría peligro, al menos, no tanto.
-¡Hay que irnos!- Caspian intentó ayudar al anciano, pero éste se quedó inmóvil en el suelo.- ¡Hay que irnos!- Repitió.
-No, mi rey. Felimath es mucho más importante que yo. No me queda mucho tiempo, no valgo la pena. Encuentre a Coriakin, acabe con la bruma y salve las Islas Solitarias, así como salvó a Narnia.
Caspian asintió.
-Regresaré por usted.- Le aseguró.

Los tres reyes salieron de aquel calabozo, vieron a los narnianos luchando una vez más por su tierra. Vieron a Susan y a Lucy, estaban perfectamente, estaban luchando al lado de los narnianos.

Cuando la batalla acabó por fin, todos los habitantes de Felimath aplaudieron el noble acto de aquellos guerreros narnianos. Al fin Felimath era una isla libre.
-Hay que irnos.- Dijo Peter.
Los Pevensie, Caspian, Reepicheep, Drinian y los demás narnianos regresaron al Viajero del Alba.
-¿Hacia dónde señor?
-Hacia Avra.

                                                                                                                                                            Acontinuacion.....

Las Crónicas de Narnia: susan y caspianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora